Mis años en San Gregorio (Alfonso López), vistos por el niño que llevo dentro
Entrega 29
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) Ciudad Bolívar
Una de las cosas más dolorosas para quien indaga sobre los hechos de nuestro pasado es tal vez tener que escribir sobre esa etapa tan trágica por la que pasó Colombia entre los años 1948 y 1953, conocida como La Violencia, una experiencia cuyas consecuencias viví personalmente en los años posteriores de la década de los 50, ya sea presencialmente por hechos trágicos en San Gregorio o a través de las noticias que llegaban por la radio de otros lugares del país. Oficialmente, se considera que esta confrontación se extendió, si bien con menos intensidad después de 1953, hasta el año de 1957, año en el cual se le puso fin, al menos en teoría, con la aprobación por voto popular (Plebiscito del año 1957) de lo que se llamó el Frente Nacional, un acuerdo entre los líderes de los dos partidos tradicionales de Colombia, el Liberal y el Conservador, para repartirse por turnos de 4 años el poder burocrático del Estado en los cuatro períodos presidenciales subsecuentes.
Aparte de los comentarios que sobre esta aciaga etapa de la vida de San Gregorio y los pueblos cercanos he escuchado, ha sido muy difícil encontrar información soportada en documentos físicos verificables sobre los hechos ocurridos en nuestro corregimiento en esta etapa de su historia, como serían, por ejemplo, estadísticas, relatos documentados de personas involucradas, así como documentos oficiales de las autoridades o registros en los archivos de la parroquia. No digo que no existan, solo que no ha sido posible conseguirlos hasta el momento. Tuve la suerte, sin embargo, de obtener un relato escrito por el señor Fabio Fernández, un testigo presencial de muchos de estos acontecimientos, quien para esos años vivía en San Gregorio siendo entonces apenas un niño, si bien ya con el suficiente nivel de conciencia como para tener los recuerdos claros y poder hablar de ello como testigo directo con un alto grado de certeza1. La síntesis de los hechos que aparece a continuación está basada en el relato del señor Fernández, más otros escritos complementarios que, si bien no están catalogados como fuentes bibliográficas estrictamente hablando, sí aportan elementos muy valiosos para comprender esa realidad y ayudan a disponer de un mejor contexto de la misma; entre ellos están las novelas el paraíso de los desterrados, de José Daniel Benítez y Luis Fernando Restrepo, y un hombre ancestral, de Luz Adiela Guerra, escritores originarios de Salgar y San Gregorio respectivamente 2.
La situación de violencia en Colombia se empezó a recrudecer a partir del año de 1946, cuando terminó una era de gobiernos de lo que se llamó la República Liberal (1930 – 1946) y llegó a la presidencia el señor Mariano Ospina Pérez, conservador. Una violencia que se ejercía especialmente contra personas del Partido Liberal con la complicidad, prácticamente explícita, del gobierno del momento, de manera especial en los departamentos de Santander, Boyacá, Cundinamarca y Tolima, y que fue creciendo de una forma cada vez más peligrosa. La situación de zozobra, ansiedad e inconformidad, que se derivaron como consecuencia de esta persecución, fue canalizada por el político Jorge Eliécer Gaitán, quien, al hacer suya la causa de los perseguidos, llevó su queja a su expresión más dramática con la marcha del silencio, realizada el día 7 de febrero de 1948 en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá, en desarrollo de la cual y a través de su famosa Oración por la Paz, este político le exigió al gobierno que pusiera termino a esa situación, desafortunadamente sin resultado efectivo alguno. Esto, más el clima internacional atizado por la Guerra Fría, el fantasma del Comunismo en plena ebullición y el discurso extremadamente radical del político Laureano Gómez – elegido presidente en 1950 –alineado con la Iglesia Católica, configurarían el escenario perfecto para un estallido social, al que solo le faltaba la chispa que lo hiciera explotar. Y esa chispa se produjo: el 9 de abril de ese mismo año fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, un hecho que causó una conmoción social de una magnitud nunca antes vista, especialmente en la ciudad de Bogotá, conocida como El Bogotazo; este trágico hecho hizo que la confrontación partidista se agudizara y generalizara prácticamente por todo el país, hasta alcanzar unos niveles de degradación e irracionalidad difíciles de entender aún hoy día.
Desafortunadamente, San Gregorio y los pueblos de su entorno (de manera especial Salgar) no fueron la excepción, porque hasta aquí llegó la borrasca. Fue así como de la noche de la mañana, un partidismo cerrado, fanático, ciego y al abrigo de una ignorancia absoluta sobre lo que es la razón de ser de la política, azuzado por el discurso violento de los políticos, terminó engulléndolo todo. Ser del partido liberal, por consiguiente, pasó a convertirse en una especie de delito de ocasión que una policía indigna, con la ayuda de fanáticos — convertidos de la noche a la mañana y por decisión de funcionarios venales del gobierno, en despóticos policías de relleno (o auxiliares) sin más mérito que el de la ambición de poder o el de ganar réditos ante sus jefes — sancionaba con castigos tan humillantes como la detestable aplanchada,3 el ostracismo o incluso con la muerte.
Imaginemos, solo por unos instantes, lo que debió ser la vida en San Gregorio, Salgar, Bolívar y otros pueblos de la región, para una persona de aquellos tiempos, posiblemente padre de una familia numerosa que vivía de lo que producía una parcela de tierra o de un pequeño negocio comercial, quien, de un momento a otro y por la sola razón de ser liberal, pasó a ser declarado una especie de enemigo público de la sociedad por decisión despótica de quienes ostentaban el poder y, para colmo, también pecador público por decisión arbitraria de obispos 4 y sacerdotes fanáticos — con excepciones valientes como la del padre Zapata — que desde el púlpito lo han declarado merecedor del fuego eterno del Infierno. En esas condiciones, el ciudadano que hasta entonces ha gozado del aprecio y respeto de sus vecinos, queda expuesto a todo tipo de vejámenes, abusos, golpizas, despojo de sus pertenencias y, más grave aún, expuesto a perder su vida, a no ser que acepte firmar ante el inspector de policía la protesta, un documento denigrante por medio del cual reniega de su militancia política. Fabio Fernández no aporta datos sobre número de asesinatos en esos años, que desde luego los hubo, probablemente porque nadie tiene una información precisa al respecto, pero sí hace referencia a algunos casos que estremecen por la crueldad y deshumanización con los que se llevaron a cabo. Uno de ellos, muy doloroso y muy revelador de la forma como se solía actuar en estas circunstancias, fue la muerte de Laureano Sánchez, hombre ya anciano, un auténtico patriarca de San Gregorio, quien y por negarse a firmar la ya citada protesta, fue enviado, custodiado por los auxiliares, a Bolívar, a pie, atado a un palo. Debido a los maltratos a los que fue sometido en el camino, finalmente en el sitio La Piedra ya el prisionero no pudo seguir avanzando. Los captores entonces decidieron allí mismo darle muerte, una muerte humillante. Su cadáver, recogido por el conductor de una volqueta que pasaba en esos momentos, y ante la imposibilidad de ser reclamado por su familia, quedó sepultado en Bolívar.
En mis momentos de reflexión, cuando traigo a la mente los recuerdos de mi pasado o leo documentos sobre aquellos tiempos, no puedo menos que pensar que La Violencia, además de ser una de las causas inmediatas de fenómenos como las guerrillas e, indirectamente, el paramilitarismo, es también un capítulo de nuestra historia que aún no hemos cerrado, al menos no de una manera consciente. De alguna forma, es un pasado cuya marca seguimos llevando sobre nuestros hombros y sigue presente en la vida diaria como un fantasma que nos acecha.
De aquí que el estudio de la historia sea tan importante, no para quedarnos atados a sus cadenas trágicas y tristes, sino para entendernos mejor y, sobre todo, para entender que de los errores también se aprende, así como se aprende igualmente de las cosas hermosas de quienes nos precedieron, de las personas que se destacaron por su bondad, por su valentía, por su amor al trabajo y por los valores ancestrales con los que fueron formados en su momento. Solo así podremos estar mejor preparados para iniciar la construcción de una sociedad más racional, más humana y, ¿por qué no?, más feliz. En San Gregorio, igual que en el resto del país, tenemos con ello una invaluable oportunidad.
Notas:
1 – Fernández, Fabio, De memoria 5.
2 – Benítez, José Daniel y Restrepo, Luis Fernando; El paraíso de los desterrados.
Guerra O., Luz Adiela; Un hombre ancestral, el ADN del destino. (Referencia hecha sobre el borrador de la obra.
3 – La aplanchada o planchada consistía en golpear a alguien con la parte plana de un machete.
4 – Fernández, Fabio; De memoria 5.
Entrega 27: Personajes de San Gregorio – Secretario y bohemio
Entrega 28: Personajes de San Gregorio – El cura párroco y San Gregorio
Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)