Comparta esta noticia
Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

Comentario

 Título:                                   Álvaro, su vida y su siglo

Autor:                                  Juan Esteban Constaín

Género:                               Biografía

Editorial:                              TC impresores S.A.S.

Edición:                                Tercera, 2020

Una buena oportunidad para echarle una mirada y tratar de entender la otra cara de Colombia, la de su élite, esa que ha estado en el poder desde que el país obtuvo su independencia, allá por el año de 1819, y que quedó formalmente establecido como república en la constitución de Cúcuta en el año 1821; esa clase política que, en esencia, ha sido la misma a través de toda su historia y que – guardadas las diferencias y proporciones de cada una de sus etapas –, en sus inicios, estuvo compuesta por los pocos criollos que heredaron el poder de manos de la corona española. Esa oportunidad nos la proporciona la lectura del libro que quiero comentar aquí: Álvaro, su vida y su siglo, de Juan Esteban Constaín. Y es que si hay alguien en quien este escritor puede sintetizar de manera clara la naturaleza y características de la que ha sido la clase dominante, con sus cualidades y defectos, fortalezas y debilidades, luces y sombras, es la figura de Álvaro Gómez y todo el contexto nacional e internacional del que estuvo rodeada la existencia de ese personaje desde su nacimiento el 8 de mayo de 1919 hasta el día de su asesinato, el 2 de noviembre de 1995. Hasta tal punto de que no es exagerado decir – creo yo — que la Colombia del siglo XX y la vida de Gómez estuvieron ligadas por un destino común.

El libro, escrito desde la perspectiva de quien siente por Álvaro Gómez una evidente admiración y respeto, avanza de manera paralela durante buena parte del mismo con la biografía de otra figura, fundamental en la vida de nuestro personaje: la de Laureano Gómez, su padre. Y es que para entender la obra y, especialmente, el pensamiento político de Gómez hijo, hay que entender el pensamiento y la obra de Gómez padre. Un ser humano dueño de una inteligencia y una elocuencia extraordinarias, que encontró en la formación jesuítica de sus primeros años y en la formación matemática de la universidad (se graduó como ingeniero en la Universidad Nacional), los elementos intelectuales que una mente brillante como la suya convirtió en poderosas armas de confrontación al servicio del Régimen — como llamará más tarde el mismo Álvaro Gómez al Sistema — de su momento, con un radicalismo ideológico y una ortodoxia teológico-conservadora extremos, a través de una dialéctica contundente y arrolladora, a lo largo de una vida dedicada a la política y al periodismo, lo que lo llevó a ser calificado de “el monstruo” y otros epítetos parecidos, por sus adversarios contemporáneos, epítetos que, de alguna manera, siguen formando parte del imaginario de tantos colombianos acerca de su figura en la historia posterior. Una personalidad cuyas aristas más controversiales matiza el autor, ubicándolas dentro de un contexto histórico en el que el radicalismo, la refriega a muerte por el control del Estado (incluido el control burocrático) y la destrucción pura y simple del adversario era la tónica normal del debate político por parte de todos los actores del momento. La “maraña trágica de la radicalización de todos los actores”, como llama Constaín a esa característica de la política de la época (Pgs. 141 y 142).

El libro poco a poco va centrando cada vez con más detalle la atención en la persona de un Álvaro Gómez heredero del legado de Laureano Gómez, al que presenta empeñado en reconstruir el periódico El Siglo, diario fundado por su padre, así como el Partido Conservador, que ahora lo encuentra – para su desolación y tristeza — en un estado de postración lamentable, luego de los trágicos hechos del 9 de abril de 1948. En palabras de Gómez, un partido conservador, desarmado, carente de orientación y de medios para actuar, en medio de un gobierno (el de Ospina Pérez) maniatado y claudicante ante el partido liberal, cuyos representantes prefieren la chusma sobre la decencia y una curia eclesiástica dormida sobre las ruinas de las iglesias y el Palacio Arzobispal (Pgs. 226 y 227). Para estos momentos, Álvaro es ya un político reconocido y en esta parte del libro Constaín pone al lector ante un escenario que a mí particularmente me deja perplejo, porque en él se refleja en toda su trágica dimensión la situación de locura, radicalismo y (¿por qué no decirlo?) de estupidez y degradación, en la que cayó el país entero por la incapacidad de su clase dirigente (partidos, iglesia, prensa, entre otros) de encontrar los mecanismos de solución de sus diferencias, llevando de paso a un pueblo aturdido por el odio y la ignorancia a matarse sin sentido alguno.

Una visión de lo que ha sido la clase política colombiana, con todos sus defectos y cualidades, luces y sombras, es la vida de Álvaro Gómez y el contexto social dentro del cual transcurrió su existencia.

Años más tarde y luego de la muerte de su padre (13 de julio de 1965), el libro nos muestra a un Álvaro Gómez como un político avezado, aspirante en varias oportunidades al cargo de presidente de la república sin lograrlo, pero con una influencia cada vez más grande en la vida nacional, de cuya mente salieron iniciativas de gran impacto para el país y con una participación en la reforma constitucional de 1991, al lado de Antonio Navarro y Horacio Serpa, decisiva para la vida del país.

Finalmente, me gustaría llamar la atención por la forma como, según se desprende de este libro (más la inmensa cantidad de documentos que existen al respecto), evolucionó el pensamiento de Gómez Hurtado a lo largo de toda su existencia. En efecto, ya para la década de los 90 del siglo pasado, Gómez era un hombre con una visión racional y pragmática sobre el país que le hubiera gustado ayudar a construir, capaz de asimilar y convertir en una fuente de aprendizaje positiva la dura experiencia que significó para él su secuestro por parte del M-19, período éste dentro del cual plasmó su imagen a través de la biografía escrita en cautiverio. En síntesis, este es un libro que nos ayuda a entender mejor al país que nos tocó vivir a los colombianos, con toda su problemática, sus incoherencias, sus injusticias y una clase dirigente que, al menos hasta el momento, ha sido incapaz de encontrar la ruta para erradicar los problemas estructurales de desigualdad social, atraso y dependencia económica que han caracterizado históricamente a Colombia.

Lea también: Camilo Torres, el cura guerrillero



Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio
Comentarios
Comparta esta noticia