Ver Jericó: el infinito vuelo de los días es recordar nuevamente el sabor de las lágrimas. Es sentir el olor del maíz mojado y el calor de la leche de una vaca recién ordeñada. Es oír el sonido de la máquina de coser al golpear el retazo de tela o el del lápiz sobre el papel en blanco para contar la historia. Es sentir unas ganas inmensas de correr para abrazar a tu abuela y elevar una cometa con ella.
Tal como le pasó a Catalina Mesa en la grabación, las protagonistas de este vuelo nos abrieron las puertas de sus casas, sus cocinas y sus dormitorios para revelarnos sus secretos. Ver el azul clarito del cielo de Jericó en pantalla gigante y los rostros de mujeres sencillas es una celebración a lo femenino en una sociedad patriarcal como la paisa. Es un documento que guarda la memoria y la historia que por la dinámica tecnológica actual vemos lejana.
Ya los críticos expertos en cine han exaltado el trabajo fotográfico, los encuadres, la luz propia de cada toma y la narrativa del film de Catalina. Han celebrado lo delicado de la música, el piano, la guitarra, las letras y la nostalgia. Han manifestado que la intención de la directora de mostrar en un caleidoscopio la esencia de lo femenino es un acierto que de lo local o regional se convierte en universal.
La película muestra también elpresente de una mujer rural en Colombia que poco vemos y conocemos. Muestra esa necesidad ahora de regresar a los pueblos, a las veredas y a los caminos estrechos para conocer nuestro legado cultural. Hace años creció esa necesidad en los pueblos antioqueños de migrar a las grandes urbes para adquirir conocimiento, generar empresa, industrias, “salir adelante”.
Jericó: el infinito vuelo de los días es la invitación a retornar. A explorar un pasado lejos del narcotráfico, la guerra y el olvido; un pasado de postres, letras, canciones, medicina, ingenio y color. Las mujeres, las protagonistas de la película, son el reflejo de la valentía. Cada una, en diferentes momentos y contra todo pronóstico de la época, logró viajar y recorrer el mundo; estudiar, coleccionar, orar, brillar, servir, tejer, estar sola y amar, así el color de piel fuera un impedimento.
Es también el momento para “reconciliar el dolor con el humor”: porque los dichos, los boleros, los tangos, las obsesiones curiosas de las protagonistas, los cuentos y las charlas forman parte del viaje que se hace en la película. Esta particularidad, junto con la intimidad que develan las protagonistas, nos cuenta Catalina, es lo que ha permito que la universalidad de la obra sea vista con gratitud en Toronto, Canadá, por ejemplo.
El vuelo ha permitido que Licinia Henao, una mujer que se dedica a construir con retazos de tela colchas en Jericó, sea recibida con aplausos en un teatro en Bogotá. Que diferentes personalidades y espectadores viajen a Jericó con la esperanza de abrazar a una de sus protagonistas. Y que se hable del Espíritu Femenino más allá de una tendencia, sino como una mirada que da equilibrio a la historia, como un nombre propio.
“La expectativa es que la mayoría de la gente se la goce. Y ya”, Catalina Mesa
Catalina es la directora de este largometraje que se encuentra en el umbral de la ficción y la realidad, para ella esta experiencia “es un viaje en el tiempo. Un documento para la memoria y es atemporal. Es una cocreación con cada una de las protagonistas”.
Vivió y nació en Medellín hasta los 17 años; pero Tarso, Pueblorrico y Jericó eran sus lugares de conexión permanentes con el Suroeste. De niña bailaba ballet clásico y pasaba horas escuchando y conversando con la inspiración de la obra. “Siempre, en todas las entrevistas hablaré de ella: mi tía-abuela Ruth Mesa”.
“Ruth era una mujer mágica en nuestra familia, era escritora y contadora de historias, ella nos narraba relatos llenos de humor y belleza, y yo algún día quiero escribir sobre esas memorias. Nos contaba sobre su infancia, sobre cómo era la vida en Jericó. Éramos muy amigas, yo me iba a tertuliar con ella, a comer pandeyuca mientras que hablábamos de la vida. Ella encarnaba los valores de mi esencia femenina”, describe Catalina.
Y cuando Ruth faltó nada fue igual. En la búsqueda por retratar esa esencia femenina decidió relatar esta historia. El que ella llama “el hombre que conoce a todo el mundo en Jericó”, Nelson Restrepo, le permitió abrir las puertas a la cotidianidad de las mujeres retratadas.
Vivió al menos dos meses en Jericó luego de estar en París por 15 años. El cambio, dice, la hizo feliz. Con cada una de las protagonistas pasó entre 3 y 4 días para contar sus historias en cámara. “Filmar fue una decisión de acompañar su cotidianidad. Sus cocinas, sus quehaceres: haciendo arepas, haciendo el sancocho para la familia. Es un itinerario danzante. Es un umbral entre ficción y documental. Ellas no miran a la cámara”, relata Catalina.
Como la narrativa parte del día a día que se mezcla con la palabra que evoca el pasado, el tiempo se vuelve infinito. De ahí parte del nombre del vuelo. También hay historias tristes, “yo tengo la historia más triste”, dice una de las protagonistas. Su historia, relacionada con el conflicto armado colombiano no podía ser borrada; forma parte de esa mirada en diferentes perspectivas de la capacidad de resiliencia de la mujer.
Para Catalina el Suroeste aún tiene historias por contar, sabe que este no será su único trabajo en la región ni en Colombia. Además prepara un libro de poesía para rescatar esos autores que nacidos en Jericó dejaron huella en la literatura del país. “No somos la droga, venimos de más atrás. Integremos eso a la memoria para crear un modernismo despojado de la violencia”, explica.
El color de las cortinas, de las ventanas y las puertas; el son de la música al ritmo de las caderas de las mujeres; las luces amarillentas sobre las calles de Jericó y el vuelo de una cometa sobre un azul clarito, encierran un relato que dejan al espectador con el deseo de ver y saber más de sus protagonistas, con el deseo de volar entre los días.
El dato: Jericó el infinito vuelo de los días, es una co-producción franco-colombiana, hecha en Colombia con un equipo de post-producción francés. Su editor Loic Lallemand, está especializado en ficción y es uno de los grandes talentos jóvenes del cine francés actual.
Protagonistas: Cecilia Bohórquez, Manuela Montoya, Elvira Suárez, María Fabiola García, Luz González, Licinia Henao, Ana Luisa Molina, Celina Acevedo, Laura Katherine Foronda, Jaime Restrepo, Luz Dora Henao, Rosa Margarita Velázques y Emilsen Ríos.
*Periodista El SUROESTE