Editorial. Escuchar para construir una verdad que no descalifique ni niegue al otro

Fotografía: Alejandro Vásquez
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No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra”, Estanislao Zuleta.

Una sociedad pluralista y heterogénea no se cimienta sobre verdades absolutas, sino que se construye a partir de acuerdos fundamentales sobre las cuestiones más básicas atinentes a la vida de las mujeres y hombres que la constituyen.

Vivir bajo el gobierno de las leyes y según los preceptos democráticos es el modelo de estructuración social que se corresponde con la igual dignidad de todos los seres humanos. Por el solo hecho de ser, tenemos las mismas garantías, los mismos derechos, y la opinión de un hombre o una mujer, por destacada que sea su personalidad, no es más valiosa como para desconocer el igual derecho que otros tienen a opinar y a decidir sobre lo que consideran fundamental en la vida de todos los que componemos el grupo social.

Pero la realidad nuestra, toda idea que tenemos de lo que nos circunda, como antioqueños, como colombianos, como sociedad, lejos está de la implementación del modelo. Vivimos el modelo de Estado Social de Derecho como un ideal irrealizable, ilusorio, maltrecho por la abundante y cotidiana corrupción, por las trampas a los mecanismos de participación democrática.

¿Qué hacer entonces? Volver al origen puede ser una opción para disminuir la brecha entre la realidad y el modelo, recordemos que el modelo es acorde con nuestras circunstancias; una sociedad compuesta por hombres y mujeres muy diferentes entre sí, pero con la misma dignidad. Volver al origen podría tratarse del fomento de un sentido del que todos somos capaces: Escuchar.

Escuchar al otro es validar su particular cosmovisión del mundo, es aceptar que tiene derecho a ella tanto como yo. Es validar un acuerdo fundamental para vivir en comunidad respetando la singularidad de cada quien. Cada sujeto de derechos y obligaciones es portador de una verdad, su verdad; el desafío superador para vivir mejor en la esfera privada y pública consiste en construir una verdad que no descalifique ni niegue la verdad de nuestros semejantes, es construir un acuerdo común a partir de escucharnos y respetarnos.

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