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Por Nicolás Antonio Vásquez López
Cronista

¡Hiaaa!, ¡Hiaaa!, ¡Hiaaa! El rebuzno retumba por el valle, hace las veces de una caja de resonancia gigante, topográfica. El día es cálido, tenue, apaciguado por una sinfonía de aves de toda clase. El Valle tuvo antecedentes vergonzosos de gobierno local: tuertos, corruptos y ventajosos. Primero fueron los cerdos, segundo las gallinas, tercero las cabras y ahora, cuarto, los burros, que vencieron ampliamente en las urnas a los recelosos “patos de estanque”. Las aves palmeadas graznan fraude. Los burros celebran ahítos de heno. El margen fue abismal, a fin de cuentas: La voz del pueblo, es la voz de Dios. Al siguiente día, los letárgicos burritos, conchudos, agitaron sus lomos polvorientos y dejaron de transportar carga pesada. A las siete de la noche anunciaron asamblea para todos los animales del valle. ¡Nadie!, nadie puede faltar, reiteraron. El burro mayor, su líder, asumió el discurso inaugural. Los burros son considerados extrañamente buenos oradores y mejores cuentachistes. Un chiste… al aire y después el baldado de agua fría. “Queridos, buena noche, animales del Valle, gracias por su apoyo, quiero anunciarles 3 cosas importantes”.

  1. Queda prohibido que los pomposos caballos adornen sus crines con cintas, trenzas u otros desagradables ornamentos. Cualquier inquietud, tome un formato, ponga su huella, y fórmese en la fila.
  2. A partir del mediodía de mañana, las raciones de comida serán mermadas; tendrán, para mayor agilidad, una tiquetera. “¿Eso pa qué?”, dijo un conejo, crispado, indignado por los atropellos. Para determinar quiénes de la animalada enfrentan mayor gasto energético, laboriosidad y rendimiento: ¡los burros! —rebuzna el viejo burro.
  3. Después de las diez de la noche, cada loro en su estaca, cada gallina en su gallinero, cada caballo en su pesebrera, cada vaca en su parcela, cada cerdo en su marranera, cada pato en su estanque y así sucesivamente, cada animal correspondiente a nuestra jurisdicción. El gallo tendrá la advertencia de entonar el quiquiriquí, a las tres de la madrugada para efectos de desperezamiento. Cualquier animal sorprendido en flagrancia subversiva será condenado al destierro, inmediatamente; de tener camada, sus descendientes llevarán la señal sobre las testas del gorro de la vergüenza. Los toros, fraguaron un plan, una cornada directa al corazón del burro mayor, sanseacabó. Los burros tienen secuaces escurridizos, ratas; antes del amanecer dejaron por días encerrados a los toros, los dejaron morir de hambre.

¡Hiaa!, ¡Hiaaaa! Los burros están alebrestados… De un portazo, el granjero abre la puerta y ve los burritos en un carrusel de excrementos, alaridos, rebuznos y corcoveos. Se comieron los bultos de marihuana.

Burrocracia, 13 de septiembre de 2025.

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