Comparta esta noticia

Durante estos meses de confinamiento nos hemos acercado mucho más a nuestros lectores. Hemos compartido información periodística y personal: nos hemos conocido. Todo esto desde nuestras casas, porque si bien los lazos se han estrechado, lo hemos hecho respetando las normas de distanciamiento social.

Las redes sociales se han vuelto nuestras mejores aliadas para no perder el contacto con los que más queremos. Nos hemos empezado a conocer y esperamos que cuando todo esto pase podamos vernos, frente a frente, con una sonrisa de gratitud por haber sido la compañía que muchas veces estuvimos necesitando durante este tiempo de cuarentena.

Aquí algunas de las historias de nuestros lectores del Periódico EL SUROESTE durante la pandemia del Coronavirus (Covid-19). 


Lorena Vélez, desde Jericó

Mi nombre es Lorena Vélez, tengo 29 años, los mismos que he vivido en el municipio de Jericó. Vivo sola con mi hija de dos años y trabajo como operadora de medios, por eso a pesar de la cuarentena, aún continúo con mi labor… lo que ha cambiado es lo social y lo familiar.

Antes, en mi tiempo de descanso salía con mi hija y mi familia a disfrutar de un helado, una cena, ir a misa, o de simplemente estar en el parque principal en donde todos los niños compartían. Eso ha sido muy complejo, ahora nos hemos visto en la necesidad de lograr que nuestros niños, en medio de su inocencia, no extrañen demasiado esas cosas.

Cuando empezó lo del Covid-19 nos sorprendió la cantidad de sucesos que desató. Sin embargo, nunca pensamos que nos veríamos en esta situación por la probabilidad de contagio. Nos cambió la vida emocionalmente, ahora salimos con temor. Yo, que aún debo ir a laborar, pienso cada día en mi familia, en mi hija, en mis compañeros de trabajo.

Hay familias con poco o nada qué comer. Tenemos miedo a que falte alguien cuando todo esto pase. Tenemos la necesidad de disfrutar un rato de diálogo con algún vecino, algún amigo; ahora comprendemos la necesidad del contacto, de tener a las personas en frente. Nos hemos dado cuenta que en Jericó finalmente somos una comunidad, un municipio unido que piensa en el otro.

Hemos entendido que somos completamente humanos, sensibles a lo que sucede y con la capacidad de enfrentarlo de la mejor manera, como hermanos, amigos, hijos de Dios, con fe y confianza en que todo pasará pronto. Los cambios han sido dolorosos, dejamos de compartir muchas cosas, pero estamos aprendiendo a compartir otras.

Hoy agradezco cada día de sol o de lluvia que podemos disfrutar. Agradezco ver a nuestros abuelos en las bancas del parque, aquellos que con tranquilidad pueden ofrecernos confites y mecato, aquellos que en medio de sus arrugas nos cuentan todas las historias vividas mientras nosotros escuchamos fascinados.

Agradezco el poder salir con mi hija y disfrutar de todo: unos buenos amigos para jugar, un lugar ameno y seguro para ella, disfruto saber que entre todos nos conocemos, que los saludos nunca se niegan…


Luz Marina Rivera Montoya, desde Salgar

“Yo soy una persona muy activa, me encanta ser muy cercana a los estudiantes, hablar con ellos, expresarles palabras de cariño, hacerlos sentir que son importantes. Cada mañana les hago saber que son muy valiosos y le doy gracias a Dios porque ellos están ahí, porque son mi razón de ser, como si fueran mis hijos. Por eso ha sido difícil esta cuarentena. Por ejemplo, los domingos cuando podía salir me encontraba a muchos estudiantes que me saludaban y me abrazaban. Eso lo extraño mucho”.

Luz Marina es docente de primero en la I.E. Julio Restrepo de Salgar. En un día normal se levanta a las 5 a. m. para organizar su casa y llegar puntual a las 6:30 a. m. a abrir la puerta de la escuela. Su felicidad es recibir y saludar a los estudiantes al inicio de la jornada. Ha aprovechado estos tiempos de aislamiento para prepararse más, hacer un diplomado, pasar más tiempo con su familia y descansar.

También extraña las tardes de tinto y anécdotas en el parque con sus amigas y ver a sus vecinos. “Acá hemos vivido épocas muy difíciles. Pero los salgareños tenemos una capacidad de salir adelante en todas las situaciones difíciles. Yo soy una sobreviviente de la avalancha y quedé en la calle con mi hijo pequeño. Pero hemos salido adelante, acá somos muy fuertes”.

Los estudiantes también la extrañan. Los cuadernos no son los mismos sin las notas de la profe y los días de colegio no son iguales sin los abrazos de LuzMa. “Yo debo cuidarme mucho por una enfermedad de base que tengo (cáncer de tiroides), aunque ya fui tratada, debo cuidarme y también a mi mamá y a mi hijo.

Lo más negativo es no poder salir y saber que mi mamá, mis hermanas, mis sobrinos, están a 10 o 15 minuticos y que no podemos compartir juntos. Y por supuesto, lo más triste es no poder ir a la escuela”.


Alejandro Arango Scharlot, desde Fredonia

Soy Alejandro Arango Scharlot, tengo 30 años de edad y vivo hace 20 años en Fredonia; antes vivíamos en Zaragoza, mi mamá es maestra y la trasladaron a este municipio del Suroeste. Mi familia materna es del municipio de Andes. Soy Comunicador – Periodista
egresado de la Corporación Universitaria Lasallista. Trabajo como locutor en Radio Uno Fredonia.

Desde que inició la ‘Cuarentena por la vida’ en Fredonia se tomaron muy bien las medidas. Sin embargo, como el pueblo es muy comercial, esa parte se ha visto muy afectada. Solamente pueden abrir los supermercados, pero aquí también hay comercio agropecuario, bares, cantinas, sectores muy activos que no han podido abrir…

Ahora la gente extraña salir al parque, sentarse en el atrio, en las escalas, donde estaba antes la fuente. Extrañamos eso: ir a comer un vaso de fruta, de papaya, de sandía, salir con los perritos, con los hijos.

Los vecinos del barrio Santa Ana nos hemos ayudado mucho. Eso sí, a los adultos mayores les ha dado muy duro, hay uno que otro que sale y dice: no, es que yo tengo que salir… sentarme en la mañana en la esquina del rompoy a tomar el sol, ver subir los carros de las veredas…

Yo soy de los que un fin de semana, si tengo plata, me voy a visitar los pueblos, invito a alguien: venga vámonos para Santa Bárbara, para Pintada, a algún municipio a tardear. Eso lo extraño demasiado.

 

He estado también muy pendiente de mi familia, que no vayan a creer en cadenas de Whatsapp. Yo les digo: No, esto no es así, esperemos a ver qué dicen las autoridades. Incluso en el barrio me preguntan: “venga, ¿si es verdad esto?” Entonces ya yo les aclaro y les calmo la duda.

En Fredonia usted donde se pare ve paisajes por todos lados. Usted se para en el parque y ve hacia el municipio de Santa Bárbara; se para en el sector del coliseo y ve hacia La Pintada y hacia el norte el departamento de Caldas con algunas veredas; si usted se va para Combia ve todo el cañón del río Cauca y los Farallones del Citará, Tarso, parte de Concordia, ¡Paisajes tan hermosos que tenemos!


Yenny Carolina Ramírez Montoya, desde Salgar

Yenny es inquieta, curiosa, le gusta estar atenta a la información de su región, conversadora y con un corazón, como decimos tradicionalmente, de oro. Ahora pasa sus días en la casa familiar en Salgar, aunque es docente de Lengua Castellana en Caramanta.

En medio de conversaciones virtuales con padres de familia, alumnos, compañeros, directivos, también está pendiente de conocidos y amigos que puedan estar pasando momentos difíciles: los llama y busca ayudas para regalarles sonrisas en los días grises.

Tiene la fortuna de tener a casi toda su familia reunida en Salgar. “Solo hay un hermano que está viviendo lejos”.

De su gente salgareña dice que es cálida con todo el que llega de otros municipios, y aunque por estos días no se permiten las visitas, Yenny hace todo lo posible por hacer sentir a las personas, “así sea a través de una conversación por WhatsApp, como si estuviéramos frente a frente tomando tinto en el parque”.

“Este periodo de cuarentena lo estamos viviendo juntos en familia, cuidándonos mucho y acatando todas las normas. Esperando con mucha paciencia que esto acabe pronto y así volver cada uno a sus actividades. Sabemos que es por nuestro bien, que hay que tener mucha paciencia, y que hay que pedirle mucho a Dios para que salgamos muy bien todos de esta situación”.


Jorge Eliécer Tapias, desde Jericó

Mi nombre es Jorge Eliécer Tapias, vivo en el municipio de Jericó con mi madre y un sobrino. Mi padre falleció a inicios de este año; tenía cáncer.

Soy Técnico en Sistemas y ofrezco mis servicios en mi taller. Mi rutina diaria era ir de mi casa a mi lugar de trabajo y viceversa. En el taller me mantenía seis de los siete días de la semana, y el día de descanso lo aprovechaba para hacer diligencias y compartir con mi familia.

Ahora todo ha cambiado: las calles se ven muy solas en el día, y en la noche aún más. A veces salimos a hacer las diligencias y volvemos a casa. Algunas personas se han reinventado para conseguir dinero y han puesto sus servicios a domicilio.

La situación en el municipio con la cuarentena ha estado compleja, muchos no podemos abrir al público y ofrecer nuestro trabajo. Tenemos mucha angustia porque los días pasan y uno no puede producir. Es muy complejo teniendo en cuenta que las obligaciones siguen ahí. La angustia se apodera aún más de uno porque no se sabe qué va a pasar después de la cuarentena, cómo nos vamos a recuperar de las pérdidas económicas.

En cuanto a mi trabajo tengo inconvenientes porque si necesito traer un repuesto o algún suministro de Medellín, no puedo. La mensajería está costosa y por donde normalmente uno traía cosas, que es por las empresas de transporte, no están operando.

Lo que me mantiene optimista es saber que tengo a mi familia cerca y que hasta el momento ellos están bien de salud. Creo que todo se irá recuperando lento, pero nos recuperaremos. Además, es seguro que habrá muchos cambios, muchas enseñanzas para la vida: una de ellas es que el planeta necesitaba un respiro.

Lo que más me gusta de Jericó es su tranquilidad, la amabilidad de su gente, su unión y sus ganas de emprender cosas nuevas. Además, lo más bonito de mi pueblo, sin duda, son sus paisajes, sus montañas, su clima, los colores de sus casas, el estilo arquitectónico de la iglesia y la catedral.


Juan David Posada, desde Medellín

Mi nombre es Juan David Posada, vivo en Medellín, trabajo como proveedor de servicios tecnológicos para el Suroeste antioqueño, concretamente para la formulación de proyectos y geomática en el territorio.

Al principio de la cuarentena en mi sector había mucho escepticismo, pero cuando ya empezaron a ver que la situación era seria se fueron poniendo más juiciosos. Las personas se han ido adaptando poco a poco.

En mi casa ha pasado igual: nos hemos estado adaptando. Hemos hecho varias cosas para mejorar la vivienda, organizar lugares y objetos de la casa, leer, y en mi caso, realizar algunas actividades laborales que se pueden hacer por internet. Además, hemos estado muy atentos a los reportes diarios de los medios de comunicación.

Al Suroeste viajo desde hace cinco años. He visitado a los municipios de Santa Bárbara, La Pintada, Ciudad Bolívar, Andes y Urrao. Realmente cada uno tiene unas características muy singulares. Y finalmente, ante todo esto que está pasando siento que es indudable que vamos a tener un gran cambio en cómo nos relacionamos.

 


Hulber Olaya Jiménez, desde Concordia

Hulber Olaya Jiménez va al asilo en las mañanas para incentivar la lúdica en los adultos mayores, también les lee cuentos y los acompaña en su día a día con un abrazo o una palabra de aliento. Llegado el mediodía hace una pausa para el almuerzo, porque a las 2 p. m. la caseta comunal abre sus puertas para todos los niños, niñas y adolescentes que quieren aprender a cuidar el medioambiente de la mano y guía de Hulber. Cae la tarde y su misión es ir a la Casa de la Cultura a ensayar con el grupo de danzas.

La rutina le ha cambiado, como a todos. Sin embargo, los planes de seguir trabajando por su comunidad siguen en pie. Está en casa con su madre y sus dos hermanos cumpliendo con responsabilidad el aislamiento y no deja de pensar que se siente orgulloso de Concordia porque sus habitantes han demostrado que la solidaridad es el valor más importante ahora y seguro primará para siempre.

 

Ya volverán las trovas, las visitas a las montañas, los niños corriendo a la caseta comunal, los abrazos con los abuelos y la rutina que seguro cumplirá con más amor que antes. “El lado positivo es que estamos unidos como familia y como sociedad. Es un momento para reflexionar, compartir y servir”.


Silvia Luz Carvajal, desde Jardín

Mis días… salir en la mañana a reunirme con mis amigas al parque a tomarnos un buen café, departir un rato, reír. Luego llegar a mi negocio de abarrotes y granero a trabajar y esperar la tarde para tomarme otro café, ir a piscina o salir a comer. La verdad disfrutaba muchísimo el espacio con mis hijos y con mi esposo.

Era libre y no sabía que era tan feliz. Ahora la vida cambió completamente: cambié la loción por el alcohol y el límpido, el labial por un tapabocas, la crema de manos por unos guantes, y todo el tiempo estoy en son de desinfectar mi negocio.

Hoy recuerdo todo lo que amo de Jardín: su campo, sus ríos, su naturaleza, su aire, su paz, su tranquilidad, su gente, sus calles, su café.

¿Qué es negativo durante este tiempo? Que es incierto el futuro del mundo. Es una tristeza generalizada con mis clientes, con los vendedores. ¿Positivo? Creo que es el 80% positivo… Es un receso al ser humano para encontrarse con uno mismo, es un receso a nuestro planeta que a gritos pedía que lo ayudáramos, es una oportunidad de sacar lo mejor de nosotros en son del beneficio para el otro, de ayudar, de ser generosos, de desprendernos de nuestro orgullo y ser solidarios y caritativos.

Hoy absolutamente toda la humanidad está de igual a igual; todos estamos encerrados, todos estamos temerosos, todos estamos angustiados, pero todos amamos y valoramos nuestra vida.


Fotografía de la portada: Támesis, por Andrés Grisales @andresmechas.

Comentarios
Comparta esta noticia