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Darle salida al potencial de nuestra región

Tal vez uno de los factores que más inciden en el atraso de una región es la renuencia de sus habitantes a asumir retos que los saquen de su zona de confort. Tenemos la tendencia a resignarnos ante unas determinadas condiciones de vida, por irracionales e inaceptables que estas sean, generalmente porque el contexto social dentro del cual se ha nacido y crecido ha impuesto lo que se podría llamar la cultura de los imposibles, esa especie de creencia según la cual estamos fatalmente condenados a vivir de una determinada manera, a hacer las cosas siempre siguiendo los mismos métodos y viviendo dentro de patrones de comportamiento que nos han sido impuestos por las generaciones pasadas. De esta forma, estamos desperdiciando el potencial que todos los seres humanos tenemos de ampliar los conocimientos, de enriquecer nuestro patrimonio cultural e inventar nuevos caminos de progreso y bienestar que el mundo pone a nuestros pies. Son cadenas mentales que, casi siempre, resultan más fuertes que las cadenas físicas de las que se han valido los tiranos para esclavizar a sus semejantes. El miedo, por ejemplo, es una de esas cadenas de la que se sirve con frecuencia el poder para mantener sometida a una población, a un país, incluso al mundo entero.

¿Cómo liberar la mente de esas ataduras? Pues bien, aparte de la educación, sin duda la más importante de todas, una de las herramientas más poderosas para que las puertas de la creatividad de una comunidad se abran hacia caminos liberadores son los festivales, que suelen llevarse a cabo en casi todos los pueblos del mundo, y el Suroeste antioqueño no es la excepción. Con toda seguridad, en cada uno de nuestros pueblos y corregimientos hay alguno de estos eventos, los que con frecuencia han terminado siendo vistos solamente como una oportunidad para romper la rutina y pasar unos días de alegría, haciendo a un lado las preocupaciones y problemas de la vida diaria, sin tomar conciencia de su potencial. Pero los festivales (festivales, carnavales, fiestas patronales, fiestas del retorno y un largo etc.) son, o pueden ser, mucho más que eso. En realidad, son una oportunidad para darle rienda suelta a la creatividad, a la imaginación y a la innovación.

Bolívar (cabecera municipal y sus corregimientos) tiene sus propios eventos culturales, el más tradicional de los cuales es el de las Fiestas del Arriero y, más recientemente, el del Festival Entre Culturas. Farallón posee el Festival de la Piedra y Alfonso López (San Gregorio) el más reciente de estos: el Festival de la Mula y el Café, (a realizarse en el mes de octubre próximo), para no hablar de los demás municipios del Suroeste. Cada una de estas festividades tiene su razón de ser: históricas, sociales, económicas. Ahora bien, ¿qué incidencia ha tenido la realización de estos eventos en el desarrollo económico y cultural de la subregión, aparte obviamente de ser un factor de promoción turística? ¿Qué tanto han evolucionado y se han enriquecido con aportes de culturas diversas de otras regiones del país e, inclusive, del mundo? ¿Qué tan eficaces han sido como factor para la promoción de emprendimientos, investigación científica y desarrollo del potencial individual y colectivo?

El Festival Entre Culturas tiene un inmenso potencial en el campo de la cultura; en su versión del año pasado, por ejemplo, este sirvió de marco al lanzamiento del libro Con la mirada en el provenir, en el cual se recogía el trabajo de 16 escritores sobre aspectos históricos del municipio de C. Bolívar, trabajo en el cual participé por la generosa invitación que me hiciera la Sociedad de Mejoras Públicas a través del señor Carlos Augusto Henao. Sin embargo, me pregunto si dicho lanzamiento fue un acto aislado o si forma parte de un proyecto más ambicioso y de largo plazo, tendiente a fortalecer la cultura de la creación de nuevas formas de expresión en el arte y el desarrollo de la investigación científica o de proyectos de emprendimiento, que le dé salida al potencial existente en las nuevas generaciones del municipio, incluido todo el Suroeste, pese a las limitaciones presupuestales que, de hecho y según lo explicaba el señor alcalde León Darío Acevedo en su informe al Concejo Municipal del día 19 del presente mes, tiene el municipio para financiar su ejecución; algo que ojalá se logren solucionar. La financiación de un evento con tanto potencial como este, definitivamente no puede estar supeditado a “la ponchera” del momento y de la generosidad de unos pocos ciudadanos; esto debe ser una responsabilidad de toda la comunidad.

Por lo que al Festival de la Mula y el Café en Alfonso López (San Gregorio) hace referencia, tendría que expresar este mismo deseo. En efecto, este evento es una oportunidad inmejorable para dar espacio a la creatividad y a la generación de nuevas ideas, mediante el desarrollo del talento latente, especialmente en la juventud del corregimiento; ¿el colegio Juan Tamayo hará presencia en esta festividad? Y si lo va a hacer, ¿de qué manera será esa presencia? Porque este, definitivamente, es un marco ideal para darle visibilidad a nuevos artistas, deportistas, trabajos de investigación científica y propuestas de emprendimiento futuristas, salidos de los habitantes del corregimiento. Desconozco si para la programación de este año se habrá previsto algo al respecto. Ojalá que así sea, y ojalá también que esta nueva edición del festival sea favorecida con el mayor de los éxitos posibles.

Foto: el arriero y su mula. Un emblema de nuestra cultura que adquiere vida en el arte a través de las pinturas de Álvaro Fernández.

Por Rubén Darío González Zapata 
Nacido en la vereda La Lindaja 
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar 


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