Lucila González de Chaves
“Aprendiz de Brujo”
Maestra, periodista y escritora
Blog: lucilagonzalezdechaves.blogspot.com
“PUNTUDO”
“Un personaje de leyenda” lo ha llamado el ilustre abogado titiribiseño Rodrigo Flórez Ruiz y agrega que en el libro Poemas, producción literaria de José Manuel Vélez Trujillo, alias “Puntudo”, encontramos al poeta romántico, al existencialista, al costumbrista.
Nada más apropiado para explicar cómo es este hermoso terruño del Suroeste de Antioquia que la página “Romance”:
Mi pueblo vive de anhelos,
de glorias y alegrías,
músicas y poesías,
crónicas de torería
y lances de amor y celos;
………………………………………….
Octavio Quintero Villa, otro gran valor de Titiribí, músico, poeta y escritor, prologó el libro en referencia y define su mejor soneto, “Como vine me voy”, diciendo que es “un verdadero reflejo de su vida bohemia, resumida en catorce versos llenos de realidad y sentimentalismo”:
Como vine me iré, no llevo nada
en mi raída alforja de viajero;
ni la caricia de un amor sincero,
ni una ilusión, ni una esperanza, nada.
Pero sé que al final de la jornada,
al terminar del árido sendero,
hallaré a mi cansancio de viajero,
el reposo apacible de la nada.
Como vine me voy; la vida es eso:
un viaje con pasaje de regreso
hacia una estación desconocida.
Como vine me voy, ensueño loco;
viví un instante, me amañé muy poco,
no gocé nada y se acabó la vida.
“CHAMPAÑA”
Todos los pueblos han tenido uno o más personajes típicos que por sus costumbres, comportamientos y lenguaje llaman la atención; por eso, se les ha llamado con el común denominador de “personajes típicos”.
En Titiribí, uno de ellos fue Jesús María Velásquez, alias “Champaña”.
Mi imagen de “Champaña” está captada entre mis trece y quince años de edad. Diría que él fue un perfecto contraste. Me explico: contrastaban su físico y su alma.
Su físico era descuidado y le gustaba cierto tipo de extravagancia en el vestir; andaba a zancadas y, a veces, con levedad, metido en su mundo interior; de ahí que diera la impresión de estar lejos de la realidad, razón por la cual muchos de sus paisanos lo creyeron loco. (Eso de “personaje típico” tiene en las poblaciones antioqueñas una connotación especial de “loco”, “bobo”, “retardado”, “maniático”, el “hazmerreir” de los demás).
Su alma, en cambio, estaba totalmente habitada por la poesía. Amaba con ardor la literatura y tenía una pasión: la lectura. Era, cuando quería, un gran conversador, con una memoria prodigiosa; y sin ningún preámbulo, y en forma repentina, empezaba – en cualquier sitio – a declamar páginas completas de grandes autores: Valencia, Silva, Barba Jacob, Rubén Darío etc., o de oradores, porque amaba la oratoria. Su misma voz y sus ademanes eran – a veces- de carácter oratorio.
Hablaba sin parar, revolviendo temas culturales, fechas, escritores, nombres de libros, de revistas, de periódicos; y todo ello, con gran señorío, porque fue un hombre cordial y educado.
Pasaron los años. Mi vida, mis estudios, mi profesión y mi hogar fueron desarrollándose en Medellín. Por ese motivo, ignoro si su carácter cambió en sus últimos años. En mis visitas a Titiribí, de manera fugaz, pude verlo ya setentón y me pareció que su interior seguía siendo igual.
No puedo dejar de recordar la gran sorpresa que tuve el 17 de mayo de 1981, cuando el Gobierno Departamental me concedió la Medalla al Mérito “Miguel Giraldo Salazar” (era mi primera condecoración en mi vida profesional), ese día recibí un telegrama de Titiribí. Aún lo conservo, dice:
“Merecido galardón compartímoslo orgullosamente ciudadanía titiribiseña y el suscrito. Felicitaciones. Champaña”.
Tuvo la desbordante manía de ser coleccionista; amaba con pasión su cuartito en el parque municipal, el que había convertido en museo, al cual casi nadie tenía acceso; él fue un celoso guardián de sus tesoros.
Patrimonio cultural de Titiribí
Titiribí fue fundado el 17 de abril de 1775 por el señor Benito del Río, en territorio de los indios Nutabes.
Fue erigido en municipio en el año de 1807.
Su patrimonio cultural:
El cuadro de la Virgen de los Dolores
Este óleo fue llevado desde Sitioviejo hasta el lugar en donde hoy está el municipio, en la nueva fundación, el 17 de abril de 1815. En tan antiguo y valioso lienzo, del año 1795, está el nombre del autor y la fecha.
El Sagrario
Una valiosa joya de plata que algún sacerdote, (hace ya años) ajeno al arte y a los intereses de Titiribí, quiso cambiarlo por una moderna caja fuerte.
Al comenzar el siglo XX, la señora Clementina Uribe de Vélez -con dinero recogido entre los fieles de la población- le pidió a un señor alemán, Reinaldo Wolff, fundidor en las minas de El Zancudo, hacia el año 1901, el favor de comprarle en París (Francia), el Sagrario.
El fundidor Wolff regresó con el Sagrario, y con una Medalla de Honor que acreditaba que dicha joya había obtenido en Francia el Segundo Premio en la Exposición de Arte Religioso en el año 1900.
En ese entonces, el precio de dicho Sagrario, el que hoy está en nuestro templo parroquial, era de ciento cincuenta mil pesos oro. Esta joya religiosa es de estilo gótico; labrado en bronce con gruesa cubierta de plata. Se conserva tal como lo trajeron de París en 1901.
Es, además, el segundo Sagrario extranjero, en Antioquia, más bello y valioso, después del Sagrario del Templo de La Candelaria, en Medellín.
La campana menor
Del Templo; llevada desde Envigado por el Padre José Miguel de la Calle, primer párroco de Titiribí. Fue la primera campana fabricada en Alemania, no fundida, sino hecha a cincel. En el campanario de la capillita de Sitioviejo, está la campana que vino de Francia, traída por orden del Conde Gustavo Adolfo de Bourmont, copropietario de la empresa minera.
También está en el Templo la campana grande, fundida en los talleres de “El Zancudo”.
El majestuoso Templo
Erigido en el año de 1813, y reconstruido en 1880. De estilo republicano. Con tres amplias naves, tres altares tallados en madera, confesonarios de estilo antiguo, las hermosas y bien conservadas escalas para subir a coro, en madera y en forma de espiral. Las imágenes religiosas, en su mayoría, de talla española. Un hermoso bautisterio (o baptisterio) hecho casi todo en mosaicos de mármol.
El Hospital San Juan de Dios
Construido en la primea mitad del siglo XX por iniciativa del doctor Julio Quintero Restrepo, médico, y don Jorge Yepes, ilustre maestro, rector del Liceo Santo Tomás. Posee todas las dependencias necesarias para una buena asistencia en salud.
El Liceo Santo Tomás de Aquino
Con más de cien años de fundado, y cuyo primer rector fue el ilustre académico, hombre de letras y gran ensayista, el rionegrero Baldomero Sanín Cano.
Fue fundado en 1888 por el Padre Sotero Martínez (párroco). Clausurado durante la Guerra de los Mil Días y reabierto en 1904. El Padre Francisco A. Ramírez, párroco muy ilustre y propulsor de la cultura en Titiribí, le dio al Liceo una nueva sede, que es la que ocupa hoy.
El antiguo Colegio de la Presentación
Fundado en 1918 por el Padre Francisco A. Ramírez. Regentado por las Hermanas de la Presentación. Tuvo cursos de comercio y pedagogía, los que tenían la aprobación del Ministerio de Educación Nacional y, en consecuencia, expedía títulos de “Secretaria” y “Maestra”. Al llegar el momento de la educación mixta, no hubo personal femenino para dicho Colegio, y desapareció. Hoy, sus instalaciones las han dedicado a otros usos y han sufrido modificaciones. Esperamos que, al menos, la Capilla siga siendo amada, honrada y respetada.
El Palacio Municipal
Obra arquitectónica de estilo republicano. Fue construido en 1922 por el arquitecto belga Agustín Goovaerts.
El Circo-Teatro Atanasio Girardot
El más pequeño circo del mundo. Construido en 1929 con el estilo del periodo republicano e inaugurado con una corrida de toros. En 1998, el Ministerio de Cultura lo declaró como “Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional”. Lo vemos maravillosamente restaurado, conservado y utilizado debidamente en actividades culturales y recreativas.
El Parque de la plaza pública
Inaugurado en 1939 por el entonces presidente de la República, doctor Eduardo Santos. Posee cuatro bustos de mármol, en homenaje a:
Juan Bautista Montoya y Flórez, nacido en 1867. Su tesis de grado como médico, fue un importante estudio sobre el carate en Colombia. A su regreso de París, donde se especializó, este titiribiseño abrió en Medellín el primer curso de bacteriología en 1896; murió en Medellín en 1937.
Luis Zea Uribe, nacido en Sitioviejo (corregimiento de Titiribí) en 1891. Se graduó en medicina; pero, se distinguió también como astrónomo y escritor. Padre del pro-hombre Francisco Antonio Zea. Murió en 1934.
Antonio José Cadavid; nació en 1866 en la antigua casa donde funciona la escuela de niñas (hoy remodelada y modernizada). Estudió derecho, en Bogotá. Fue ministro de Gobierno, del Tesoro y de Guerra (tres veces ministro). Murió en 1919.
Antonio José Restrepo (“Ñito”), nacido en Concordia en 1855 (cuando este municipio era solamente un corregimiento de Titiribí). Desde muy pequeño él y su familia se radicaron en nuestro municipio, y el mismo “Ñito” afirmó que este era su patria. Trabajó en las minas de El Zancudo en donde brilló por su repentismo en la trova. Se graduó en derecho en Bogotá. Fue cónsul de Colombia en varios países, representante de Colombia en la Corte Internacional de La Haya. Sobresalió como orador, escritor y poeta, ensayista y periodista. Murió en Barcelona en 1933.
En el centro del Parque se honra la memoria de Simón Bolívar.
Los monumentos
A Cristo Rey en el sitio “La Camelia” y en “Los Alpes”. La Gruta que honra a la Virgen Inmaculada, situada a la entrada de la población; así mismo, los monumentos a La Bandera y a La Madre. Se desconocen los escultores de estas obras.
Qué bueno sería que Titiribí tuviera una galería de retratos de sus hijos destacados en la poesía, en la educación, en la música, en la ciencia, en la literatura, en la pintura, etc.
El viacrucis
Las “Estaciones”, decíamos cuando yo era niña. Hace muchos años, en una de mis visitas a Titiribí, tuve la oportunidad de comprobar que el señor cura párroco estaba dirigiendo la labor de restauración; observé las dos primeras y me complació comprobar la estética, la armonía en los colores, la correspondencia con la época, ya remota, en que fueron hechas y el respeto por su autenticidad. ¡Magnífica su labor al rescatarlas de las cuevas húmedas en donde habían estado amontonadas catorce obras de arte!
El mismo sacerdote de entonces dio también funcionalidad a esa otra obra de arte que es el bautisterio.