Por Maria del Mar Giraldo Rendón
Antes de iniciar esta lectura, lo invitamos a que se tome cinco segundos para mirar el cielo. ¿Hace cuánto no lo miraba con detenimiento?, ¿se ha preguntado cuál es el nombre de las nubes?, ¿siempre lo ve del mismo color?, ¿le genera curiosidad saber cómo se forman las nubes?
Regresemos, pero aconsejamos que este ejercicio pueda hacerlo al menos tres veces al día, no solo le servirá como método de relajación, también para sentir curiosidad por los fenómenos que ocurren arriba, donde todo parece infinito.
Esa inquietud por conocer lo que ocurre en el cielo es lo que mueve el alma de OTACA – Observadores del Tiempo Atmosférico Ceres-Antares, un grupo de estudiantes apasionados por la ciencia de la Institución Educativa Desarrollo Rural Miguel Valencia; de la vereda Verdún en el municipio de Jardín, que todos los días salen a mirar el cielo y a perseguir nubes junto a Merce, la profe que dio vida a este grupo.
Orígenes de Otaca
Mercedes del Tránsito Arrubla Carmona llegó a esta institución en 1985 a dictar las clases de Matemáticas, Física y Emprendimiento. “Merce”, como le dicen cariñosamente sus alumnos, siempre se ha preguntado cuál es el mejor método para que los niños y jóvenes se apasionen por el aprendizaje de los números y la ciencia, de esa búsqueda constante nació Otaca.
Todo inició cuando Merce estudiaba en la Universidad Nacional e inscribió un vacacional sobre óptica física y geométrica donde replicaban experimentos de Newton o Galileo para entender cómo funciona el universo; el curso fue tan exitoso que se conformó el grupo Matemáticas y Física Básica en Antioquia, actualmente llamado Aula Taller Arquímedes. Con el pasar del tiempo y por las obligaciones profesionales, Merce se ausentó del grupo, pero su alma científica seguía atada a ellos. Un día, Merce se enteró que este curso había trascendido más y ya estaba preparando estudiantes de colegios del Área Metropolitana. Decidida, Merce escribió al director y a todos los integrantes para que esa misma metodología pudiera ser replicada en la I.E. Miguel Valencia.
¡Y llegó el día! Después de los debidos trámites, el 27 de noviembre de 1997, ingenieros, docentes, secretarios de educación y otros apasionados por la ciencia, llegaron a la vereda Verdún para realizar el primer encuentro. Las clases programadas para ese día se cancelaron para darle paso a talleres de matemáticas. Inclusive la jornada se extendió a tal punto que estudiantes, padres de familia, administrativos y vecinos acamparon en el colegio para disfrutar de una chocolatada observando las estrellas.
El compromiso de institucionalizar el proyecto llegó con el amanecer, estrellitas ávidas de conocimiento empezaron a asistir a los talleres sabatinos de ciencia en vivo: más de 120 estudiantes de Jardín acudieron al llamado de la ciencia.
Trabajar con la NASA
El 5 de agosto del 2000 es el día de nacimiento oficial de Otaca. Ese sábado en medio de un taller de ciencia, un estudiante; quien actualmente trabaja en la Universidad de Oklahoma, propuso un reto: la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio más conocida como NASA, realizó una convocatoria para que estudiantes se dedicaran a observar el clima y enviar datos de reporte a las plataformas de este gigante aeroespacial.
“Yo no tenía idea de ese tema, pero sí eso iba a permitir que mis muchachos le perdieran el miedo a estudiar matemáticas y ciencias, hagamos lo que tengamos que hacer”, recuerda Merce. Con la convicción de aprender, iniciaron el proceso para trabajar con una plataforma de la NASA. En esa primera generación de observadores se inscribieron 12 estudiantes y con ellos “echamos a andar el proyecto. Al sábado siguiente, algunos estudiantes de la Universidad Nacional trajeron instrumentos y empezamos a estudiar las nubes y cómo se hacían las mediciones”.
Amigos de las nubes
El tiempo se utiliza para describir las variaciones diarias de la atmósfera y que los expertos (como los meteorólogos) registran en forma de números relacionados a la temperatura, humedad, nubosidad o viento. Este método es implementado por los 70 estudiantes que conforman Otaca actualmente, todos apasionados por mirar el cielo: el grupo semilla, conformado por chicos de primaria, están iniciando sus observaciones; el grupo base, son el eje central y lideran las actividades centrales; el grupo de egresados, está integrado por aquellos inquietos por la ciencia que ya terminaron sus estudios de secundaria y ahora están expandiendo sus ansias de conocimiento en otros lugares del mundo pero siguen conectados con Otaca y finalmente el grupo de simpatizantes, estudiantes curiosos por la observación que asisten a algunas actividades planeadas por el grupo base.
Juan Andrés Tobón, Samuel Suárez, Stewar Orrego, Diego Felipe Rodríguez, Andrés Felipe Restrepo son algunos de los observadores que han encontrado en este proyecto extraclase una forma distinta e innovadora de aprender.
¿Cómo se realizan las observaciones? Primero ingresan a la página Scool (la plataforma de la NASA) para conocer las horas en que el satélite Terra sobrevuela. Este satélite les permite tener información puntual de la atmósfera para que ellos puedan complementarla con los datos que recojan en sus observaciones. “Generalmente el satélite sobrevuela entre las 9:30 a.m. y las 11:30 a.m. Salimos todos los días a campo porque el clima no tiene vacaciones, debemos venir al aula electrónica y salir a la estación manual y estar en un campo abierto para visualizar las nubes y el color del cielo”, describe Diego. Después de obtener los datos y plasmarlos en un formato, los observadores van a la casa de Merce, donde hay internet, para enviarlos a la NASA.
Impacto en la comunidad
Juan Andrés Tobón tiene 17 años, integra el grupo de los egresados y actualmente estudia en Armenia (país asiático), porque, a través del proyecto, se ganó una beca para estudiar bachillerato internacional. «Otaca fue parte fundamental en mi formación en todos los sentidos, lo que me dejó claro es que quiero hacer algo que tenga un impacto en la comunidad».
Observar el cielo no solamente es útil para fortalecer el conocimiento de los estudiantes, también es fundamental para mejorar las prácticas agrícolas. “Un tema importante con la observación es la prevención del riesgo y con conceptos tan básicos como conocer la pluviosidad, un caficultor podría determinar cuándo es mejor sembrar o cuándo es mejor aplicar un abono», explica Juan Andrés.
Es por ello que de Otaca también se han derivado proyectos como Pluviored, fundado por Hernán Benjumea, “hay muchos campesinos en el Suroeste que tienen un pluviómetro de cuña y ellos están midiendo lluvias. Pluviored no solo recoge estos datos, también les enseña a los campesinos a utilizar esos datos. Por ejemplo, les ayuda a identificar los riesgos si se echa algún abono y hay lluvias”. También idearon una estrategia que beneficia a muchos caficultores de la región: el Laboratorio de Análisis de Suelos, ubicado en La Pradera (Andes), idea que fue desarrollada gracias a los recursos que aportó deLos Andes Cooperativa.
En palabras de Merce, observar el cielo permite que los “muchachos verdaderamente aprendan y desarrollen su conocimiento», y se conviertan en las estrellas que más alumbran el campo.
Suroeste científico
- El agua es una de los mayores tesoros de Colombia: seis nevados, 44% de los páramos de Sudamérica, cinco vertientes hidrográficas, 30 grandes ríos, 1.277 lagunas y más de 1.000 ciénagas.
- El mundo tiene 43.764 km cúbicos de agua por año. Suramérica tiene el 28% de los recursos hídricos mundiales. Colombia tiene el 5%.
- La escasez de agua afecta a más del 40 por ciento de la población mundial, una cifra que aumentará por el cambio climático.
- El agua cubre el 70% de la superficie del planeta, pero la mayor parte es agua salada. El 3,5% de agua es dulce y tan solo el 0,025% del agua potable es accesible.
- 6 de cada 10 personas en el mundo (4.500 millones aproximadamente) no tienen un suministro de agua potable y seguro.
Este artículo hace parte del especial ambiental Suroeste Vivo. Amar es elemental publicado en la versión impresa del Periódico El Suroeste, edición 163 de junio de 2019.