¡Protejamos la riqueza ambiental de Jericó!

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Por: Rodrigo López Estrada 
Maestro jubilado, Secretario Centro de Historia Jericó

Nadie duda de la riqueza jericoana: la calidad de su gente no es fácil de conseguirse, su historia que es la expresión cultural de esa gente, es rica y nutrida, inspira respeto; su geografía y clima destacan sus contornos llenos de majestuosa naturaleza.

Esta cultura nuestra exige compromiso de todos y al que más tiene, más se le exige, el campesino por tanto expresa con facilidad su compromiso por ser innato, es decir de responsabilidad natural porque el agua, la flora y la fauna son comunes a su esencia; el doctor o universitario más tiene que dar por cuanto sus títulos lo autorizan al respeto por su tierra; los hacendados o más pudientes económicamente, están en mayor capacidad de devolverle a su tierra lo que ésta le ha dado, y así cada uno de sus hijos deberá responder con sus actos por el bienestar de su entorno.

Jericó tiene su propio río, nutrido por sus numerosas quebradas y afluentes que lo tributan con amor y que deberán permanecer limpios porque cobija el hábitat de la fauna y flora, porque es la despensa de todos los que nos queremos vivos y felices.

En el municipio van dos incendios que amenazaron al parque natural Las Nubes desde Los Aguacates y El Morro al Alto de Rodulfa; dos incendios ocasionados por la irresponsabilidad de malos hijos que tuvieron que ser apagados por el Cuerpo de Bomberos y por muchos voluntarios y comprometidos con su pueblo. Las llamas se levantaban tanto que imaginamos en el momento paisajes desolados encima de nuestras casas, pero la voluntad y el amor de los bomberos y los paisanos de bien volvieron a salvarnos.

Hemos sido salvados muchas veces. No queremos más amenazas. Deseamos vivir bien en nuestro suelo, con agua abundante para todos, con agua de calidad y nutrientes que alivien las enfermedades. Da lástima ver La Peña seca cuando en otros veranos siempre conservaba ese hilo de agua pura.  No queremos saber que el río Piedras está seco por cualquier causa.

Vale la pena advertir que este cambio que vivimos dada la instalación de nuevos cultivos, el paisaje se llena de plásticos, carreteras y nuevas especies, todo puede ser posible siempre y cuando se respeten las aguas y se cosechen las frutas limpias sin necesidad de ensuciar las fuentes.

Dicen las voces del pueblo que es preferible aguacates que minas. Los cultivos son manifestaciones afines al jericoano y por eso hay que entender que hasta el café exige de fumigaciones tan peligrosas ¡Ni tanta luz que queme al santo y ni tan poca que no lo alumbre!

Podemos ser más comprometidos con nuestra riqueza porque si no lo estamos, ésta desaparecerá a cambio de metales innecesarios o insuficientes, llámense lingotes o cuentas bancarias, ambos inservibles para solucionar los males causados.

No pequemos de ingenuos, que no nos llamen «los manipulados», que no degrademos los suelos ni sequemos las fuentes, que las especies introducidas no exijan venenos crueles sino controles naturales.

Hoy se habla de la Sexta Plenaria Mundial que vigila y protege la biodiversidad, que cuida las catorce áreas protegidas de Antioquia y ojalá sean todas las áreas sin más condiciones que el compromiso natural que nos corresponde por ser sus moradores, porque o somos jericoanos responsables o seremos jericoanos culpables de los desastres naturales. Los hijos de la oscuridad son más astutos que los hijos de la luz y por eso no podemos enceguecernos.

Jericó nos ha dado todo, no podemos dejárnoslo quitar: ya hay pueblos sin costumbres, plazas con gentes sin diálogo, barrios sin identidad, casas destruidas sin ningún criterio arquitectónico propio.

Foto: Rodrigo López Estrada.

Nos reúne todavía el arte, llámese poesía, cine o escultura; el deporte aunque menguado, la costumbre y la conversa al sabor del tinto o el guaro, el abrazo cordial sin reparos, la noche fría o cálida pero junto a la casa o el parque sin temores ni renuncias, el éxito del otro que es motivo de mi alegría y no de mi envidia destructora, la luna llena en la cara plácida de nuestra niñez, o el sol que reta la mirada sana de los jóvenes que no caen en la trampa de la droga fácil por doquier. Transfigurados por una vida de entrega y servicio, y no desfigurados por la esclavitud al dinero o por el orgullo.

Comprometámonos porque es la tierra de todos, porque es la herencia de nuestros ancestros, porque es la heredad de nuestras familias. Que no nos seduzcan los poetas de pasiones colectivas ni los detectives de la literatura ni los políticos que manipulan los falsos temores para eternizarse en el manejo del erario público que los enriquece y nos corrompe.

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