Historia de una herencia – El San Gregorio que forjaron nuestros abuelos

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Entrega 36

Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

A las puertas de la educación

San Gregorio — ahora con el nombre oficial de corregimiento de Alfonso López – ha formalizado su estatus legal y ha dado los primeros pasos para formalizar también su condición de comunidad católica, que terminará por concretarse con su reconocimiento como parroquia por parte de la diócesis de Jericó en el año de 1956, bajo la advocación de San Pío X. ¿Qué sigue ahora? Bien, la siguiente columna de este andamiaje en construcción que es la nueva comunidad, tiene una importancia fundamental: la Educación. Pero, ¿cómo es la educación en estos años? ¿Qué mensaje reciben los chicos que empiezan a ir a la escuela? ¿Qué papel juega el sistema educativo tomado en su conjunto — incluidos la familia, la Iglesia Católica y las autoridades civiles — en el ámbito general de la comunidad? Estas son preguntas de mucha importancia porque, en gran medida, es con el trabajo educativo que se hace en este ámbito con el que se construye la visión del mundo de la ciencia, la cultura y la convivencia social – en otras palabras, la Cosmovisión que le da la razón de ser a un humano — con la que vivirán las generaciones del San Gregorio futuro.

Esta imagen me llenaba de espanto cada vez que la veía en mi cartilla Alegría de leer
Esta imagen me llenaba de espanto cada vez que la veía en mi cartilla Alegría de leer. 1

 Es útil, por lo tanto, dar un vistazo, así sea de manera muy superficial, al sistema educativo de estos años, lo que permite concluir que los pilares sobre los que éste descansa podrían ser:  1) La verticalidad: una autoridad (profesor, sacerdote, padre de familia, los adultos por extensión) que señala cuál es la verdad en la que hay que creer y un receptor (el estudiante) que recibe el mensaje sin una opción diferente a la de tener que aceptarlo. 2) La obligatoriedad: el aprendizaje es un deber que hay que aceptar forzosamente, no un derecho que posee el individuo por el hecho mismo de existir. 3) El castigo, físico y psicológico, consecuencia directa del anterior, y que se basa en la premisa de que el niño tiene que aprender, así eso le cueste sangre. Este sistema educativo, heredado de finales del siglo XIX, queda retratado en toda su dimensión con la figura que aparece en la cartilla Alegría de leer — texto obligatorio en la escuela — de un niño lloroso y mal vestido, al que se le ha puesto un gorro en donde se lee la palabra BURRO, al lado del cual una mano amenazadora le muestra el manojo de ramas con el que habrá de ser castigado, tal vez porque no ha podido entender lo que su profesor trata de enseñarle. El pie de la figura remata su ominoso mensaje con la frase “la letra con sangre entra”.  Muchas de las taras de la sociedad de los años posteriores tendrán su origen, con mucha seguridad, en ese trato que se les da a los niños, y no necesariamente por culpa de los profesores, sino por culpa de un sistema y una visión de la educación de los que ellos, y en general todos los adultos, son prisioneros.

Es, precisamente, dentro de esa concepción de la educación descrita anteriormente como se dan los primeros pasos en San Gregorio para poner en marcha el servicio de enseñanza, en medio de unas condiciones muy precarias. Es Miguel A. Herrera (relatos 1995), una vez más, el que nos aporta los datos más precisos sobre las primeras escuelas y profesoras que tuvo el corregimiento, aunque desafortunadamente su relato, en este aspecto, posee muchas lagunas y algunas imprecisiones y omisiones, que espero queden aclaradas en este escrito, al menos parcialmente. De acuerdo con Herrera, la primera profesora que tuvo San Gregorio fue María Soto, hermana de Francisco de Paula Soto Cadavid (Soto), seguida por una profesora de nombre Deyanira y otra llamada Esperanza Gutiérrez; no nos dice nada, sin embargo, en qué años se dieron estos comienzos – otra laguna de su relato –. Tampoco nos dice nuestra fuente de dónde partió la iniciativa de crear la primera escuela, aunque es muy probable que la misma haya tenido su origen en las autoridades municipales, o en la cabeza del primer inspector del corregimiento, el señor José Félix Restrepo, como se vislumbra en la novela el paraíso de los desterrados.2 Miguel Herrera cuenta igualmente que por esos tiempos se construyó la primera escuela “con paredes de bahareque, enchambranada y con escalas”, la misma que conocí personalmente y en la que mis hermanos mayores cursaron los dos grados de primero y segundo de primaria, que fueron los únicos existentes hasta la década de los años 60. También nosotros, los cuatro hermanos menores, alcanzamos a estudiar en esta escuela, inicialmente por turnos, un día las niñas y otro día los chicos, hasta que se adecuaron unas instalaciones aparte para los varones. Para entonces, quienes ejercían la actividad docente era una profesora de nombre Herminia Cañas, cuyo nombre es mencionado también por Fabio Fernández en sus relatos sobre el San Gregorio de la segunda década de los años 40, los años de La Violencia.3La señorita Cañas fue reemplazada por la señora Aura Viana. Estamos hablando, aproximadamente, del período que va de 1948 a 1954/1955.

Sobre el período correspondiente a la segunda mitad de la década de 50 hasta comienzos de los años 60 no se habla en el relato de Miguel A. Herrera y tampoco hay información en las memorias de Fabio Fernández, pero sí tengo yo mis propios recuerdos, ya que fue dentro de este quinquenio que viví experiencia la experiencia educativa de mi infancia, tan decisiva para mí. Por estos años que se nos separó a los varones de las niñas y empezaron a llegar los docentes de sexo masculino. El primero de ellos se llamó Guillermo González y procedía de Andes; duró muy poco tiempo, tal vez menos de un año. Le siguió Javier Sánchez, que también duró relativamente poco tiempo y, finalmente, llegó el profesor José Rúa, quien, en mi concepto, fue la persona mejor calificada pedagógicamente hablando y con la más clara vocación docente que haya tenido yo como maestro — según se les decía a los profesores en este tiempo – dentro de las limitaciones ya comentadas, claro.

Es importante, igualmente, precisar que la primera sede de la escuela de varones fue una casa de paredes en tablones de madera, situada en la ruta que conduce a Cristo Rey; fue en esa casa en la que dictaron sus clases los tres primeros profesores (desde Guillermo González hasta José Rúa) y, de hecho, el sitio donde — después de las clases con la profesora Aura Viana — estudié estando en San Gregorio, período escolar que debió terminar en los últimos años de la década de los 50. En el año 1960 se construyó la escuela en un material prefabricado de aluminio, la que quedó situada en el llano, cerca al cementerio, a la que hace referencia el relato de Herrera y que, dese luego, me consta a mí también. Para entonces, José Rúa seguía siendo el profesor, mientras que en la escuela de las niñas la profesora Bertalina Ríos desempeñaba el cargo de docente, cargo que ejerció durante el período que va de 1958 a 1964.

Colegio Juan Tamayo, resume en sus aulas la historia de lo que ha sido el esfuerzo educativo de San Gregorio y al que se le plantean seguramente grandes retos. (Foto Historia de San Gregorio, Luz Mery Guerra).
Colegio Juan Tamayo, resume en sus aulas la historia de lo que ha sido el esfuerzo educativo de San Gregorio y al que se le plantean seguramente grandes retos. (Foto Historia de San Gregorio, Luz Mery Guerra).

Por último, Miguel Herrera entreabre la puerta Para Dejarnos entrever lo que será el nuevo período que empezó a experimentar la educación escolar en San Gregorio, con la ampliación a los cinco grados de la primaria y, probablemente, ya dentro de una filosofía de la enseñanza diferente a la que nos tocó vivir en estos primeros años; esta nueva etapa comenzó a mediados de la década de los 60. Lo que sucedió a partir de esos años hasta el día de hoy forma parte de lo que es la historia del actual colegio Juan Tamayo, porque este plantel educativo es, seguramente, la culminación y el punto más alto al que ha llegado el servicio de la Educación (así, con mayúscula) en San Gregorio por parte del Estado. Una condición de enorme responsabilidad y que plantea grandes retos para el futuro.

Notas:

  1. Quintana R., Evangelista, Alegría de leer. Disponible en:

http://museodelaeducacion.ut.edu.co/index.php?option=com_content&view=article&id=9&Itemid=114. Fecha última consulta: 20-10-2022.

  1. Benítez, José Dionel; Restrepo, Luis Fernado; El paraíso de los desterrados, novela. Editorial Nomos S.A. Bogotá, D.C.
  2. Fernández, Fabio, De memorias 5.
  3. Es oportuno hacer referencia a los informes fragmentarios que tengo sobre lo que, al parecer, fue una especie de colegio que funcionó como un servicio de la parroquia, bajo la dirección del padre Ramírez, del que tengo muy vagos recuerdos. Sería bueno que si alguien de San Gregorio tiene información más amplia hablara sobre ello.

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
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