Por Felipe Correa Correal Asesor y Consultor en Derecho Ambiental, corporativo y urbanístico Twitter: @pipecorreac
Tapabocas o mascarilla, es un término y un accesorio que, en estos días, se ha vuelto común y vital para la humanidad. Debido a la aparición del COVID-19, la Organización Mundial de la Salud -OMS viene promoviendo recientemente su uso público y, siguiendo su consejo, hoy es un artículo de uso obligatorio en cualquier espacio público del mundo.
De aquí en adelante, serán muchos días los que tendremos que acostumbrarnos a llevarlo como un atuendo más de nuestro vestuario.
Como lo han repetido incansablemente en estos días, el contagio del COVID-19 se da “a través de gotículas y se produce por contacto cercano (a menos de un metro) de una persona con síntomas respiratorios (por ejemplo, tos o estornudos), debido al riesgo de que las mucosas (boca y nariz) o la conjuntiva (ojos) se expongan a gotículas respiratorias que pueden ser infecciosas.
Por consiguiente, el virus de la COVID-19 se puede contagiar por contacto directo con una persona infectada y, de forma indirecta, por contacto con superficies que se encuentren en su entorno inmediato o con objetos que haya utilizado.
Los tapabocas son elementos asociados normalmente al personal de la salud como instrumento de protección y, hoy, ampliamente difundido como escudo de defensa para contener fluidos que puedan ser transmisores del COVID-19.
Además del permanente lavado de manos y demás cuidados de limpieza, el tapabocas constituye un defensa real para evitar cualquier contagio. Las voces de la OMS y del gobierno nacional se han unido alrededor de su uso para reducir “la velocidad a la que los individuos infectados pueden afectar al otro”.
Como elemento de protección ha funcionado muy bien en muchos países que hoy empiezan a recuperar medianamente sus actividades productivas.
De la misma manera la masificación de su uso, ha incrementado la cantidad de residuos provenientes de tapabocas desechables, lo que los convierte en instrumento de contaminación ambiental y sanitaria.
En días donde pensamos en liberarnos de un enemigo común asociado a un virus, debemos evaluar los impactos que pueden generar nuestros cambios de hábitos e implementar acciones que nos unan para luchar contra otro gran enemigo de la sostenibilidad y de la existencia humana: la incorrecta gestión de los residuos sólidos.
En épocas donde los sitios de disposición final están llegando al final de su vida útil debido al incremento de residuos NO ORDINARIOS, dentro de los cuales sobresalen en cantidad los plásticos de un solo uso, el tapabocas desechable se convierte en un elemento necesario para la inmediatez de la atención y prevención sanitaria, pero perjudicial para los recursos naturales y, por ende para la humanidad, a largo plazo.
Los tapabocas desechables, son elementos elaborados, en su mayoría, con polipropileno, un polímero termoplástico que goza de todas las condiciones contaminantes al momento de realizar una inadecuada disposición o al incrementar su uso por fuera del contexto médico, que venia gozando de exclusión en la normativa prohibicionista de los plásticos de un solo uso.
El aumento en la demanda de tapabocas desechables en todo el país se ha venido viendo reflejado en los sitios de disposición final y en algunas fuentes hídricas donde llegan por mala disposición afectando directamente el medio ambiente.
En este punto, la búsqueda de convergencia entre la protección de la salud humana y de la sostenibilidad debe dirigirse hacia la responsabilidad individual creada desde la necesidad de proteger a los demás.
Sin satanizar el uso del tapabocas desechable, hoy, la mejor alternativa para la sostenibilidad está dada en el uso de tapabocas reutilizables dados los múltiples beneficios que puede generar en tiempos donde la economía se transversaliza con el cuidado de la salud y de los recursos naturales.
Si, aunque parezca una acción simple, reemplazar el uso del tapabocas desechable (un solo uso), puede generar una dinámica de protección personal, comunitaria y del medioambiente que puede pasar inadvertida a los ojos humanos pero de grandes impactos al planeta.
En primer lugar, cuando el término comercial es desechable el producto está orientado a un único uso. Lo que implica mínimamente un tapabocas por persona al día.
En su defecto la mayoría de tapabocas reutilizables están fabricados en Polyester que, a pesar de ser una fibra de origen plástico, permite que su durabilidad sea mayor gracias a su resistencia, alta absorción y, por ende, a su reúso.
Usar protección reutilizable, de tejidos como el polyester, impacta directamente la disminución de tapabocas que llegan a los sitios de disposición final de Antioquia en cifras que superan el millón de unidades diarias.
En segundo lugar, utilizar tapabocas reutilizables genera un impacto sobre la economía local a través de circuitos cortos para su comercialización. Es decir, el impacto se ve reflejado en las economías locales beneficiando generalmente a asociaciones, mujeres cabeza de hogar y organizaciones sin ánimo de lucro. Una de las maneras de darnos la mano en estas épocas difíciles es incentivando y apoyando los emprendimientos de cada territorio.
Utilizar tapabocas reutilizables también es una manera eficiente de proteger las finanzas municipales y de nuestras empresas operadoras de los servicios de aseo.
Una manera de proteger a aquellos que día a día trabajan para que tengamos entornos más limpios y evitar la generación de focos de contaminación, no solo de Coronavirus, sino de otros patógenos que normalmente pueden transmitirse al contacto de superficies o elementos contaminados.
En un planeta que ha cambiado gracias al COVID-19, el tapabocas ha llegado para quedarse, para ser parte de nuestro vestuario y de nuestra vida, al menos por un periodo extenso.
Promover y usar tapabocas reutilizables, que cumplan con los requerimientos mínimos entregados por las autoridades sanitarias, es una gran estrategia para promover sinergias de desarrollo territorial, economía circular y protección a los recursos naturales.
Usa el tapabocas como una forma de protegerte y de aportar un granito de arena a la sostenibilidad del planeta.
Ah, y si vas a usarlo… ¡úsalo bien!
