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Escucho la canción de Garzón y Collazos antes de hablar con Judith Avello. Tarareo una y otra vez: “Cobija de cuna paisa, sombra fiel de mis abuelos y tesoro de la patria. Sabor de pecado dulce y dulce calor de faldas, grita con sus cuatro puntas, el abrazo de la ruana”. Busco mi ruana y detallo cada uno de sus hilos, sus cuatro puntas, el hueco en la mitad, su suavidad. No tengo certeza de los años que tiene, es una herencia familiar que guarda recuerdos y fríos de otros tiempos. También guarda los míos. Quiero una nueva ruana para un regalo, y en esa misión conozco a Judith.

“Hace muchos años había unas señoras que hacían ruanas en Caramanta, como acá había ovejas, las señoras hacían unas ruanas, pero esa tradición se fue extinguiendo y por eso fue necesario recuperar ese saber”, relata Judith. La maratón del tejido comenzó en el segundo semestre del 2018 con un gran reto: elaborar en menos de un mes todas las ruanas posibles antes de que comenzaran las Fiestas de la Ruana en noviembre. Con micrófono en mano, Judith conformó un grupo de mujeres tejedoras que sabían manejar máquinas planas y otros elementos necesarios para su elaboración. En años pasados visitó Marulanda en el departamento de Caldas, y observó el proceso con detalle. Las máquinas empezaron su sinfonía y las ruanas volvieron.

“Teníamos ganas y empezamos a trabajar. Nos movimos. En dos semanas se hizo una pila de ruanas tejidas ¡muy bonitas! Las mujeres quedaron encantadas con el proyecto porque se pudo reactivar el conocimiento de tejer las ruanas y así mismo generó un emprendimiento. Conocemos que hay gente aquí que sabe hacer el proceso y así lo hicimos, queremos seguir adelante para que vengan, conozcan y compren las ruanas a las mujeres de Caramanta”.

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