Por Nelson Tamayo Gaviria
Colectivo de Periodismo El Suroeste – Amagá
Más allá de los distintos matices que por sí mismos caracterizan a la cotidianidad en la que vivimos, los jóvenes tenemos una de las más grandes responsabilidades en esta nueva etapa para el país, debemos ser protagonistas y constructores de la paz, una paz estable y duradera en todos los ámbitos, esto solo se puede lograr a través de una descarnada visión de la realidad.
Los intereses que impulsan a los jóvenes tal vez no radican en la forma como, geopolíticamente hablando, se mueve el mundo, sin embargo, y a pesar de lo que puedan pensar miembros de generaciones anteriores, la juventud también puede construir estrategias de transformación social a través de sus propias pasiones; sin necesidad de la intervención de sus mayores, y sin tener que dejarse permear por los esquemas que imperan en losórdenes globales establecidos. Una de las formas más comunes de observar a quienes somos llamados “millennials”, es a través de la superioridad, muchos adultos y adultos mayores piensan, fatídicamente, que nos dedicamos a destruir los cimientos en los que se ha construido nuestra sociedad, pero ignoran que lo que realmente queremos destruir son los estigmas que se impusieron a través de las religiones y del conservadurismo, mandados a recoger hace años.
Al trascender de los estereotipos y religiones que algunos de nuestros familiares nos inculcaron, tenemos la oportunidad de avanzar como personas y como comunidad, lo que a la vez nos impulsa a crear tendencias culturales transformadoras. Desde el inicio de la historia de Colombia como república, algunos próceres de la patria nos engañaron, diciendo que el progreso y el desarrollo se miden por las carreteras o infraestructura construida, dicho engaño debe ser derrocado, ya que los reales símbolos de progreso radican en la educación y en el auge sociocultural vivido.
La mejor forma de conocer el mundo y de confrontarnos con la realidad, es a través de la verdad, ambos conceptos son complementarios, pero también son confundidos por la mayoría de personas, por lo tanto, es necesario diferenciarlos para ocasionar cambios realmente trascendentales. La verdad no es única y nunca lo será, este término es relativo y varía según las distintas visiones cosmogónicas que representan a cada individuo humano, es decir que cada persona tiene una percepción diferente de lo que pasa, basado en sus creencias religiosas y su forma de ver la vida. Por otro lado, la realidad no tiene tiempo para subjetividades, es posible decir que la realidad es el conjunto de verdades más lógicas apegadas a lo que sucede, sin posibilidad alguna de interpretaciones individuales.
Los jóvenes debemos concertarnos en conocer la realidad de nuestro territorio, realidad que, en definitiva, afecta de forma directa nuestras vidas, puede que dicha realidad sea compleja y difícil de analizar, pero si primero nos concentramos en descubrir las dinámicas y distintas verdades de forma objetiva, seguramente podremos identificar rutinas y hechos que nos caracterizan como región, que nos hacen grandes y que nos diferencian de los demás.
El mecanismo directo para comprender la realidad a la que nos enfrentamos es la escucha, a través de esta ponemos las opiniones de los demás al mismo nivel que ponemos a las nuestras, es el nivel máximo de la comunicación humana, donde se eliminan egos y se propician diálogos entre pares.
Uno de los mayores errores en el que incurrimos los jóvenes es en pensar que hay intereses con mayor importancia, con mayor incidencia en la realidad, hemos enaltecido a profesiones como la medicina y hemos pensado que solo a través del Derecho podremos reconocer a nuestro entorno, sin embargo, debemos entender que aunque dichos oficios son extremadamente valiosos, cualquier profesión o pasatiempo que hagamos y nos ayude a ampliar nuestra visión del mundo es un elemento vital para discernir la realidad.
Esta es una invitación para concentrarnos en conocer nuestra identidad, defenderla y exaltarla, pero también para respetar las demás identidades.