En el Día Mundial del Medioambiente, cuando el planeta nos llama a reflexionar sobre nuestro impacto y nuestras acciones, vale la pena detenernos a mirar lo que ya se está haciendo.
Ocurrió en Tarso, en un terreno que solía ser llamado “el basurero”. Durante años fue eso: un sitio de disposición de residuos. Hoy, ese mismo lugar respira distinto. Tiene árboles nuevos, juegos hechos con llantas reutilizadas, hortalizas que empiezan a brotar, un mural colectivo que narra esperanza. Ese espacio fue transformado por una comunidad que decidió sembrar futuro.
Esta historia hace parte de una jornada liderada por Concesión La Pintada y su socio Odinsa, en alianza con la Fundación Grupo Argos y su programa de voluntariado Conecta. Se unieron también la Alcaldía Municipal de Tarso, Eco-meta, Empresas Públicas de Tarso, el emprendimiento local Tapices y Colores, y más de 80 voluntarios y miembros de la comunidad.
El objetivo era claro y poderoso: transformar un antiguo punto de acopio de residuos sólidos en un aula ambiental comunitaria. Un lugar donde el arte, la pedagogía, la economía circular y el cuidado mutuo se entrelacen para enseñar y sembrar conciencia.
Cuatro gestos por el planeta
La jornada se desarrolló a través de cuatro intervenciones simultáneas:
- La construcción de un parque infantil con 77 llantas reutilizadas (555.8 kilos de residuo transformado).
- La creación de una huerta comunitaria con canastas decoradas por la comunidad.
- Una jornada de reforestación con árboles nativos como guayacanes y gualandayes.
- Y un mural colectivo, pintado entre jóvenes y adultos mayores, que representa la biodiversidad, el alimento y el ciclo de la vida.
Esta es más que una intervención ambiental; es una lección de ciudadanía, un acto de amor.
Lo que dice la gente que lo hizo posible
Adriana García, creadora de Tapices y Colores en Jericó, convirtió las llantas en juegos llenos de color: “una llanta puede tardar más de mil años en degradarse, pero aquí la convertimos en algo que une. Este parque es un símbolo; queremos que los niños vuelvan a jugar, que las familias vuelvan a compartir. Que vean que algo que parecía basura puede volverse belleza”.
Felipe Correa, de Eco-meta, contó cómo esta empresa regional ha impulsado una verdadera revolución: “en Tarso no había cultura de aprovechamiento de residuos. Hoy recuperamos hasta siete toneladas al mes. Creamos empleo, entregamos incentivos por reciclar y construimos comunidad. Este espacio es un paso más: un aula para seguir enseñando que en los residuos hay oportunidades”.
Leidy Marcela Flórez, residente ambiental de Concesión La Pintada, lo resume así: “aquí no sólo sembramos árboles. Sembramos vínculos. Transformamos residuos en caminos, en huertas, en juego. Este lugar habla de lo que podemos lograr cuando nos conectamos desde el cuidado”.
Francisco Iván Palacio Ortiz, gerente de la Empresa de Servicios Públicos de Tarso, destacó cómo esta iniciativa no sólo transformó un espacio físico: “hoy tenemos más de 800 hogares reciclando activamente. Iniciamos con cuatro recicladores de oficio; hoy tenemos 14. Este voluntariado nos permitió visibilizar un proyecto que comenzó como una apuesta administrativa, y que ahora es el sentimiento de toda una comunidad. Porque en Tarso entendimos que la sostenibilidad no es sólo una meta: es una forma de vivir, y se construye entre todos”.
Comunidad que inspira
Flor Marina Herrera, del grupo de adultos mayores, llegó con su sombrero bien puesto. Tomó una brocha, eligió colores vivos y comenzó a pintar: “antes esto era puro desperdicio – dijo mientras delineaba frutas en el mural – hoy es bonito, lleno de vida. Me siento feliz de haber ayudado, de que mi comunidad ahora tenga un sitio para los niños, para sembrar, para aprender”.
Un poco más allá, bajo el sol de la mañana, Eber Flórez, trabajador del municipio, empujaba la carretilla cargada con material. “Desde las ocho estoy aquí – decía, cansado pero contento – me gusta ser voluntario, me gusta ver cómo entre todos hacemos que esto cambie”.
Y en el mural, entre pinceles y latas de pintura, estaba Elisa Echeverry, aprendiz de la Fundación Grupo Argos, que vivía su primera experiencia como voluntaria. “Me voy feliz – dijo con voz emocionada – aquí entendí que el cambio no empieza en los discursos grandes, sino en lo que cada uno puede hacer con sus manos, con sus ideas, con su voluntad”.
En este Día Mundial del Medioambiente, esta historia de Tarso nos recuerda que las grandes transformaciones empiezan en lo local, en lo concreto, en lo posible. Que cada llanta reutilizada, cada árbol sembrado, cada mural pintado y cada persona convocada a una causa común es parte de la respuesta.En el Día Mundial del Medioambiente, cuando el planeta nos llama a reflexionar sobre nuestro impacto y nuestras acciones, vale la pena detenernos a mirar lo que ya se está haciendo.
Ocurrió en Tarso, en un terreno que solía ser llamado “el basurero”. Durante años fue eso: un sitio de disposición de residuos. Hoy, ese mismo lugar respira distinto. Tiene árboles nuevos, juegos hechos con llantas reutilizadas, hortalizas que empiezan a brotar, un mural colectivo que narra esperanza. Ese espacio fue transformado por una comunidad que decidió sembrar futuro.
Esta historia hace parte de una jornada liderada por Concesión La Pintada y su socio Odinsa, en alianza con la Fundación Grupo Argos y su programa de voluntariado Conecta. Se unieron también la Alcaldía Municipal de Tarso, Eco-meta, Empresas Públicas de Tarso, el emprendimiento local Tapices y Colores, y más de 80 voluntarios y miembros de la comunidad.
El objetivo era claro y poderoso: transformar un antiguo punto de acopio de residuos sólidos en un aula ambiental comunitaria. Un lugar donde el arte, la pedagogía, la economía circular y el cuidado mutuo se entrelacen para enseñar y sembrar conciencia.
Cuatro gestos por el planeta
La jornada se desarrolló a través de cuatro intervenciones simultáneas:
- La construcción de un parque infantil con 77 llantas reutilizadas (555.8 kilos de residuo transformado).
- La creación de una huerta comunitaria con canastas decoradas por la comunidad.
- Una jornada de reforestación con árboles nativos como guayacanes y gualandayes.
- Y un mural colectivo, pintado entre jóvenes y adultos mayores, que representa la biodiversidad, el alimento y el ciclo de la vida.
Esta es más que una intervención ambiental; es una lección de ciudadanía, un acto de amor.
Lo que dice la gente que lo hizo posible
Adriana García, creadora de Tapices y Colores en Jericó, convirtió las llantas en juegos llenos de color: “una llanta puede tardar más de mil años en degradarse, pero aquí la convertimos en algo que une. Este parque es un símbolo; queremos que los niños vuelvan a jugar, que las familias vuelvan a compartir. Que vean que algo que parecía basura puede volverse belleza”.
Felipe Correa, de Eco-meta, contó cómo esta empresa regional ha impulsado una verdadera revolución: “en Tarso no había cultura de aprovechamiento de residuos. Hoy recuperamos hasta siete toneladas al mes. Creamos empleo, entregamos incentivos por reciclar y construimos comunidad. Este espacio es un paso más: un aula para seguir enseñando que en los residuos hay oportunidades”.
Leidy Marcela Flórez, residente ambiental de Concesión La Pintada, lo resume así: “aquí no sólo sembramos árboles. Sembramos vínculos. Transformamos residuos en caminos, en huertas, en juego. Este lugar habla de lo que podemos lograr cuando nos conectamos desde el cuidado”.
Francisco Iván Palacio Ortiz, gerente de la Empresa de Servicios Públicos de Tarso, destacó cómo esta iniciativa no sólo transformó un espacio físico: “hoy tenemos más de 800 hogares reciclando activamente. Iniciamos con cuatro recicladores de oficio; hoy tenemos 14. Este voluntariado nos permitió visibilizar un proyecto que comenzó como una apuesta administrativa, y que ahora es el sentimiento de toda una comunidad. Porque en Tarso entendimos que la sostenibilidad no es sólo una meta: es una forma de vivir, y se construye entre todos”.
Comunidad que inspira
Flor Marina Herrera, del grupo de adultos mayores, llegó con su sombrero bien puesto. Tomó una brocha, eligió colores vivos y comenzó a pintar: “antes esto era puro desperdicio – dijo mientras delineaba frutas en el mural – hoy es bonito, lleno de vida. Me siento feliz de haber ayudado, de que mi comunidad ahora tenga un sitio para los niños, para sembrar, para aprender”.
Un poco más allá, bajo el sol de la mañana, Eber Flórez, trabajador del municipio, empujaba la carretilla cargada con material. “Desde las ocho estoy aquí – decía, cansado pero contento – me gusta ser voluntario, me gusta ver cómo entre todos hacemos que esto cambie”.
Y en el mural, entre pinceles y latas de pintura, estaba Elisa Echeverry, aprendiz de la Fundación Grupo Argos, que vivía su primera experiencia como voluntaria. “Me voy feliz – dijo con voz emocionada – aquí entendí que el cambio no empieza en los discursos grandes, sino en lo que cada uno puede hacer con sus manos, con sus ideas, con su voluntad”.
En este Día Mundial del Medioambiente, esta historia de Tarso nos recuerda que las grandes transformaciones empiezan en lo local, en lo concreto, en lo posible. Que cada llanta reutilizada, cada árbol sembrado, cada mural pintado y cada persona convocada a una causa común es parte de la respuesta.