Comparta esta noticia
Por Roberto Antonio Caro Serna
Corresponsal Suroeste

En Ciudad Bolívar, hablar de don Francisco Olaya es hablar de palabra, carácter y una vida al servicio de la comunidad. Su partida, a sus más de cien años, no sólo conmueve a quienes lo conocieron, sino que deja una huella imborrable en la historia cívica y política del municipio.

Don Francisco fue mucho más que un ciudadano ejemplar. Arriero de origen y líder conservador por convicción, fue durante décadas un referente moral y político en la región. Su voz pausada, su mirada firme y su forma respetuosa de actuar hicieron de él un hombre de palabra -de una sola palabra-, como solían decir quienes lo frecuentaban.

En tiempos de campaña, su casa era una parada obligada para los candidatos al Concejo o a la Alcaldía. No se trataba sólo de respaldo político, sino de sabiduría. Escuchar sus consejos era una especie de ritual necesario para entender el pulso del pueblo, el sentir de la comunidad, las prioridades verdaderas. Fiel al Partido Conservador, don Francisco lo defendía con calma, argumentos y pasión. Perteneció a la histórica “Casa Conservadora” de Ciudad Bolívar, junto a figuras como los Rincón, los Puerta, los Vásquez, y el también recordado don Antonio Higuita, quienes durante décadas orientaron las ideas y acciones de quienes aspiraban a liderar el municipio.

Don Francisco fue testigo de los grandes cambios de su pueblo. Vio nacer caminos, escuelas, obras de infraestructura que alguna vez mencionó como sueños y luego se hicieron realidad. Su palabra tenía peso, porque siempre fue coherente entre lo que pensaba, decía y hacía. Su forma de entender la política era sencilla pero profunda: servir y no servirse, sumar y no dividir.

Padre de una familia ejemplar, su vida privada también fue reflejo de sus valores públicos. En su hogar se cultivaron el respeto, la unidad y el sentido de pertenencia. Fue un hombre que formó con el ejemplo, que acompañó con ternura y que guió con firmeza.

Conversar con él era un verdadero placer. Su humor sutil y su memoria prodigiosa convertían un tinto en una lección de historia, en un viaje por el pasado y el presente del Suroeste antioqueño. Su capacidad para escuchar y orientar lo convirtieron en un maestro silencioso para muchos líderes jóvenes que hoy lo recuerdan con admiración.

Ciudad Bolívar pierde a uno de sus más grandes patriarcas. Su legado no será fácil de igualar, pero su ejemplo quedará como guía para quienes siguen creyendo en el liderazgo con valores, en la política con alma, y en la palabra como compromiso.

A su familia, el más sentido pésame. Que el dolor se convierta en gratitud, y la tristeza en el orgullo de haber compartido la vida con un hombre que ya hace parte de la historia de nuestro Suroeste.

Lea también: En Fredonia: Samuel Muñoz, un joven deportista que espera conquistar estadios en Argentina

Comentarios
Comparta esta noticia