La amenaza del monocultivo cafetero en el Suroeste

Comparta esta noticia

Por Luis Anibal Parra

Agricultor -Estudiante de filosofía y psicología

La bella composición «el canto del antioqueño», convertida luego en el himno de nuestro departamento, reza: «oh libertad que perfumas, las montañas de mi tierra…». Justo acerca de esas elevaciones en el relieve paisa, quiere generarse alguna modesta opinión a partir de esta columna. Se pretende con ello un diagnóstico de una innegable epidemia que amenaza con convertirlas en aridez; y lejos de cualquier resignación, emprender el camino de acciones prontas que nos abran de nuevo al horizonte de esperanza para las nuevas generaciones.

Resulta indignante el hecho de caminar por los parajes veredales del Suroeste de Antioquia, y no observar la biodiversidad que se podría esperar de una subregión rica en suelos y productiva por naturaleza. El monocultivo del café es un factor tan dominante en la mayoría de nuestros pueblos, que los temas de conversación, el desarrollo monetario, las manifestaciones culturales y los campos de acción para el habitante promedio, se convierten en un círculo vicioso, evidencia extensiva de la realidad de nuestro ecosistema.

Es verdad que la caficultura ha ocupado los renglones de vanguardia en la estructura económica nacional. Tampoco se puede desconocer el aporte significativo de esta actividad para el desarrollo regional durante varias décadas, otorgándonos una identidad social evidente. Lamentablemente, la transición del uso al abuso se convierte en el meollo de toda problemática, y para este caso, no se cuenta con la fortuna de la excepción.

El afán por alcanzar una mayor productividad, ha provocado un acelerado proceso de tecnificación, a nuestro juicio, mal manejado: La densidad de siembra se convirtió en un factor determinante para el cambio, buscando cada vez tener más plantas en un espacio determinado de suelo, reduciendo los espacios entre una y otra; y prescindir de aquellas que proporcionan sombra, como el plátano y el guamo, por mencionar algunas, se consideró en los últimos doce años un avance.

Todo esto sin contar el notable aumento de hectáreas cultivadas en café, en territorios que antes se utilizaban para la siembra de frutas, verduras, hortalizas y pastos donde se albergaban ganados; la garantía de una seguridad alimentaria es menos probable hoy que antes. Los pequeños bosques donde yacen plantas de crecimiento espontáneo, aves y especies salvajes, en torno a los nacimientos de agua, se reducen a la mínima expresión.

Pero, ¿quién esta detrás de la ola expansionista cafetera? Por lo general, los grandes carteles de violencia y narcotráfico son encabezados por unos cuantos capos; así mismo, los flagelos menos evidentes de la sociedad, como la corrupción, llegan a ser tan dañinos como los primeros y coincidencialmente, similares en su estructura. En los ambientes de producción del grano, es cada vez más común apreciar extensos cultivos pertenecientes a un solo dueño, grandes terratenientes propietarios de innumerables fincas, espacios para el beneficio y manipulación del producto, e incluso con capacidad para exportar o llevarlo al mercado local, sin necesidad de agremiaciones o cooperativas.

Por otro lado, quienes poseen pequeñas parcelas, les es difícil alcanzar los estándares de calidad exigidos; debido a los costos elevados de insumos necesarios para el sostenimiento de las plantaciones, la proliferación de plagas incontrolables, y naturalmente, lo inasequible de muchos productos básicos de la canasta familiar. Desde luego, estos factores negativos se originan en el desequilibrio social que pretende hacer aún más ricos a quienes ya lo son, en detrimento de lo poco que poseen quienes se encuentran en condiciones de extrema pobreza; sumado a los fenómenos naturales, que dejan ver la verdad de un planeta desgastado por la implacable mano del ser humano, ensañado en el crecimiento capitalista a toda costa.

Sin embargo, hacer un alto en el camino es todavía oportuno. Nuestros campos todavía tienen la capacidad de producir esos alimentos frescos que requieren las mesas y cocinas, mientras elevan su costo en las plazas. Las bondades del café, solo son reales si no opacan la biodiversidad. Volver a mercar en la finca, es un reto para la actualidad.

Comentarios
Comparta esta noticia