Por María Helena Vivas López* Grupo Puentes
Muchas personas hablan en las redes sociales, casi todas opinan, pero otras solamente hablan de sus viajes, de su buena o problemática vida. Otros polemizan sobre temas de controversia como la eutanasia, el cambio climático, el aborto, la legalización de las drogas y casi todos opinan sobre la política doméstica. Los políticos profesionales, con intención de ser elegidos, y los que ya están en ejercicio, también figuran, opinan y en ocasiones injurian, insultan y calumnian, o crean deliberadamente nuevas polémicas que hagan olvidar las que acaban de pasar.
Los grandes medios de comunicación, los periodistas, las empresas, los gremios, la sociedad civil, y los líderes de opinión, también están en el “enjambre”, para usar la expresión del filósofo Byung-Chul Han (2014).
Según el DANE (Información básica sobre tenencia y uso de TIC, Encuesta Nacional de Calidad de Vida, 2017), el 81,5% de los colombianos de 5 años y más con acceso a Internet, lo utilizaron para las redes sociales, el 67,7% para correo y mensajería, el 63,2% para obtener información (buscar productos o servicios) y solamente el 23,8% consultó medios de comunicación, periódicos, revistas y otros. El “gobierno en línea” todavía es poco utilizado por los colombianos, pues solamente el 6,7% hizo trámites con organismos gubernamentales en la red.
Los datos indican que la realidad en las cabeceras difiere mucho de la que hay en las áreas rurales. Mientras que en la zona urbana el 58,6% de los hogares tiene conexión a Internet, en las zonas llamadas “centros poblados y rural disperso” por el DANE, solamente el 17% tiene acceso a este servicio.
Una ciudadanía formada para el debate y la participación, en la nueva esfera pública digital, requiere poder acceder a información pública, que ahora está disponible en diferentes plataformas, pero no para todos.
Otros aspectos cruciales para una opinión pública como espacio de deliberación ciudadana son: la educación general y política en particular; la protección a la libertad de expresión; el ejercicio profesional, libre y ético del periodismo; el respeto por la movilización y el liderazgo gremial y social, todo lo cual permitiría contribuir a superar la incapacidad de actuar colectivamente, de construir nuevas formas de la política y actuar con mayor serenidad y racionalidad, no guiados por las lógicas de la “sociedad del escándalo”, ya que la red per se no puede garantizar una sociedad más plural y democrática. El trabajo del Estado y los ciudadanos para lograrlo apenas empieza en nuestro país, después del acuerdo de paz.
“Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en virtud de su carácter fluido y de su volatilidad no son apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público. Son demasiado incontrolables, incalculables, inestables, efímeras y amorfas”. (Han, 2014, p.21)