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¡Estamos tristes! No son dos casos más, son dos mujeres menos del Suroeste cuyas vidas y sueños fueron arrebatados por dos hombres que se creían dueños de sus cuerpos y voluntades.

A Erika Taborda la definen como una mujer luchadora, que con trabajo buscaba el pan de cada día en Andes para que nunca le faltara nada a sus cinco hijos; a Luisa Fernanda Mejía, de 13 años, además de buena estudiante, vecinas y profesoras de Amagá, la describen como “una niña juiciosa, muy formal”, que vivía con su mamá.

De Wilson Osorio, el feminicida de Erika, dicen que es un hombre “violento”, que la acosaba y “le repetía que tenía que volver con él”; de Juan Diego Martínez, el feminicida de Luisa Fernanda, además de tener antecedentes penales, señalan que estaba “obsesionado con la niña” y que la acosaba pidiéndole que tuvieran una relación.

Hablamos entonces de dos mujeres que tenían una familia, unas metas, y que tomaron una decisión: Erika, la de no volver con su expareja, y Luisa la de no establecer una relación con un hombre que le llevaba seis años; y hablamos de dos hombres machistas que no aceptaron el rechazo y que en pleno uso de sus facultades las asesinaron con sevicia.

Tómese un momento y conteste las siguientes preguntas ¿Cree que las mujeres son inferiores a los hombres? ¿Cree que el cuerpo de las mujeres está disponible para las opiniones o pretensiones de quien lo desee? ¿Cree que las mujeres provocan los abusos sexuales? ¿Cree que a las mujeres les gusta ser maltratadas?

Si sus respuestas son sí, usted hace parte del círculo de violencias contra las mujeres, ya sea por acción u omisión, ahora le recomendamos reflexionar sobre las siguientes afirmaciones: “la mató porque la amaba”, “la mató porque ella lo engañó”, “la mató porque ella estaba muy coqueta”, “la mató porque ella se lo buscó”, o la muy popular “la mató porque ella no quiso nada con él” ¿Cree usted que son justas?

Según el XV Informe sobre la Situación de Violación de Derechos Humanos de las Mujeres en Medellín y en territorios de Antioquia, titulado “Entre silencios, culpas y negligencias: Reflexiones y cifras sobre las violencias contra las mujeres y las rutas de atención”, realizado en articulación por la Corporación Para la Vida Mujeres que Crean y la Corporación Vamos Mujer, uno de los hallazgos habla de las razones por las que el Suroeste es considerada la región más insegura para las mujeres.

Entre el 2015 y el 2016 en el Suroeste se registraron 39 casos de feminicidios, configurándose como la más insegura para las mujeres, “en 16 de los 23 municipios que la conforman hubo al menos un asesinato de una mujer”. 

¿Qué nos pasa? Hemos aprendido mal el relacionamiento con otras y otros, seguimos repitiendo los patrones de hace siglos donde las mujeres solo podían ser amas de casa, donde no tenían voz y voto, seguimos defendiendo que “los trapos sucios se lavan en casa”, que las mujeres “calladitas se ven más bonitas”, que las buenas mujeres son “santas”, y que aquellas que son libres, ganan su propio dinero y son autónomas con su sexualidad “son muy putas”.

Los medios de comunicación no solo estamos llamados a denunciar los hechos con el qué, cómo, y cuándo, tenemos la responsabilidad de explicar el ‘por qué’ desde una perspectiva de género ¡Por favor! Llamemos las cosas por su nombre: son feminicidios, no son crímenes pasionales, no son problemas del corazón, no son líos de faldas ¡El amor no mata, el machismo sí! Es por esto que el llamado que debe hacer la sociedad a las autoridades es que la muerte de Luisa Fernanda Mejía sea procesada como un feminicidio, no como homicidio agravado, tanto porque los móviles y la forma de asesinato apuntan a esta tipificación, como porque se necesita seguir sentando precedentes.

No cuestionemos a qué hora estaban en la calle ni cómo iban vestidas, cuestionemos por qué la presencia de las mujeres en el espacio público tiene que estar supeditada a las violencias que los hombres quieran ejercer sobre ellas; rechacemos que su libertad se vea condicionada a no poder estar en ciertos lugares, a ciertas horas; no permitamos que sus cuerpos y gustos sean tema de opinión para la gente que considera que un escote provoca una violación y no una cultura machista que las cosifica.

No excusemos tampoco a los feminicidas, no les digamos monstruos, enfermos, no les otorguemos el beneficio de la incapacidad por causa de las drogas, el alcohol, la ira o el intenso dolor ¡No! porque ellos actúan con pleno conocimiento de lo que harán, de allí que eligen el arma, la hora y el lugar para infringir el daño. Tampoco pretendamos darles puntos por ser buenos hijos, padres, hermanos ¡No! Los feminicidios no pueden verse como “errores de hombres frágiles cegados por sus pasiones”.

Evitemos caer en el rechazo a las violencias argumentado que ellas son: madres, hermanas, amigas…porque si solo asignamos roles, dejamos a muchas mujeres por fuera que también merecen respeto; defendamos la dignidad de todas porque son seres humanos, porque representan a la mitad de la población mundial, y porque sin mujeres no hay paz, no hay democracia.

A este medio han llegado denuncias sobre fallas en la ruta de atención, donde las dependencias competentes como las comisarías, las estaciones de policía, las personerías y hasta la misma Fiscalía no están haciendo su labor como deberían ¿Qué está pasando? Es imperante la formación en género para las funcionarias y funcionarios que deben velar por el respeto de los derechos humanos de las mujeres, incluidas las personas que trabajan en las alcaldías, incluidos los alcaldes y las alcaldesas.

Expertas en el tema, aseguran que en la mayoría de los casos los feminicidios son desenlaces de muertes anunciadas, antes hay una cadena de maltratos e intimidaciones que también en muchos casos todo el mundo ve, pero nadie denuncia; y si bien, no se puede obligar a alguien a denunciar, sí se pueden crear círculos de apoyo, entre familias, amistades, la misma institucionalidad está llamada a generar espacios de encuentro para hablar del tema con hombres y mujeres, para generar pedagogía; igual que las instituciones educativas, de qué sirven las clases de ética e historia donde solo se enseñen sobre los derechos de los “hombres” y las grandes hazañas de los mismos, y no sobre la lucha histórica de las mujeres porque sus derechos sean equiparados a los de los hombres, y por los grandes aportes que también han hecho ellas al devenir de la humanidad.

El lenguaje también debe ser un universo de inclusión, no lo banalicemos y no caigamos en explicaciones androcentristas. Hoy en medio de todo, celebramos que la RAE (Real Academia de la Lengua), por fin matice el error histórico de llamar a las mujeres ‘sexo débil’;en su plataforma virtual aparece el significado de sexo débil como: “Conjunto de las mujeres. Usado con intención despectiva o discriminatoria”, aunque la lucha continúa.

Preferimos pedir ¡Ni una menos! Porque evoca al movimiento colectivo de mujeres en toda Latinoamérica que a través de la protesta social, el activismo, y la educación, están interpelando a todos los estados sobre la urgencia de abolir el machismo, de garantizar la igualdad de derechos para las mujeres, porque nos están matando y sí es una cuestión de género.

No olvidemos los feminicidios de: María Bernarda Flores y Olga Luz Henao, madre e hija (Salgar), Blanca Arredondo (Salgar), Liliana Castrillón (Concordia), Gloria Jiménez (Santa Bárbara), Erika Taborda (Andes), y Luisa Fernanda Mejía (Amagá), porque sus sueños quedaron truncados, porque sus libertades no fueron respetadas, porque sus cuerpos fueron agredidos y sus voces fueron acalladas. 

 

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