Santa, maestra y misionera

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Por: Lucila González de Chaves
lugore55@gmail.com
lucilagonzalezdechaves.blogspot.com

Laura Montoya, nacida en Jericó, Antioquia (1874 – 1949) y graduada como maestra elemental en la Escuela Normal de Institutoras de Medellín, fue fundadora de la comunidad “Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena”.

En su primera adolescencia solo tuvo acceso a las obras espirituales, que la cuestionaron y desarrollaron en ella el deseo de ser religiosa; sin embargo, prestaba con amor su servicio de maestra en varias escuelas, entre ellas, la Escuela Superior Femenina del municipio de Fredonia; al mismo tiempo practicaba la mística y la oración contemplativa.

A los treinta y nueve años de edad se fue al municipio de Dabeiba con seis catequistas, para dedicarse a la educación de los indígenas Emberá Katíos. En su autobiografía, confiesa con ardor amoroso: “Necesitaba mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia Dios”.

Y les decía con frecuencia: “No tienen sagrario, pero tienen naturaleza; aunque la presencia de Dios es distinta, en las dos partes está, y el amor debe saber buscarlo y hallarlo en dondequiera que se encuentre”.

Dedicó muchas horas a la escritura: más de treinta libros en los cuales narró sus experiencias místicas. Su autobiografía lleva por título “Historia de la Misericordia de Dios en un alma”.

En 1939 recibió del gobierno colombiano la Cruz de Boyacá. El 12 de mayo de 2013 fue canonizada por el papa Francisco, y Colombia sintió el orgullo de tener en los altares a su valiente misionera: Santa Madre Laura Montoya.

Sus reflexiones místico-religiosas son edificantes sembradoras de paz, humildad y servicio. Algunas de ellas:

“¡Me complazco en no entender esto para poderte adorar en la dulce oscuridad de la fe, que me muestra tus designios tan arriba de mi mísera comprensión!”.

“Al comulgar, nos hemos juntado dos sedientos: Vos, de la gloria de vuestro Padre, y yo, de la de vuestro Corazón Eucarístico. Vos de venir a mí, y yo de ir a Vos”.

“¡Cuánta sed tengo de saciar la vuestra, Señor!”.

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