Algunos olvidan lo que significa que Colombia sea un Estado Social de Derecho, organizado en forma de república unitaria, democrática, participativa y pluralista, entre otras características fundamentales. Un ejemplo que hace palpable esta situación es creer que ser ciudadano es el adjetivo propio de quienes viven en las ciudades. Pero los habitantes del Suroeste somos ciudadanos, como todos los colombianos, porque somos titulares de derechos civiles y políticos, y estamos llamados al cumplimiento de las leyes.
Ser ciudadanos presupone que somos libres e iguales y el Estado existe para garantizarlo. La realidad que vivimos está lejos de tratar a todos los colombianos como iguales y garantizarnos la misma libertad de elegir nuestro destino; es una distancia enorme la que nos separa de esos ideales, del tamaño de la corrupción, del favoritismo, del robo del presupuesto, de la incompetencia de los servidores públicos, pero sobre todo de la generalizada ignorancia política.
El conocimiento que tenemos de nuestros derechos, de la estructura y de finalidad de esa estructura estatal, es determinante para la construcción de una sociedad más democrática, menos corrupta, menos ignorante.
Pero si actuamos con ignorancia, con el desconocimiento de los derechos y de cómo exigirlos, y otros actúan con la mala intención de sacar provecho de ello; lo que terminamos creyendo por fuerza de la costumbre es que “así funciona este país”, convirtiéndose en un rasgo culturalmente aceptado. Si la corrupción es pan de cada día, que se constituya en un delito es una cuestión de oportunidad; “se dejó pillar”, “no hizo bien las cosas”…
Así, quienes cometen estos actos no se dejan “pillar” o han acumulado tanto poder de cuenta de la ignorancia de la gente, que se roban el dinero en las narices de todos. Esta cadena de sucesos hace pobre a la mayoría de los colombianos, los mantiene en la miseria, sin salud, sin educación de calidad, sin la satisfacción de las necesidades básicas. Es una pobreza funcional a la violencia, a la guerra perpetua, al sufrimiento de millones de colombianos, que nos estanca en el tercer mundo, y nos pone muy lejos del bienestar que supone ser en realidad una sociedad democrática.
En suma, no somos tan buenos si no hacemos algo para mejorar los altos índices de ignorancia política que como sociedad y como ciudadanos padecemos.
Pero podemos mejorar, ser una sociedad más democrática, una sociedad que le brinde mayor bienestar y mejores posibilidades a todos sus integrantes. Para ello la educación ciudadana es fundamental. Es una transformación muy grande que requiere de muchos y constantes esfuerzos.
Por ejemplo, ahora que estamos en época electoral para elegir a los ciudadanos que representarán nuestros intereses en el Congreso de la República, es decir, que deberán hacer las leyes para proteger y garantizar los derechos de todos, por los próximos cuatro años, no podemos elegir a los candidatos que van por los pueblos regalando cuadernos, camisetas, “favores”, dinero, para recibir el favor de su voto. ¡Esfuércese, no negocie sus derechos!
Lo que necesitamos como ciudadanos es que esos que aspiran a representarnos nos digan cuáles son sus propuestas para mejorar el sistema de educación, para mejorar el sistema de salud y así deje de ser un negocio para los particulares, que nos digan cómo van a hacer para no subirnos más el IVA, que se comprometan con los ciudadanos y no con la rebaja de impuestos a las multinacionales, etc.
Escuche esas propuestas con atención, reflexione si están en sintonía con sus derechos a recibir un trato justo y digno por parte del Estado, y cuando vote recuerde por quién lo hizo y cuál es su programa, que dentro de cuatro años seguro volverán a pasar por su pueblo con el mismo interés de ser quien mejor representa sus derechos.
Empecemos a mermar esos niveles tan altos de ignorancia política, escuche a sus representantes, sus propuestas y si lo considera deposite en ellos su voto de confianza, no se lo regale a cualquier aparecido. Su voto responsable es una poderosa herramienta de transformación social, no lo desestime.