Por Urrao, Betulia, Salgar, Ciudad Bolívar, Betania, Jardín, Andes, y Támesis, va dejando sus huellas el oso de anteojos, va esparciendo semillas, va conquistando árboles por un sendero ancestral.
Su nombre científico es Tremarctos Ornatus, y sus denominaciones comunes son: oso andino, frontino, careto, enjaquimado, congo, oso de las nubes; para pueblos como el Tunebo es ‘manaba’, para los Yuko-Yukpa es ‘mashiramo’ y para los Embera-katio es ‘wuii’. 1
Casi todos los nombres hacen referencia a su mirada, a esas manchas blancas o color crema que bajan desde sus ojos hasta la nariz y se extienden través de las mejillas, bajan por el cuello y llegan hasta el pecho “esta marca, sin embargo, es extremadamente variable y no existen dos animales que tengan una coloración igual”. 2
El oso de anteojos es mediano “ocupando el cuarto en tamaño entre los úrsidos, su peso varía entre 70 a 195 kg. y la longitud total entre 1,5 a 2,1 m. La coloración del pelaje es unifórmente negra o café negruzca con pelo áspero algunas veces bastante esparcido”. 3
Los frutos, bayas, raíces, cortezas, hojas y hongos, hacen parte de su dieta, solo un pequeño porcentaje se alimenta de peces, huevos, roedores, pichones, insectos entre otros. Tienen grandes habilidades, entre ellas trepar árboles, por lo que es común que osas y osos muchas veces construyan nidos en la copa para dormir.
Pero su transitar no siempre es seguro, incluso ha dejado de ser natural para muchos pobladores que desde el desconocimiento niegan su importancia y lo ven como una amenaza para sus animales de corral o incluso para sus propias vidas.
Según el biólogo Héctor F. Restrepo, la importancia ecológica del oso andino radica en su posible papel como dispersor de semillas aunque también puede ser un importante transformador del bosque al derribar arbustos y ramas (Rodríguez el al. 1986) para alimentarse: “en este caso, el oso posibilita los mecanismos de renovación del bosque, al afectar directamente procesos dentro del mismo”. 4
Además según diversas investigaciones, este oso puede considerarse como una ‘especie sombrilla’, lo que quiere decir que: “su protección puede conducir a la conservación de muchas otras especies cobijados dentro de los hábitats que ocupa (Hunter, 1996; Jorgenson et al., 1999)”. 5
Sin embargo, la cacería, la pérdida de su hábitat por causa de la deforestación, la construcción indiscriminada de viviendas, la ganadería, entre otros, han disminuido el número de sus individuos en el ecosistema no solo del Suroeste, sino de todo el país: “hace más de cien años, este oso ocupaba todos los sistemas montañosos de Colombia y sus poblaciones se extendían desde Venezuela hasta Bolivia; en ese entonces, los bosques de montaña eran extensos y continuos. En la actualidad este territorio se encuentra reducido a pequeñas islas de bosques, como resultado de la permanente presión que el hombre ha ejercido sobre ellos. Colombia, por ejemplo, ha perdido desde 1966, la mitad de los bosques que tenía en esa época: veinticinco millones de hectáreas”. 6
Es por ello fundamental que las Administraciones Municipales promuevan campañas de concientización que privilegien el trabajo con las comunidades que habitan en las zonas que por derecho natural les pertenece a ellos; que los proyectos en pro de su conservación sean integrales, que velen tanto por la prevención de la cacería como por el cuidado de los bosques en toda su extensión. Precisamente con la declaratoria de áreas protegidas Corantioquia busca conservar su corredor biológico.
Diversas organizaciones ambientalistas y ong privadas apoyan esta iniciativa e incluso están impulsando que se apruebe una política pública.
En octubre del año pasado, se llevó a cabo un festival en honor al oso de las nubes en el municipio de Jardín, cuyas actividades pedagógicas, paneles y exposiciones giraron en torno a la premisa:
“Hacia un Suroeste que reconoce y valora el corredor de conservación como soporte natural de su desarrollo agrícola, pecuario y de servicios, que ofrece bienestar a las familias de la región y potencia las capacidades territoriales para la adaptación y mitigación del cambio climático y la resiliencia frente a fenómenos naturales y sociales”.
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1. Caracterización genética de la población de osos andinos en la jurisdicción de Corantioquia, Héctor F. Restrepo C. Biólogo, 2003. (PDF)
2, 3, 4, 5: Ibid.
6. http://aupec.univalle.edu.co/informes/octubre98/anteojos.htm
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