En PluralOpinión Tristeza, olvido e impunidad: la Masacre de Santa Bárbara 24 febrero, 2020 Comparta esta noticia Por: Camila Rendón - Santa Bárbara, Antioquia La historia del 23 de febrero de 1963, día en que ocurrió la masacre de Santa Bárbara, es sin duda una historia que no fue conocida en el momento que debió serlo. En Cementos El Cairo –según cuentan algunos pensionados– cambiaban de trabajadores casi semanalmente para no pagarles ningún tipo de prestaciones, les obligaban a trabajar de día y de noche, y quien refutara alguna de estas decisiones era inmediatamente despedido. En esta cementera había también un «puesto de policía» donde permanecían 20 efectivos, cada uno con revolver y machete, para vigilar que ningún trabajador hablara, impidiendo así la conformación de sindicatos. Sin embargo, algunas noches al lado del río, los trabajadores se reunían para ejercer su derecho a organizarse. Constitución Política de Colombia – Artículo 39Los trabajadores y empleadores tienen derecho a constituir sindicatos o asociaciones sin intervención del Estado. Su reconocimiento jurídico se producirá con la simple inscripción del acta de constitución. En octubre de 1962 el sindicato aprobó un pliego de peticiones elaborado por los trabajadores, sin embargo la empresa no lo atendió. Por esta razón, el 23 de enero de 1963 inició la huelga. De 221 trabajadores, 180 participaron en ella. Así, los trabajadores de Cementos El Cairo hicieron valer su derecho a la protesta y reclamaron sus garantías laborales. Al mismo tiempo en que esto sucedía, la prensa colombiana hacía propaganda en contra de las huelgas y de quienes participaban en ellas. Bloqueo de la vía El 23 de febrero de 1963, los obreros se dispusieron a impedir el paso de 180 volquetas que llevaban material para Medellín. Se situaron en la vía Panamericana, al frente de la estación de gasolina: se tiraron al piso, gritaron, reclamaron. Mientras tanto, Belisario Betancur Cuartas, el entonces ministro de trabajo, dio la orden a la Fuerza Armada para que custodiara los vehículos. En respuesta, los obreros anunciaron que las volquetas podían salir del municipio, pero no cargadas con material. En el lugar no estaban solo ellos, también los acompañaban familiares y demás personas que apoyaban sus reclamos. Sin aviso, el Ejército empezó a tirar gases lacrimógenos, y cuando lograron dispersar a la mayoría de personas se empezó a escuchar el tiroteo. Mientras la masacre ocurría, los médicos desde el hospital observaban lo que pasaba. Esperaban, recibían heridos y tomaban fotografías. Cuando la Fuerza Pública se percató de esto, empezó a disparar en dirección al hospital. La masacre del 23 de Febrero fue una orden desde el Ministerio de Trabajo y la Gobernación de Antioquia. Los soldados pusieron toda su fuerza contra los trabajadores que hacían resistencia en la vía. Fueron golpes, pero también fueron pistolas y balas contra hombres, mujeres y niños. Además, emprendieron una persecución contra todas las personas que, en medio de la situación, solo corrían. Desde las 7 de la noche fueron apagadas las luces del municipio. Así, los soldados aprovecharon para ingresar a las viviendas y agredir a quienes allí se encontraban. A su vez, las personas que no vivieron en carne propia lo ocurrido, creían que las Fuerzas Armadas habían cumplido su deber. Sin duda, hace muchos años en el país nos carcome la indiferencia. Cabe resaltar también que la masacre ocurrió en tiempos bastante oscuros del país, veníamos de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla y estábamos también en manos del Frente Nacional: tiempos de represión y violencia. Durante la masacre del 23 de febrero murieron 12 personas, y otras 39 (si no fueron más) quedaron heridas. Entre estas personas, murió María Edilma Zapata, una niña de 11 años que no estaba protestando, pero que también fue víctima de la violencia por parte del Estado. Monumento conmemorativo. En su memoria, hoy está la Casa Sindical María Edilma Zapata, ubicada al lado de la bomba de gasolina. Al frente está el monumento que conmemora esta triste, olvidada e impune tragedia. Tan impune que quien dio la orden fue luego presidente de Colombia: Belisario Betancur Cuartas. Es una historia olvidada, triste, y que nos pone en los zapatos de milllones de colombianos que han vivido siempre en medio de la violencia, a quienes el Estado ha dejado sin familia, a quienes nunca les respondieron por los daños que les causaron. Comentarios Comparta esta noticia