Suroeste ¿Verdad que podemos?
¿Cómo podemos entender la verdad para construir paz en el Suroeste?
Por Susana Muñoz Franco Estudiante de Derecho de la Universidad de Envigado
La propia realidad no constituye una verdad absoluta y debemos abandonar ese imaginario de que todo en lo que creo, existe.
Es importante reconocer y abrirse a distintos puntos de vista, sobre todo a los argumentos y reconocer la equivocación como constante de la vida misma. Y es que nos cerramos absolutamente al hecho de que nuestra voz en ocasiones es subjetiva y pretendemos que otros la adopten cuando así no debe ser.
Si bien hay momentos donde la interpretación es necesaria, no quiere decir que aquello que autónomamente estimamos sea lo que realmente sucede, entonces, deberíamos obligarnos a verificar de manera exhaustiva fuentes y hechos probatorios y construir una opinión basada en evidencias para no prolongar falacias argumentativas.
Lea también: Ser mujer es sinónimo de valentía
Cotidianamente nos encontramos con información, noticias, textos… etc. con cualquier cantidad de palabras que a veces por su gramática y perfecta sintaxis se camuflan como verdades y no los ponemos a prueba y empezamos a difundir incluso estudios que a veces ni siquiera existen, solo porque hacen eco a algo que interiormente concebimos.
Otro error muy común y principalmente a lo que en política se refiere es negar hasta el beneficio de la duda a otras corrientes, nos arraigamos a los silos informativos para darnos esa confianza de que tenemos la razón cuando en vez de investigar estamos simplemente tratando de acomodar todo a nuestro favor e ignoramos lo que el otro piensa, lo que el otro sugiere, terminamos ignorando la veracidad misma.
Particularmente, puedo decir que la influencia de redes sociales y de los medios de comunicación tan sesgados con que actualmente contamos han influido gravemente en la pereza mental, no leemos, no nos instruimos y encima nos enseñaron que dudar es negativo, cuando todo lo contrario, discutir y debatir todo aquello que afecta desde lo personal hasta lo colectivo debería ser tan normal, donde sin caer en violencia podamos realimentar y esclarecer todo lo que acontece.
Invisibilizar un suceso no niega su existencia, entonces por qué rasgarnos las vestiduras defendiendo lo indefendible, por qué apelar al insulto cuando alguien nos contradice, por qué temer a ir más allá y expandir los propios horizontes ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que no teníamos la razón? ¿O por qué silenciar al otro cuando podemos enseñarle si el equivocado es él?
Ahí nace otra determinante de la posverdad: el egoísmo, gozamos de las caídas ajenas, nos alimenta el ego y el orgullo escuchar palabras que conscientemente reconocemos como equivocadas, dejamos que circulen abiertamente estos discursos porque a medida que crecen, más dura puede ser la caída de un contrincante, cuando la pedagogía debería ser mano a mano, bajo ninguna circunstancia se debe avalar la mentira, aún si desenmascararla nos cueste una posición, el bien común no debería ser negociable y sería mucho más sencillo velar para que solamente sean verdades lo que llega a oídos de otros.
Si cada ser humano tomara una posición crítica, al servicio de la certidumbre y sin afanes odiosos, ayudaría a educar sobre realidades políticas, sociales, familiares, le tendríamos menos miedo a la verdad y más repudio a la mentira.
Pero nos permitimos utilizar cualquier medio con tal de llegar a un fin, cuando Maquiavelo realmente nos decía que no importa la finalidad en sí misma, si actuamos de manera transparente para obtener dicho resultado; y así tergiversamos las cosas para que caigan a favor de nuestros propósitos.
Entonces peor que construir una idea sin un análisis exhaustivo para saber si sus cimientos son fuertes y reales, es hacerlo con el pleno reconocimiento de que es mentira sin importar el alcance que pueda tener.
Las hipótesis se convierten en teoría mediante un estudio que las soporte, deberíamos aplicar eso a cada suceso. Que las palabras no se emitan de manera vacía y casi perversa. Normalizamos tanto la mentira que nos sorprendemos cuando no nos mienten.
No hay nada estático, estamos en constante movimiento y cambio, por eso mismo no deberíamos poner cerrojo a nuestra mente, hay que liberarse de lo políticamente correcto y permitirse volar, pero siempre aterrizando sobre lo que sí podemos confirmar.