Por un Partido Único Colombiano

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Por Hernando Toro Rivas
Excorresponsal de El Colombiano y El Mundo
Andes, Antioquia

Actualmente hay un descontrol en el sistema político: las normativas éticas y morales están venidas a menos, y no existe ninguna clase de paliativo o cura.

No hay acciones enérgicas que atajen el desmoronamiento que se presenta en este país, que detengan la pérdida de valores que servirían de norte para encauzar el ritmo normal del ejercicio gubernamental.

Vemos el atesoramiento de los recursos públicos en contratistas desvergonzados, adalides de la corrupción que encaja en todos los ámbitos, incluso donde se perfile el deseo de llevar progreso a tantos sectores marginales y abandonados de la nación.

Así pues, la búsqueda de pacificar la hambruna y las necesidades básicas insatisfechas, autoriza plantear algunas ideas o recomendaciones para encaminar el Estado por los senderos de la tan ansiada paz.

Propuestas y sus justificaciones

Debo señalar para el comienzo de esta inquietante dialéctica:

1. Que desde su creación, los partidos tradicionales Liberal y Conservador se constituyeron bastiones de la violencia, hecha con mucha energía y pérdida de vida de uno y otro bando partidista.

Energía que dice muy bien del fanatismo e irracionalidad por los continuos enfrentamientos a los que sus jefes los impulsaban: quemando ranchos, haciendas, caseríos, pueblos, sacrificando a personas y animales, por el solo hecho de decirse pertenecer a uno u otro partido.

2. Por causa de esta violencia llegó, después de otras batallas, la Guerra de los Mil Días, en la que participaron enfrentándose tanto liberales y conservadores. El germen de estas reacciones populares estaban alimentadas en la pasión demostrada con ímpetu y barbaridad, por los colores que los han distinguido: rojo y azul.

3. Nos remontamos al 9 de abril de 1948 con el asesinato del tribuno del pueblo y probable presidente. Hecho que marcó un hito en la historia de Colombia, dadas las deplorables actitudes populares, las destrucciones que propiciaron y el sacrificio de tanto inocente.

4. De ahí en adelante se ofreció una fórmula conciliatoria entre los jefes de los partidos Liberal y Conservador. De lo acordado surgió el Frente Nacional, para gobernar por 16 años en una alternación de los partidos tradicionales, donde, por primera vez, liberales apoyábamos a un candidato conservador y viceversa.

Durante ese ejercicio audazmente protegido por la democracia, los gobernantes le daban participación con el 50% a los contrarios en la dirección administrativa.

5. Pero los esfuerzos hechos por la militancia de los partidos fue perdiendo contextura, no se alinearon a los propósitos trazados y se inició un proyecto de división. Los más valiosos exponentes de la doctrina de cada partido resolvieron partir y dividir los estatutos en porciones que llamaron “directorios de garaje” e inició una etapa llena de irregularidades, persecuciones e intereses mezquinos.

Se impusieron con resonantes nombres y títulos provocadores para adormecer a las masas impávidas de las osadías que se fueron presentando. Con calculado interés en el presupuesto, en las obras públicas, en los contratos, en el apoyo a las autoridades legítimas, para exigirles doblegar su ética y brindarles como estipendio las dádivas exigidas inescrupulosamente.

Con el objetivo de redondear la propuesta

No encuentro contradicción, y sí mucha coherencia con la realidad, que pensemos en eliminar como instituciones políticas a los partidos Liberal y Conservador, declarando para ellos la caducidad.

Indudablemente en su nombre se han cometido toda clase de irregularidades, desafueros, despropósitos. En ellos se cocinan las trampas, engaños, se desafía la ley y se estimula la impunidad. Además de participar y cohonestar las presiones a los gobernantes, con el método del chantaje, el soborno y la extorsión, para conseguir los fines desleales y económicos que intentan obtener.

Todo esto con sacrificio del honor, la dignidad, el pudor, la lealtad y sí: acompañado de traición, como arma esgrimida para perpetuar la corrupción y dejar a sus sagaces autores blindados de la justicia.

Propongo entonces, en orden de confraternizar con lo expuesto, que declarando disueltos los partidos tradicionales, se sustituya por uno que se referencie así:

Frente Unido por la Reconciliación y la Paz Nacional: Partido Único Colombiano

De prosperar, sugiero para la pureza de la administración pública en general, lo siguiente.

a) Que el pueblo colombiano concurra a las elecciones para elegir presidente, congreso, gobernadores, diputados, alcaldes y concejales. Para el primer cargo, por uno de los varios candidatos postulados que ofrezca las garantías de durabilidad del naciente partido político. Por los demás: de acuerdo con los requerimientos de la Registraduría Nacional del Estado Civil y según la composición de los citados organismos.

El jefe del “Frente Unido por la Reconciliación la Paz Nacional» lo serán en su orden: por la nación: el presidente de la República, por los departamentos: el gobernador, y por los municipios: el alcalde.

En todo ello se entiende que los gobernantes lo serán para el pueblo, sin diferencias políticas, por quedar comprendidos todos en su filosofía y objetivos.

b) Que los proyectos presentados por las autoridades del Ejecutivo Nacional a las corporaciones legislativas, vayan siempre rubricadas con el sello del Partido Único Colombiano, evitando con ello las controversias y atrevimientos partidistas.

c) No existirán coaliciones en adelante, por la razón misma de la filosofía que encarna el nuevo partido político. El Presidente será el gobernante del pueblo y para el pueblo, abstrayendo a los jefes políticos que tan perniciosamente han trabado el funcionamiento del Estado.

Conclusiones

Los atajos sobrevinientes para la participación por partidos, no tendrán ningún aval distinto al del criterio del Jefe del Partido, en cada caso. Así se termina la intransigencia de la reprochable manía coercitiva. Quedamos ad-portas del advenimiento de un futuro asaz constituido en conceptos de concordia, reconciliación, paz y sosiego. Progreso y dinámica serían el rótulo.


Por Hernando Toro Rivas
Excorresponsal de El Colombiano y El Mundo
Andes, Antioquia

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