Las juventudes representan un número considerable de la población colombiana, según el DANE son 12.672.168 jóvenes, el 25 % de la población total. En el Suroeste habitamos 387.888 personas; 194.206 hombres y 193.682 mujeres, de estos 81.175 somos jóvenes, con edades entre 14 y 28 años, es decir, el 20,93 %.
La llegada de las nuevas tecnologías y las dinámicas locales nos hacen el llamado a encontrar otras formas metodológicas y conceptuales de percibir e interactuar entre nosotros los jóvenes. Hoy nos juntamos y resistimos. La juntanza es un término moderno que nace de la base, del parlache, de la calle y de esa percepción holística, crítica y centrada de visionar el territorio. Nace para la academia, para el parche, para el activismo, incluso para los discursos aburridos que se han ido transformando para hablar de incomodidad, de desaciertos, de búsquedas constantes, de aquello bonito y por supuesto, de lo que se está haciendo bien.
Por eso los procesos educativos, sin importar el nivel, deben apuntar a la dignificación de la vida desde el que hacer, pero aún más importante desde el ser; nosotros los jóvenes humanizados, poetas, licenciados, ingenieros, arquitectos, psicólogos, sociales, administrativos, líderes en formación, entendimos que la vida está en el centro de todo, y ahí ponemos nuestras fuerzas para cuidar y alimentar la vida, revolucionando así el mundo actual y las formas de verlo.
La fuerza viva de una revolución es la causa sentida que transforma y mejora la percepción y el sentir de las comunidades; los jóvenes tenemos espíritu de revolución, y no es única y exclusivamente el acto de choque contra la fuerza pública. Esta revolución responde a situaciones más profundas que requieren de una mirada sensible, empática y capaz de transformar, esta revolución cuida del joven que ama el olor a pasto mojado y a boñiga, cuida del chico que en medio de un café en la mañana aún conversa con el abuelo y descubre nuevas formas de ver la vida, esta revolución cobija el abrazo al agua y a la montaña que de manera decidida realizan muchos de ellos; poniendo por delante la vida, poniendo por delante la naturaleza, una revolución que radica en los instrumentos y sus sonidos, en la armonía pero también en el caos, una revolución desde el amor; un amor sin censura, un amor diverso donde lo importantes no es a quién, sino cómo ama, una revolución que nos hace un llamado a los libros, a la poesía, a los versos que descubren el territorio y que también lo transforman.
Escribir, comunicar, expresar, llevar, dialogar: son acciones necesarias para generar resistencia, quizás un poco más sentida en las juventudes, pero claramente muy necesaria para toda la sociedad. Desde este editorial invitamos a la sociedad a cuidar de su activismo, de su historia, de sus personas, de sus expresiones culturales, de su ambiente, de las formas bonitas de ver y transformar la vida, de la vida como base, como centro de todo lo que hacemos, porque para lograr resistir es importante dejar huellas para la vida, pero es mucho más relevantes y satisfactorio disfrutar cada paso que se da…
Editorialista invitado: Yeison Aldubal Oquendo Garcia
Trabajador Social
Cocreador de El parche es por Tarso