Cada 22 de marzo, el mundo se detiene un momento para hablar del agua. No como un recurso cualquiera, sino como ese elemento vital que hace posible la vida en todas sus formas. Desde la gota que bebemos hasta el río que riega los cultivos, el agua está en todo y nos conecta con la naturaleza, con nuestros vecinos y con las futuras generaciones.
Pero, ¿por qué necesitamos un día para hablar del agua? Porque, aunque parezca abundante, no toda el agua es potable ni está disponible para todos. Según datos de las Naciones Unidas, más de 2.200 millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura y alrededor de 4.200 millones carecen de servicios de saneamiento también seguros. Además, al menos 2.000 millones de personas viven en países con escasez hídrica.
¿Qué está pasando con el agua?
En muchos territorios, los ríos están contaminados, los bosques que protegen las fuentes hídricas están siendo talados y el cambio climático está alterando los ciclos del agua. Lluvias extremas, sequías prolongadas y pérdida de nacimientos de agua son señales claras de que algo no anda bien.
Este año, el lema del Día Mundial del Agua es “Agua para la paz”, pero está articulado con la proclamación de 2025 como Año Internacional de la Preservación de los Glaciares, una decisión tomada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para crear conciencia sobre la amenaza que enfrenta uno de los mayores reservorios de agua dulce del planeta. Los glaciares están retrocediendo a un ritmo acelerado por efecto del calentamiento global, lo cual pone en riesgo el acceso al agua de millones de personas en todo el mundo.
¿Qué podemos hacer desde lo cotidiano?
•Cerrar la llave mientras nos enjabonamos.
•Reutilizar el agua cuando sea posible
•No arrojar aceites ni químicos por el lavaplatos
•Participar en jornadas de limpieza de fuentes hídricas
•Sembrar árboles, especialmente en zonas cercanas a nacimientos de agua.
•Denunciar vertimientos ilegales o captaciones sin permiso.
El agua no es sólo un tema técnico ni de expertos. Es un asunto de todos. Desde la escuela, el campo, la ciudad, las instituciones y los hogares, podemos crear una cultura del agua basada en el respeto, la solidaridad y la sostenibilidad.
En el Suroeste antioqueño, donde las montañas respiran neblina y el agua brota por todos los caminos, tenemos el privilegio y la responsabilidad de cuidar nuestras fuentes. Desde los cafetales hasta las veredas más altas, cada acción cuenta. Cuidar el agua aquí es proteger nuestra identidad, nuestras tradiciones y la vida que fluye entre quebradas, ríos y nacimientos.