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Por Juan Camilo Cardona Osorno
Desde Jardín

Hace pocos días llegué con mi pequeña familia a vivir en Jardín. Mi esposa y cuatro animales de compañía me segundan en esta nueva etapa que parece como si adelantara el sueño que tenía para mi vejez: vivir en algún rinconcito hermoso del Suroeste.

Pero nada más alejado de una plácida jubilación en la que pasaría el día eligiendo si dormir en la mecedora del patio o en la hamaca del balcón. Vivir acá tiene un propósito bien claro: sacar adelante un proyecto que hemos edificado en nuestra mente inquieta de animales herbívoros. Tener un lugar donde la vida transcurra tranquila pero creativa, pasiva pero activista, sin pretensiones de riqueza, pero buscando hacer posible ese pensamiento idealista de que “tu vida sea tu mensaje”.

Pensarán que se trata de una sobredosis de clorofila por tanta planta ingerida, pero querer crear un lugar donde quien desee estudiar, trabajar o leer tranquilo uno de los libros en venta mientras disfruta de algún delicioso snack (prefiero llamarlo mecato) vegano en una casa antigua acondicionada para ello, resulta ser más una sobredosis de esperanza en que podemos vivir todos, nosotros y quienes nos visiten, de una manera más tranquila. Sin la idea de que es necesario maltratar a otros seres sintientes para darnos el “gusto” de comer delicias, con la mente abierta a escuchar historias, aportar ideas, plantearnos retos colectivos y encontrar juntos soluciones.

Este lugar se llama Maraña, a una cuadra arriba del renovado teatro, está en constante evolución y solo tiene dos condiciones innegociables:

1- Cualquiera que ingrese debe respetar a los demás seres y permitir que la compasión esté en su mente y corazón.

2- Este será un lugar «vegano» donde ningún animal será explotado de manera alguna para el beneficio o disfrute de quienes se sumen a esta maraña.

PD: En dos ocasiones usé la palabra vegano que según la Real Academia Española -RAE es: “Persona que adopta una actitud consistente en rechazar alimentos o artículos de consumo de origen animal”. En otras palabras, no usamos nada que provenga de la explotación de los otros animales.

Espero seguir contando un poco más de la vida de un vegano en EL SUROESTE.

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