Liliana Cadavid Osorno tenía una rutina. Luego de dejar todo listo en casa, despachar a su marido para el trabajo y dejar a sus dos hijos en la escuela, esta docente de 39 años recorría en su motocicleta de 110 cm cúbicos los 30 kilómetros que hay entre el municipio de Jardín y el corregimiento de Tapartó en Andes, donde trabajaba en el Centro de Desarrollo Infantil.
Cumplía su jornada de manera óptima y disponía todo de manera religiosa para el regreso a casa. El viaje le tomaba poco más de una hora pese a que normalmente se podría hacer en 40 minutos conservando un promedio de velocidad de 50 km por hora.
Le gustaba conducir despacio y predicaba con el ejemplo cuando del tema había que hablar, porque si algo caracterizaba a Liliana era precisamente ser precavida: “Yo manejo despacio… el que tenga afán que me espere”, decía jocosamente a sus compañeras.
El lunes 2 de mayo de 2016 tras haber recorrido casi la mitad del camino de regreso a Jardín y cerca de las 6:00 p.m. esa máxima de precaución que profesaba Liliana no fue suficiente para garantizar que llegara a casa como siempre. En el sector conocido como la Fonda San Bartolo fue impactada por un menor de edad que bajaba a alta velocidad en bicicleta.
Según testigos la ambulancia llegó rápido para trasladar al Hospital San Rafael de Andes tanto a Liliana como al causante del accidente, pero para ella era muy tarde… murió en la sala de urgencias. La causa según el parte médico: traumatismo hepático. El adolescente se fracturó una mano y tuvo una que otra laceración menor.
Bajar desde Jardín en bicicleta es una dinámica de alto riesgo y tristemente usual en la vía hacia Andes. Decenas de jóvenes en sus velocípedos descienden a una velocidad que puede llegar a alcanzar los 80 km por hora. No llevan implementos de protección, no frenan en las curvas y aparentemente no les importa ni su vida ni la de los demás.
“No hacen deporte ni se les puede llamar ciclistas porque para poder ‘descolgar’ primero tienen que subir y créame que no lo hacen pedaleando… se pegan de chivas, buses, camiones o lo que sea que encuentren para que los arrastre. A veces van hasta Jardín pero la mayoría de veces solo suben hasta el resguardo Karmata Rua – Cristianía para bajar muy pero muy rápido”, dice un conductor de taxi de la ruta Andes – Jardín.
La muerte de Liliana es una de las siete ocurridas este año en vías de Andes según los registros de accidentalidad de la Secretaría de Tránsito del departamento, haciendo de la que se conoce como la ‘capital comercial del Suroeste’ la localidad donde más se registran incidentes viales de la región con fatal desenlace.
Según Natalia Marín Agudelo, secretaria de Tránsito en Andes, el exceso de velocidad es la primera causa. “Entre el 12 y el 19 de octubre por ejemplo tuvimos un registro de 25 accidentes en la vía Andes – Tapartó, una cifra bastante alta”, dice con tono de preocupación la funcionaria, quien agrega que pese a que se llevan campañas de pedagogía vial y operativos de control vehicular, se cuentan por centenas los infractores que además de exceder los límites, no respetan las señales de tránsito ni usan el casco reglamentario, o lo que es peor, conducen bajo efectos del alcohol.
El Director de Tránsito departamental, Carlos Alberto Molina, plantea que no se puede trasladar el problema de forma exclusiva a autoridades viales o a conductores. “Aquí el compromiso es de todos y al menos desde la Dirección departamental hacemos la tarea no solo en los 20 municipios del Suroeste que no cuentan con un organismo de tránsito sino en toda Antioquia.
Por eso estamos gestionando lo necesario ante la Agencia Nacional de Seguridad Vial para crear una dependencia departamental que se dedique exclusivamente a velar por la seguridad en las vías; ello nos permitiría acceder a más recursos y contar con más personal encargado de adelantar campañas pedagógicas y operativos de control en las carreteras del departamento”, expuso el funcionario durante el Foro Regional de Seguridad Vial el viernes 21 de octubre en Ciudad Bolívar.
Además prometió la disposición de 40 cámaras de vigilancia (no de foto detección) en la Troncal del Café y otras vías del Suroeste durante el 2017. “La meta es disponer 500 cámaras en los tres años restantes del período gubernativo en todo el departamento”.
Para el docente e investigador de la Facultad Nacional de Salud Pública, Gustavo Cabrera, el Modelo de Gestión de Seguridad Vial -Mogesvi, que se emplea como proyecto piloto en Ciudad Bolívar, tiene un potencial de ayuda importante en la disminución del índice de accidentalidad. Se basa en lineamientos del Plan Decenal de Salud de las Naciones Unidas y comprende tres áreas de acción: fortalecimiento de los organismos locales de tránsito, incremento de la pedagogía vial y mejoramiento de la infraestructura.
“Tenemos que descentralizar tanto recursos como acciones, toda vez que los accidentes ocurren en territorios y contextos muy disímiles al de las grandes urbes, que es donde se ubican los organismos de seguridad vial. Empleando este modelo de gestión hemos visto una reducción importante en Ciudad Bolívar”, precisó el académico.
Las alternativas de seguridad vial se están gestionando pero nunca será suficiente sino se imprime voluntad por parte de conductores para ceñirse a las normas de desplazamiento en vehículo. Las cifras que hoy parecen elevadas serán mínimas en comparación con los años venideros, pues a esa imprudencia se suma el incremento acelerado de ventas de motocicletas, las que más muertes ponen en las vías del país.