Don Mario Montoya Cortés falleció recientemente, dejando tras de sí una huella profunda en la historia y el corazón del municipio de Amagá. Fue alcalde del municipio de Jardín, promotor incansable del civismo, la cultura y el deporte, y autor de dos libros que condensan su visión de pueblo y de país: Los hijos de mi pueblo y Normas sin normas: 100 notas al pie para un futuro alcalde.
Político, gestor cultural, escritor y, sobre todo, un hombre del pueblo, su voz -honesta, cálida y comprometida- sigue viva en esta entrevista realizada por Álbaro Valencia, quien en vida fue nuestro director y un apasionado por contar las historias que tejen la identidad de nuestra región.
Este fragmento de diálogo que transcribimos fue grabado el 18 de junio de 2009, un día después de que don Mario cumpliera 64 años, para el programa Testimonios de Vida del canal comunitario de Amagá Televisión. Hoy, 16 años después, lo compartimos como una forma de honrar la memoria de dos hombres que vivieron para servir a su comunidad.
Ver el registro en video de la entrevista aquí
Álbaro Valencia: Amigos del canal comunitario de Amagá Televisión, bienvenidos al programa Testimonio. Este es un espacio periodístico para compartir con ustedes testimonios de la vida de personajes del municipio de Amagá. Personas que han pasado, que han vivido, que volvieron, que regresan, en fin. Testimonio es un espacio para el reconocimiento del aporte que se hace de las personas a la cultura local y regional.
Qué rico tener en esta oportunidad a don Mario Montoya Cortés, hombre nacido el 17 de junio de 1945, acaba de cumplir 64 años el día de ayer. Y nos alegra mucho tenerlo acá, un personaje de la talla de él: hombre cívico, directivo, promotor del deporte, de los eventos culturales y artísticos, líder político también, presentador en una época histórica del municipio de Amagá, personero.
Don Mario Montoya Cortés, bienvenido al programa. Todas esas ocupaciones usted tiene que colaborarnos porque la vida es interminable. Muchas gracias por estar aquí con nosotros en el canal comunitario.
Mario Montoya Cortés: No, Álbaro, al contrario, las gracias debo dárselas a usted y al canal que me propician esta oportunidad para darle a conocer a toda la comunidad de Amagá mis experiencias administrativas y políticas a través de dos libros que próximamente presentaré al pueblo de Amagá.
Álbaro Valencia: Esa es una de las razones por las que está aquí don Mario para hablarnos de sus dos textos, fruto de un trabajo de investigación, de recuperar la historia cultural del municipio de Amagá. Para ubicar un poquito a quienes nos están viendo, sobre todo a la gente de la última generación, don Mario tenía un negocio de distribuidor a Brasilia, que era un negocio muy grande aquí en el municipio de Amagá, en toda la esquina del atrio, donde hoy es la ferretería de Los Álvarez, diagonal a Ramitama. Don Mario Montoya, preséntese a la gente de ahora. ¿Quién es don Mario Montoya? Términos suyos.
Mario Montoya Cortés: Bueno, no, gracias. Pues un hombre común y corriente, un hombre de a pie, montañero y campesino como todo el mundo, que se hizo a pulso. Yo provengo de una familia en su mayoría pobre, pero honorable, como toda la generación de nuestra época. No alcancé a terminar mis estudios de bachillerato con las urgencias económicas que se vivían en esa época, por lo que me incorporé prematuramente al trabajo, sirviendo primero como mandadero, como desyerbando las calles del pueblo cuando eran empedradas, con mi gran amigo Norberto Echavarría, que acaba de morir, y posteriormente fui cartero, luego telegrafista. Pasé, después de que hubo el robo, a la Caja Agraria, en el año 62, como portero archivero, y allí hice mi recorrido bancario hasta llegar a gerente en el municipio de Yolombó.
Estando acá, estuve como portero archivero, contador auxiliar, contador secretario y cajero, y de allí pasé como gerente al municipio de Yolombó. Ya estando allá, en ese entonces, yo le llevaba la contabilidad a don Eugenio Restrepo, un almacén muy grande que quedaba diagonal a la alcaldía. Don Eugenio lamentablemente hace mucho tiempo murió. Entonces, como dije, yo le llevaba la contabilidad, pero ante la premura de él para tener quién le ayudara, me ofreció su negocio como administrador general y como socio industrial, siendo él el socio capitalista. Allí estuve cuatro años y posteriormente fundé la discoteca Brasilia. La discoteca la rifé en un momento porque me iba para Estados Unidos, pero don Juan Montoya Correa una vez me dijo que por qué no montábamos un negocio juntos. Entonces, en lugar de irme para Estados Unidos, fundé con don Juan la distribuidora Brasilia en el año 74.
Estando en Brasilia, comencé a patrocinar toda clase de eventos deportivos, culturales, políticos. En el 75, por ejemplo, bajo el patrocinio de la distribuidora, se hizo la primera maratón Brasilia a nivel del Suroeste, en donde ganó uno de los grandes atletas que ha tenido el municipio, el inmortal Tiberio Amaya, que es de La Albania. El mismo día hice también la tercera caminata que se celebró en el país en beneficio del asilo de ancianos. Esas caminatas se iniciaron por iniciativa del entonces presentador de televisión Andrés Pastrana Arango, que hizo la primera caminata en Bogotá. Y luego el actual gerente del Metro de Medellín, don Ramiro Márquez, hizo la segunda caminata en el país en Ciudad Bolívar. La tercera la hice yo, y fue un evento extraordinario, no sólo cívico, sino deportivo. En ese entonces yo era amante del tango, y aún lo sigo siendo, y visitante permanente de la Casa Gardeliana. Por lo que me hice muy amigo de los famosos cantantes argentinos, Armando Moreno, Juan Carlos Godoy y Rodolfo Mancini, y por esa amistad ellos me acompañaron gratuitamente a hacer el recorrido de la caminata durante todo el día. Estuvieron conmigo en Amagá, estuvieron todos cantando por el pueblo sus tangos. Ellos eran mundialmente reconocidos, afamados, y un gran amigo que era periodista, locutor y presentador, propietario de Radio Suroeste de Concordia, Pedro Nel Sánchez Pisa, transmitió en vivo y en directo todo el evento deportivo de la maratón y de la caminata. Ese fue un espectáculo extraordinario.
Alternativamente, y conjuntamente también, con mi primo hermano, el escritor Julio Moreno Montoya, que escribió la primera monografía de Amagá. Ambos, por ser de espíritu bohemio y romántico, teníamos gran admiración y afecto por el inmortal maestro Espinosa, José Antonio Espinosa. Como condición mía, para celebrarse la caminata en beneficio del asilo, propuse a la Junta Directiva, que conforme con el padre Hugo Velásquez, que el 20 % del producto de la caminata le fuera entregado a Estefanía, la esposa del maestro, porque en ese entonces estaban viviendo una lamentable situación económica. Ese día Julio Moreno hizo un extraordinario y hermoso discurso, exaltando la grandeza del maestro. Posteriormente, a los tres meses murió, en donde también yo le hice un reconocimiento de despedida en un discurso en el cementerio, en el momento de su entierro. Fue así como siguió mi actividad cultural, política, cívica, deportiva, apoyando a los estudiantes que vivían en el campo, a todos los campesinos pobres, no a todos. Eran 17 muchachos y muchachas a quienes les brindé becas, estímulos, alimentación, libros, todo lo que necesitaban para sus estudios, y toda clase de eventos deportivos los patrocinaba mi negocio.
Álbaro Valencia: ¿De dónde surge ese compromiso, esa solidaridad suya? ¿De dónde viene?
Mario Montoya Cortés: Hombre, no, eso es natural. Lo que pasa es que yo, como no tuve estudios serios ni académicos, mi espíritu siempre fue alimentándose con la cultura, con la música, con el arte, con la educación, y eso fue forjándome a mí. Entonces me volví un lector, un ratón de biblioteca, y leí toda clase de obras desde los inmortales de la historia, los humanistas, los filósofos, los contemporáneos, toda clase de libros. Entonces fui alimentando mi espíritu con esto, y fue creciendo y naciendo en mí la voluntad de servir a los demás, cuando precisamente en mi época de niñez, en donde nunca tuve nada, y cuando logré tener algo, quise como alimentarme internamente y emocionalmente para ayudarle a los que tenían alguna necesidad. Ya finalmente, en el año 82, tuve una gran depresión económica y mi negocio quebró, por lo que tuve que cerrar el negocio porque lo embargaron, habiendo quedado totalmente sin dónde irme, ni dónde quedarme, y sin con qué.
Álbaro Valencia: ¿Qué es lo que hace que un hombre próspero como usted, con toda esa disponibilidad, disposición y actitud solidaria de apoyo a la cultura, al deporte, a los niños, estudiantes, lo que nos está comentando, que incidió para que un negocio, el mejor negocio de Amagá en ese momento, se quebrara? ¿Qué pasó?
Mario Montoya Cortés: No, yo no fui un hombre próspero. Próspero en sueños, ilusiones e ideales. Simplemente vi la necesidad de apoyar a los jóvenes promesas. Mira, en esa época hubo un hombre, un muchacho de La Albania, que jamás volví a ver, que de todo el mundo le decía Mampurreto, un gran ciclista y escalador que jamás tuvo Amagá. Se ganó casi todas las clásicas ciclísticas que patrociné. Que se hicieron aquí. En ese entonces también ya el que llamaban el Loco Álvarez, de la discoteca. No sé qué estará haciendo ahora. Él fue un gran deportista y tenía un gran estilo para montar en bicicleta. Y como yo soy fanático del ciclismo y del atletismo, entonces eso me motivó y me emocionó mucho. En una de las clásicas ciclísticas que hice, estuve acompañado por uno de los grandes mundialmente del ciclismo, Julio Arrastía Bricca, a quien le decían el Viejo Macanudo y la Biblia del ciclismo. Entonces estuve con él, con el gran Mario Papaya Vanegas. Estuve con Parlante Agudelo, con Papaya Vanegas, con Cochise Rodríguez, recorriendo una de las clásicas que hice. Entonces así pues sería muy prolijo y muy largo comentar todo el recorrido deportivo y cultural que yo tuve y que patrociné. Pero como era fanático de todo eso, entonces, además era el presentador oficial en todas partes. A mí me tocó hacer la presentación del entonces candidato Belisario Betancur, en el 82, cuando llegó a acá a Amagá a la campaña. Y entonces yo tenía muchas inquietudes como joven. Pero como le digo, de entusiasmo, de emoción, de sueños, de ilusiones. Aunque la prosperidad económica pues, como le digo, terminó cuando mi negocio quebró.
Álbaro Valencia: Pero como testimonio, ¿qué fue el factor, los factores que hicieron que llegara a quebrar un negocio tan próspero? Porque esas cosas hay que aprender, ¿cierto?
Mario Montoya Cortés: Sí, naturalmente. Lo que sucede es que los negocios no se quiebran sólo por el mal manejo de los propietarios de los negocios. Hay muchas situaciones. Por ejemplo, la falta de ventas. Por ejemplo, los créditos. A mí me ocurrieron cinco eventos muy grandes que me descapitalizaron totalmente, que precisamente en el libro estoy contando. Que es por primera vez que yo abro la boca -mejor, las páginas de un libro- para contar cuál fue el real motivo por el que me quebré. Fueron cosas muy grandes que me descapitalizaron, entonces mis acreedores, cuando se dieron cuenta que no tenía solvencia económica, entonces me quitaron todas mis propiedades. Tenía siete carros. Tenía una casa finca en Camilo C. Tenía mi casa en el pueblo. Tenía mi negocio. Entonces, todo me lo embargaron y todo me lo quitaron.
Álbaro Valencia: Pero, don Mario, una cosa. Dándole la vuelta al asunto, yo quiero coger uno de los aspectos suyos y es la vida pública. Usted habló ahorita de que había sido personero en Amagá, pero también usted llegó a ser alcalde del municipio de Jardín. Cuéntenos un poquito del proceso de vida pública suyo.
Mario Montoya Cortés: Sí. Cuando yo era mandadero en el pueblo y cuando era mesero en la mayoría de las cantinas del pueblo.
Álbaro Valencia: ¿De qué edad está hablando usted?
Mario Montoya Cortés: Del año sesenta y dos. Tenía quince años. Quince años. Más o menos. Tenía quince o dieciséis años. Entonces, un telegrafista que llegó al pueblo me nombró como cartero del municipio. Estando de cartero, como dije antes, ocurrió un robo que causó gran revuelo y mucho escándalo en todo el país entonces porque era una gigantesca suma de dinero que se robó un gerente que había en ese entonces.
Álbaro Valencia: ¿En la Caja Agraria?
Mario Montoya Cortés: En la Caja Agraria. En esa época se robaron cuatrocientos cuarenta y dos mil pesos, que como decíamos los montañeros, era un cajonado de plata. Entonces eso causó mucho revuelo en el país y en los titulares de prensa. Y como llegó en ese entonces don Antonio Arango Martínez como nuevo gerente a reemplazar al que se robó la caja, don Antonio es el padre del ahora filósofo y gran intelectual Diego León Arango, que viene mucho a Amagá. Y don Antonio me nombró como cartero archivero. Allí en la Caja hice todo el recorrido bancario. Ya también lo conté antes que después llegué a ser gerente de la Caja Agraria en Yolombó porque yo tuve siempre un espíritu lector y yo aprendí mucho de crédito, de hipotecas, de todas las cuestiones contables y comerciales.
Y como personero, estando de propietario de la distribuidora Brasilia, como la mayoría de los políticos de entonces tenían un buen concepto de mi persona, me propusieron al Concejo para que fuera el personero de Amagá. Y el entonces gran intelectual liberal, que era contrario a mí políticamente, que soy conservador, fue el que más me brindó apoyo y me hizo nombrar personero. Me presentó como candidato a personero y estuve en el año 77. Y estando allí me correspondió vivir la tragedia del 14 de julio del 77 de la mina.
Allí quiero recordarle a Álbaro una anécdota muy triste y muy lamentable. En esa tragedia en donde murieron 86 mineros, perecieron dos grandes amigos míos, Francisco Luis Madrid, a quien llamábamos todos Pacho Madrid, y Joaquín Herrera, que era el director técnico de la Selección de Amagá y era el caporal de Cisneros Llega. Entonces, la anécdota triste que quiero comentar es que Pacho Madrid, cuando yo llegué a la mina donde ocurrió la tragedia, hablé con él. Y me dijo: “yo me salvé milagrosamente porque la onda explosiva de la mina me botó hacia afuera. Me botó hacia afuera y me salvé de morir. Pero voy a entrar enseguida a ver qué puedo hacer, a quién le puedo ayudar”. Y fatalmente, a la media hora, llegó la noticia a todos de que Pacho había fallecido también con el efecto del gas grisú. Eso pues me produjo mucha consternación y mucha tristeza. Y además también cuando supe que mi gran amigo Joaquín también había perecido. Eso fue un hecho muy lamentable.
Álbaro Valencia: ¿Qué circunstancias se dieron para que usted fuera alcalde de Jardín?
Mario Montoya Cortés: Como en esa época yo tenía mucho contacto con los grandes políticos del país, con Diego Calle Restrepo, con Valderrama, con el actual ministro del Interior y de Justicia, Fabio Valencia. Siempre tenía contacto permanente con ellos. Entonces, cuando me fui de Amagá en el año 82, Valderrama era embajador en España. Entonces yo le escribí pidiéndole apoyo y él, a través de sus influencias, me hizo nombrar alcalde de Jardín.
Estando como alcalde allí, en el pueblo más bonito de Antioquia, me tocó la organización de la primera consulta popular que se celebró en todo el Suroeste para que todo el pueblo dijera sí o no a la elección de alcaldes, como en efecto sucedió. Allí llegaron todos los concejales, todos los alcaldes, todos los personeros de todos los municipios del Suroeste antioqueño y llegó también la prensa nacional, todos los políticos encopetados del país y eso fue una gran afluencia de gente.
Allí nació -yo digo que Jardín es la cuna de la elección popular de alcaldes- porque precisamente por haberse celebrado esa consulta popular y por haberse hecho allí la votación, en donde el pueblo dijo sí a la iniciativa, comenzó a gestarse la elección de alcaldes que posteriormente fue aprobada mediante ley. Yo tuve que renunciar como alcalde cuando el presidente Barco ganó, por orden del expresidente Misael Pastrana Borrero, para que todos los alcaldes conservadores renunciáramos. Por lo tanto, yo fui el último alcalde nombrado por decreto en el departamento y fui el que le entregó al primer alcalde por elección popular en Jardín.
Álbaro Valencia: en uno de los libros de su autoría, tiene una cosa muy bonita, una propuesta muy bonita a partir de esa experiencia.
Mario Montoya Cortés: Sí, precisamente en la carátula se muestra el Palacio Municipal de Jardín porque fue, como le digo, un acto histórico. El libro se llama Normas sin normas: 100 notas al pie para un futuro alcalde, en donde yo hago 100 recomendaciones elementales basadas precisamente en mis experiencias administrativas y políticas como concejal, como personero, como agente de la Caja Agraria, como empleado del Ministerio de Comunicaciones. Entonces, basado en esas experiencias, hago esas 100 recomendaciones en donde yo manifiesto cómo creo que debe ser un buen alcalde y en el texto hago varias propuestas para incentivar el turismo en todo el municipio del país y cómo debe gobernarse y también para tener iniciativas sobre el empleo. Allí, por ejemplo, hablo de una cosa que llamo en el libro la FIE, la Fábrica de Ideas para el Empleo y propongo una serie de iniciativas que ojalá puedan retomarse.
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