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Edición 186


La promoción del miedo, la compra del voto, las promesas de contratos para los amigos, la manipulación de los grandes medios, las mentiras y montajes repetidos miles de veces en las redes sociales; todo eso es politiquería, y que usted, ciudadano del Suroeste antioqueño, haga parte de la confusión y piense como millones de colombianos que este es el significado real de la ‘Política’ y que no vale la pena, es resultado de que los politiqueros de siempre estén consiguiendo su objetivo una vez más.

Nosotros no le vamos a hacer el juego a la politiquería que es una desgracia tan grande como la guerra misma; denunciamos que es una práctica tramposa que daña a nuestra sociedad y condena a la muerte, a una vida miserable, a sobrevivir sin dignidad.

La transformación de las condiciones vitales de todos los colombianos es posible a través del fomento de la política, de la política como virtud. No es solo cuestión de invitarlos a creer con esperanza en ello, es poner en acción esa creencia como una posibilidad cierta, real, y no es que antes no tuviéramos esa posibilidad, es que hoy podemos ser más conscientes de ello.

Frente a esta realidad surge un compromiso necesario para mantener la fe puesta en una Colombia mejor: trabajamos para fomentar en nuestros lectores el conocimiento de la política como virtud. Es preciso que cada ciudadano tenga conocimiento de algunas circunstancias inobjetables que hacen a la política: la primera es que en una comunidad siempre habrá desacuerdos de buena fe sobre cuál es la decisión que nos conviene más como sociedad; la segunda es que nadie es poseedor de una verdad que resuelva estos desacuerdos de manera definitiva e incuestionable, por más sabio que sea; y una tercera es que la democracia es el mecanismo más idóneo para tomar decisiones legítimas cuando no logramos ponernos de acuerdo, apelando a la decisión de la mayoría.

Poner esto en práctica es el esfuerzo transformador que puede aportar cada ciudadano: leer los programas de gobierno, ser testigo de los debates, compartir los argumentos, escuchar a otros, debatir, votar consciente de todo lo anterior. Fundamental no olvidar que el otro, con quien estoy en desacuerdo, no es mi enemigo.

La transformación cultural del ejercicio de la política debe ser pedagógica, reiterada en el tiempo, en todo lugar de debate público. Es un camino lento el que se ha transitado en la historia de la humanidad para alcanzar la civilidad, es decir, el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos. Nuestro país es un claro ejemplo de ello; de lo difícil y sangriento que ha sido ese transitar, pero lo viene haciendo desde siglos atrás y ahora se suma a ese esfuerzo la conciencia en nosotros los colombianos, entendiendo que es mejor resolver nuestras diferencias a través de la política que de la guerra, y que esa política no debe ser confundida con politiquería; es deber de cada ciudadano no hacer parte de esta confusión.

Quizá, el resultado de las elecciones presidenciales venideras siga marcando el lento camino que recorremos en la conquista de la dignidad humana en Colombia. Pero sin duda también sabremos que son muchos más colombianos que depositaron en las urnas su voto a conciencia y que fomentaron la virtud política en espacios donde solo había lugar para la politiquería.

*Editorial publicada en 2018, vigente y necesaria. 

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