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Entrega 39

Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)
Ciudad Bolívar

Proyecto educativo

Estamos ya en la década de los años 60 del siglo XX; San Gregorio lleva alrededor de 25 años de existencia jurídica como corregimiento y, luego de haber sido creado como tal en el año 1935,  ha sido reconocido ahora como inspección departamental por Ordenanza No. 25 en el año 1959.1 Es el momento, por tanto, en el que sus habitantes han podido alcanzar el grado de madurez mínima pero suficiente como para que se empiecen a vislumbrar los primeros esfuerzos de mejoramiento de su calidad de vida, en los planos físico y social, para un caserío carente, hasta el momento, de obras significativas de infraestructura urbana, servicios públicos y vías de comunicación. ¿Pero, de dónde habrán de partir las iniciativas en este sentido? Pues, en primer lugar y por razones obvias, de las autoridades municipales a través de la alcaldía, el concejo y la inspección de policía; en segundo lugar, de la parroquia, en cabeza del sacerdote que ejerce las funciones de cura párroco y, en tercer lugar, de parte de la comunidad misma, promovidas por indicaciones de las autoridades civiles o nacidas de iniciativas personales de algunos habitantes, quienes han actuado de forma entre colectiva e individual. Hasta ahora, sin embargo, es muy poca la información, respaldada en documentos verificables, que se ha podido obtener y que permitiría profundizar sobre lo que ha sido el trabajo comunitario en el corregimiento en esta etapa de nuestra historia; lo poco que se tiene son datos muy fragmentarios. Sabemos, por ejemplo, por información suministrada por Róguell Sánchez, qué sacerdotes ejercieron su ministerio en estos años,2 pero se desconocen datos sobre iniciativas – que probablemente han existido — de impacto social significativo que se hayan sido puestas en marcha, así como tampoco hay datos sobre proyectos de impacto social en la comunidad que hayan sido promovidos por las autoridades municipales a través de la inspección de policía, con excepción del sector de la educación, sobre el que se tiene un poco más de información, como veremos a continuación.

Profesora Aura Viana y su esposo Eleazar Londoño, quien ejerció su oficio a mediados de la década de los años 50. (Foto publicada en Facebook por Róguell Sánchez)

 

Alrededor del trabajo docente de profesoras y profesores se encuentra información de mucha utilidad, especialmente en relación con los nombres de las personas que han ejercido la labor de la enseñanza, aportada por Róguell Sánchez y Miguel Herrera, 3 para el período que va de finales de los años 40 hasta los años iniciales de l960, aunque sin ser ambos muy específicos en todos los casos acerca del año o años en los que cada uno de ellos ejerció su actividad. De esta forma, encontramos que, entre los nombres de las profesoras que figuran en el documento de Róguell Sánchez, están los de María Soto, hermana de Francisco de Paula Soto (el arriero), la primera maestra que tuvo el corregimiento, seguida de las profesoras Deyanira (no se indica su apellido), Esperanza Gutiérrez de Gil y Aura Viana, la última que ejerció su trabajo como docente de niños y niñas en jornadas alternas hasta que se puso en funcionamiento una sede temporal de la escuela para varones — probablemente entre los años 1956 y 1957 –, una casa de paredes de tablones de madera situada en la vía que conduce a Cristo Rey, cedida – según se desprende de lo escrito por Sánchez 4 — en calidad de préstamo por el señor Heraclio Uribe, sede que fue reemplazada pocos años después por la construcción en material prefabricado en aluminio, y que quedó ubicada cerca al cementerio en un terreno donado por Gumercindo Galeano, a comienzos de los años 60. Por alguna razón que no queda clara, en ninguno de los relatos de Sánchez y Herrera se menciona el nombre de la profesora Herminia Cañas, — aunque sí lo hace Fabio Fernández en su propio relato – 5 cuyo paso por San Gregorio me consta porque fue la maestra de mis hermanos mayores, y que debió haber ejercido su oficio precisamente dentro del período más crítico de la violencia de los años 48 al 53; esta profesora fue probablemente la antecesora inmediata de Aura Viana. La lista del personal docente femenino que aparece en los documentos en el período del que se está hablando continúa con el nombre de Bertalina Berrío, quien fungió como directora de la escuela de niñas entre los años 1958 y 1961. El fragmento de una entrevista suya, que le fue hecha por Sánchez, en la que cuenta, muy someramente, cómo fue su llegada al sitio denominado por ella Remolino — lugar éste que, por contexto, se entiende que es San Gregorio – nos permite vislumbrar, por los nombres y apellidos que suministra sobre las familias o personas que se destacaron por el apoyo que le dieron en su labor, qué personalidades se han ido destacando en estos momentos por su liderazgo y disposición para cooperar, en este caso, alrededor de los incipientes proyectos educativos, nombres y apellidos a los que habría que añadir, por las razones ya expuestas anteriormente pero que no menciona la señora Berrío en su entrevista, los de Heraclio Uribe y Gumercindo Galeano, por su colaboración decisiva en las primeras etapas de la escuela de varones.

Profesor José A. Rúa, quien ejerció su trabajo desde finales de los años 50 y comienzos de los 60. (Foto publicada en Facebook por Juan D. Herrera)

Es igualmente Sánchez quien aporta un poco más de información sobre nombres de los profesores y la evolución de la educación en las dos últimas décadas (años 50 e inicios de los 60). En efecto, de acuerdo con lo señalado en su escrito, durante estos años San Gregorio habría tenido dos profesores: uno de apellido Sánchez que, al parecer, se convirtió posteriormente en sacerdote y cuyo nombre era Javier, profesor mío tal vez por un año; el otro profesor fue José Aristides Rúa, quien ejerció su trabajo docente probablemente hasta mediados de la década de los 60. Ni Róguell Sánchez ni Miguel Herrera, ni ninguna otra de las fuentes que he consultado, mencionan el nombre de otro profesor llamado Guillermo González, quien precedió a los dos anteriormente señalados, tal vez porque su período fue muy corto y no dejó recuerdos significativos, pero cuyo paso por la escuela de San Gregorio me consta por haber sido yo uno de sus alumnos.5 No encuentro, por otra parte, en qué momento ubicar los nombres (incluido el de Roberto Vélez Diosa) de los profesores Estella (no se dice su apellido), Mariela Castrillón de S., Norman Vahos, Rocío Arboleda, Gustavo Mira, Elizabeth (no aparece el apellido) y Ofir Ortega,6 nombres todos éstos que debieron corresponder (salvo demostración en contrario) al período de los últimos 10 años previos a la fundación del Colegio Juan Tamayo López, mediante Ordenanza 33 del 30 de diciembre de 1968,7 acontecimiento con el cual se dio inicio a nueva etapa del Proyecto Educativo de San Gregorio, del que estos primeros años fueron su prehistoria.

Notas:

 1 – Sánchez, Róguel; Historia de mi Pueblo y otros escritos.

2 – Ibidem

3 – Herrera, Miguel; relato sobre los primeros años de San Gregorio. Sánchez, Róguell, Historia de mi pueblo.

4 – Sánchez, Róguell, Historia de mi pueblo.

Fernández, Fabio; De Memoria 5.

5 – González, Rubén Darío; Mis Años en San Gregorio, un aporte a la memoria de nuestros orígenes.

6 – Dos de los nombres registrados por Róguell Sánchez, Fernélix Palacio y Luis Gustavo Gallego (rectores del colegio en los años 1999 y 2006 respectivamente) corresponden evidentemente a una etapa mucho más reciente del colegio Juan Tamayo.

7 – Colegio Juan Tamayo – Alfonso López – San Gregorio; Reseña histórica de la institución. (En este escrito no figura el nombre de su autor).

 

Profesora Rocío Arboleda, una de las primeras docentes de San Gregorio.

 

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Por Rubén Darío González Zapata
Nacido en la vereda La Lindaja
Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)

 

 

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