Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) Ciudad Bolívar
Título: El paraíso de los desterrados
Autores: José Dioniel Benítez y Luis Fernando Restrepo
Género: Novela
Editorial: Editorial Nomos S.A. – Bogotá, D. C.
Primera edición: Abril, 2022
Reseña
En el rincón más occidental de la región del suroeste antioqueño, en donde Bolívar y Salgar — con el caserío de San Gregorio a caballo en una pequeña cordillera enclavada entre ambos pueblos – son, para el momento en el que suceden los hechos (primeras décadas del siglo XX), municipios con no más de 90 años de haber sido fundados, Samuel (el protagonista de la novela), integrante de una familia cafetera en la finca La Gulunga (Salgar), y ya con 20 años de edad, decide tomar en sus manos las riendas de su propio destino para construir por sí mismo lo que todo antioqueño que se respete en aquellos tiempos considera el objetivo fundamental de su vida: abrirse paso en las montañas para tener una buena finca y construir una buena familia.
Es así como Samuel, luego de haber pasado 20 años lidiando con todo tipo de emprendimientos en tierras de colonización en el Valle; luego de haber sido arriero y comerciante en el mundo de las maderas y del tabaco en Puerto Berrío y hasta de haber sido vendedor de perros callejeros engordados artificialmente con agua de panela para poder obtener algún ingreso económico que le permitiera sobrevivir, y luego también de haber dejado tendido en el camino el prospecto de una familia con una mujer de clase distinguida de Salgar (cuyo recuerdo lo acompañará toda la vida), más un amor apenas marginal desechado en Restrepo (Valle), el destino lo lleva finalmente a San Gregorio, en donde su existencia cambiará radicalmente al encontrarse con María Angélica (Maruja) Herrera, profesora de la escuela que él mismo, como corregidor, había ordenado construir, con quien formó el hogar tan anhelado y de paso, le permitió sentar cabeza para orientar su esfuerzo hacia su otro objetivo: tener su propia finca cafetera, primero en el Carmen de Atrato luego en el Concilio, corregimiento de Salgar. Allí la familia, de la cual formaban parte en cierta forma también Eleazar, su hermano por adopción y Candelaria Rebeca García, la partera que los acompañó por mucho tiempo, por fin podía llevar una vida tranquila y poseer escuela por los hijos.
¡Pero un día y — literalmente — de la noche a la mañana, todo cambió! Corría el mes de abril de 1948 y el día 9 había sido asesinado en Bogotá el político Jorge Eliécer Gaitán, la persona que para una gran cantidad de colombianos sufridos representaba la esperanza y por quien Maruja sentía una profunda devoción, hasta el punto de que uno de los hijos del matrimonio llevaba el mismo nombre del líder muerto. El país entró entonces en un estado de agitación inimaginable, en el que quienes llevaron la peor suerte fueron los liberales. Aunque Samuel jamás perteneció a partido político alguno, fue obligado a abandonar su hogar y su finca e irse para Salgar en busca de refugio, amenazado por una banda de fanáticos que representaban el poder, acusado de ser comunista, ateo y liberal.
La familia Restrepo Herrera no tendría paz tampoco en el caso urbano; finalmente y ante el riesgo de perder incluso la vida, esta terminó viviendo en Medellín de donde, meses después, partiría para el norte de Antioquia en donde la suerte le vuelve a sonreír a Samuel, amasando una pequeña fortuna con fincas de café, para terminar, al final de sus años, de nuevo en la capital antioqueña, esta vez como dueño de un próspero negocio de préstamos tan exitoso que hasta los bancos lo llegaron a ver como una amenaza.
Pero llegó el día fatídico en el que murió Maruja, quien había sido no solo el amor sino también el polo a tierra de la familia, lo que sumió a Samuel en una profunda depresión. Su vida había cambiado para siempre. El negocio de los préstamos, sin quien llevara las cuentas y quien cobrara, decayó hasta se esfumarse totalmente, a lo cual se le sumó la noticia de que Eleazar, el querido hermano adoptado, había muerto también por esos días, lo que hizo profundizar aún más su estado de tristeza.
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La muerte le llegó a Samuel a sus 85 años, el 19 de marzo (día de San José) de 1982. Para ese momento, sin embargo, la familia Restrepo Herrera ya había logrado educarse y llevar una buena calidad de vida. Los sueños del campesino de la finca de la Gulunga habían sido logrados holgadamente, lo que le permitió a Samuel morir en paz con su conciencia.
COMENTARIO:
Esta novela es un libro muy interesante para la región del Suroeste antioqueño, especialmente para Bolívar, San Gregorio y Salgar, así como para quien quiera profundizar sobre la idiosincrasia y orígenes de nuestra región, porque, además de que uno de sus autores (Luis Fernando Restrepo) es hijo del protagonista de la historia y es, por tanto, oriundo de Salgar, está ambientado en una época sobre la cual personalmente conozco muy poca bibliografía. Si bien la obra, por ser una novela y no una biografía, no puede ser tomada en toda su extensión como referencia bibliográfica para efectos de verificación de hechos históricos, sí le permite al lector hacerse a una idea muy realista del ambiente social y político que se vivía en esta región en la primera mitad del siglo XX, el que queda aquí nítidamente reflejado. Personalmente, me parece un libro bien escrito y agradable de leer, lo que le facilita al lector seguir el hilo de la narración y descifrar el mensaje que – como en toda novela — hay detrás de esta obra de literatura, el que yo sintetizaría así: no hay nada más poderoso en el mundo que el amor de una familia para derribar los obstáculos que la vida se encarga de poner en el camino de quien busca la realización de sus sueños.
Rubén Darío González