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Visitar la casa de don Alberto y doña Doris es sumergirse en el aroma dulce del chócolo recién molido, el vapor reconfortante de una aguapanela recién hervida y, sobre todo, en el profundo amor que esta familia ha puesto en su proyecto: Arepas de Chócolo El Sol.

En plena pandemia, cuando el mundo se paralizó y muchas familias buscaban cómo sostenerse, nació en Pueblorrico el emprendimiento Arepas de Chócolo El Sol, una iniciativa familiar liderada por don Alberto Sepúlveda y doña Doris Zapata. Aunque el negocio tomó forma en 2020, la tradición y el esfuerzo que lo sostienen tienen raíces mucho más profundas.

Esto empezó en la cocina de la casa, con las manos y un molino prestado”, recuerda don Alberto. Antes de contar con maquinaria eléctrica, pasaba noches enteras moliendo a mano el maíz para sacar entre 25 y 30 paquetes de arepas. Hoy en día, gracias al esfuerzo colectivo y la mejora progresiva del negocio, logran producir entre 80 paquetes diarios, distribuidos en nueve tiendas locales, en mercados campesinos y también en municipios como Andes, Jericó, Támesis, La Pintada, Pueblorrico y Supía.

Cada quince días, don Alberto viaja tres horas hasta Supía, en el departamento de Caldas para buscar nuevos clientes y fortalecer alianzas. Lo hace, entre otras cosas, porque allí consigue la panela que usa en sus recetas. “A veces es duro, pero yo me animo porque creo en lo que hacemos. No quiero dejar morir el campo, porque si el campo muere, ¿qué será de nosotros?”, indicó.

Arepas El Sol es mucho más que un emprendimiento, es un proyecto familiar en el que participan los hijos de don Alberto y doña Doris: Isabella, Matías y Samuel, quienes se encargan de descapachar el maíz, una de las labores más exigentes del proceso. 

También tienen como colaboradora en este proceso a Luisa Fernanda Ramírez, emprendedora de la vereda Mulatico, quien acompaña desde la producción hasta la venta, especialmente en mercados campesinos.

Yo al principio tenía miedo de salir a la calle a vender, no sabía cómo me iban a recibir, pero desde la primera vez, la gente me buscó. El producto se vende solo, porque es 100 % natural”, mencionó Luisa.

Y es que esa es una de las principales características que enorgullece a la familia, sus arepas no contienen conservantes ni harinas añadidas. Sólo llevan maíz, sal, azúcar y un toque de bicarbonato, y se preparan frescas todos los días. “Aquí no hay arepas viejas. Las que hay son de ayer en la tarde, recién hechas”, explica don Alberto.

El nombre del emprendimiento: El Sol,  tiene un origen simbólico y muy personal. Nació en Maceo, región del Magdalena Medio, un pueblo donde don Alberto vivió antes de llegar a Pueblorrico. Allí, el amanecer y la relación con la naturaleza inspiraron el nombre. “Queríamos que el nombre reflejara lo natural del producto y la energía que viene del campo. Nada como el sol para darle sabor y vida a lo que hacemos”.

Además de las arepas de chócolo, la familia ofrece productos complementarios como tortas de cebolla y tortas de bocadillo con queso, con puro espíritu campesino.

Don Alberto recuerda que los inicios no fueron fáciles. Sin maquinaria, sin permisos ni infraestructura adecuada, se lanzaron con lo que tenían. Hoy, gracias al acompañamiento de la Cámara de Comercio y entidades locales, han ido formalizando su negocio, incluyendo el cumplimiento de normas sanitarias y la proyección hacia un empaque al vacío que mejore la conservación del producto.

Uno de los sueños de don Alberto es contar con un local propio y continuar haciendo mejoras en su vivienda para facilitar la producción. 

Por último, este es el mensaje que comparten a quienes están empezando:

«Hay que seguir insistiendo. Vale la pena. Muchas veces uno recibe críticas, pero de todo se aprende. Hay que tener visión clara, buena calidad en el producto y no rendirse. El campo es vida, y no podemos dejar morir las tradiciones que nos dieron nuestros abuelos”.

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