Por Eliana Hernández Pérez elianahernandez.culturarte@gmail.com @elianarte_
Los evangelios apócrifos fueron una de las principales fuentes para la iconografía mariana e influyeron en algunas de las representaciones cristológicas del barroco americano. Es curioso que, a pesar de ser rechazados por la Iglesia Católica para la representación oficial de temas cristológicos y marianos, estos evangelios encontraron un lugar significativo en el arte religioso, aunque no formaran parte de la Biblia.
Es esencial entender que los evangelios canónicos, aceptados por la Iglesia Católica, son considerados inspirados por el Espíritu Santo, quien habría guiado la mano de sus autores. En contraste, los evangelios apócrifos, cuyo nombre significa “ocultos”, carecen de esta inspiración divina. Entonces, surge la pregunta: si no tienen fundamento divino, ¿por qué se eligieron como base para la iconografía mariana? La respuesta radica en que estos textos relatan aspectos como la vida de la Virgen María y detalles sobre los nombres de los tres reyes magos, llenando vacíos que los evangelios canónicos no abordan.
El Nuevo Testamento se centra en la vida de Jesús, sus enseñanzas, su muerte y su resurrección, culminando con el libro del Apocalipsis. Sin embargo, sus relatos son doctrinales más que históricos, dejando interrogantes sobre los personajes divinos y sus contextos. Esta brevedad narrativa, combinada con enseñanzas metafóricas, a menudo generaba confusión entre los feligreses. Durante la época colonial, para acercar a los fieles a la doctrina católica, se buscó unificar estos misterios utilizando otras fuentes, entre ellas algunos evangelios apócrifos, siempre y cuando estuvieran en sintonía con las creencias de la época.
Es particular que los evangelios apócrifos fueran utilizados pedagógicamente en la iconografía, aunque no se les reconociera como parte de los textos sagrados oficiales. Aún hoy, se debaten sus vínculos con la gnosis, una práctica que no está en concordancia con las creencias que instruye la Iglesia Católica. Muchos de estos evangelios permanecen archivados y bajo llave. Un ejemplo de su influencia es la representación de los padres de María, Joaquín y Ana, basada en historias apócrifas. Según Sebastián (2007): “pese a los aires críticos de la Reforma, el Barroco revivirá el espíritu de la Edad Media”.
Otra fuente de inspiración para los artistas fue La Leyenda Dorada, de Santiago de la Vorágine, un libro que, tras la Biblia, fue el más importante durante la Edad Media. Como explica Manguel (2004): “la Leyenda Dorada es esencialmente un florilegio de lecturas ejemplares que narran las fechas cumbre de la liturgia católica y la vida de los santos reconocidos por la Iglesia del siglo XII”. Este texto cautivaba no sólo por su contenido sobre los santos, sino también por su estilo etimológico, sus fábulas milagrosas y sus curiosidades históricas, cercanas al “chisme”, según Manguel.
Entre los textos apócrifos se destaca el Evangelio Árabe de la Infancia, que narra en árabe la infancia de Jesús, mencionando a José, María y los milagros realizados por Jesús en su hogar. Este relato fue fuente de inspiración para los artistas coloniales en sus pinturas, incluidas representaciones de los tres reyes magos en el nacimiento de Jesús.
Sin embargo, no he encontrado una fuente concluyente que explique por qué la Iglesia de la Contrarreforma permitió el uso de ciertos evangelios apócrifos mientras rechazaba otros. Todo parece indicar que se trataba de implementar una doctrina de manera estratégica, buscando que las comunidades indígenas se identificaran con los relatos impartidos.
Con el tiempo, parte de esta iconografía cambió, ya que algunas representaciones disminuían la percepción de divinidad de Cristo y María entre los indígenas, cuyo concepto de lo divino estaba ligado a la inmortalidad y lo no humano. No obstante, estos relatos sirvieron como herramientas pedagógicas para los artistas, quienes plasmaron las enseñanzas y doctrinas de la Iglesia.
Por último, es importante resaltar el valor de la escritura poética, que se mueve entre la fábula, la leyenda y el mito, para narrar lo divino y representarlo. Esto me lleva a reflexionar: ¿qué define lo divino? ¿Qué garantiza que algo escrito en la Biblia fue inspirado por el Espíritu Santo y los textos apócrifos no lo fueron? Si algunos evangelios del Nuevo Testamento se escribieron años después de la muerte de Cristo, ¿pueden considerarse como “la gran verdad”? ¿No es acaso lo divino algo más profundo que lo que vemos y leemos? Creo que entre más escribo, más preguntas surgen, espero sustentar cada cosa que leo, porque la palabra puede ser dicha por cualquiera y hacer creer que es la verdad, pero cuando la verdad sale a la luz, se tumban muchos sistemas de poder y es hasta allí donde espero escarbar en la historia del arte colonial.
Referencias bibliográficas
Albornoz, J (s.f) ¿Cómo escribir un ensayo en Literatura? Universidad de los Andes. Retomado de: https://leo.uniandes.edu.co/como-escribir-un-ensayo-en-literatura/
Manguel, A. 2004. La Leyenda Dorada. Alianza Editorial, S. A., Madrid.
Robles, C. (s.f) Guía para la elaboración de textos argumentativos en Historia, Universidad de los Andes. Retomado de: https://leo.uniandes.edu.co/guia-para-la-elaboracion-de-textos-argumentativos-en-historia/
Sebastián, S. 2007. El barroco iberoamericano. Mensaje iconográfico. Madrid: Ediciones Encuentro S.A., Ensayos 316.
*Fotografías del Museo Juan del Corral en Santa Fe de Antioquia.