Reconocer lo que hacen los otros; gallardía en la política

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“Medellín no arranca cada cuatro años. Tiene un proceso que ahí va. Lo bueno hay que seguirlo mejorando y lo que no sirve, cambiarlo sin hacer tanta bulla. El país está cansado de la polarización. Hay temas fuertes que hay que debatir, pero podemos tener ideas diferentes todos, poniéndonos de acuerdo en lo fundamental”. Esta fue una de las respuestas que el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, le dio a María Isabel Rueda, en una entrevista publicada el pasado 15 de febrero por El Tiempo. Esas frases encierran una filosofía de la ética en lo público, que parte de una realidad: la historia del municipio o el departamento no comienza con la administración de turno, y allí tampoco termina todo.

Ni todo lo pasado fue tan malo, como dicen muchos que antes eran oposición y hoy son gobierno; ni todo fue y sigue siendo lo mejor, como lo repiten, por lo general, los que continuaron en el poder o los que lo perdieron. Cada exalcalde hizo su aporte al desarrollo municipal, unos más que otros, con sus múltiples aciertos o yerros, y reconocerlo es lo más prudente para los nuevos mandatarios. Incluso, muchas de las obras que estos van a inaugurar en los próximos meses, iniciaron o fueron planeadas y presupuestadas en el gobierno anterior, porque por más eficiente que se sea, siempre quedará algo sin concluir. El problema es que existe el vicio común de desconocer lo hecho por el otro, si no es del mismo partido o equipo político, y de ese error toda la ciudadanía se entera.

En los primeros informes y comunicaciones emitidas por los nuevos gobiernos se da cuenta del inicio o avance de obras, propias o dejadas por la Administración anterior, y ocurre lo mismo; si la obra la dejó empezada un gobierno afín, se le reconoce, y si no, se habla de esas inversiones como si fueran propias.

Otra práctica muy común en el vicio de desconocer al otro, es el cambio de nombre de programas y proyectos para querer presentarlos ante la opinión pública como propios, pero que representan continuidad. Fajardo llamó Parques Educativos a lo que Luis Pérez cuando fue alcalde de Medellín bautizó como Parques Biblioteca, y Gaviria también las quiso diferenciar en su gobernación con el nombre de Ciudadelas Educativas. En el fondo, son lo mismo. A las Autopistas de la Montaña, por ejemplo, proyecto concebido, aprobado y apalancado inicialmente por el gobierno de Álvaro Uribe, el presidente, Juan Manuel Santos, para marcar diferencias, las bautizó Autopistas para la Prosperidad, para que se ajustara más a la impronta de su primer mandado (2010-2014), Prosperidad para Todos.

En los municipios abundan los ejemplos de los proyectos de acuerdo que siendo buenos y viables se hunden porque los presentó la oposición, pero luego la coalición o el ejecutivo lo retoman, cambian un par de aspectos en la forma y lo presenta de nuevo, sin dar el más mínimo crédito a quien lo pensó primero.

Otros alcaldes, de manera sagaz, ahora han tomado banderas y propuestas que tratan de incluir en sus planes de desarrollo, pero que en la campaña pasada no las mencionaros, sino que fueron planteamientos de otros candidatos. Así nunca lo digan, los electores, que no son pendejos, sabrán el detalle, así que sería mejor decirlo que intentar ocultarlo.

En fin, son insondables los celos que genera el poder y cada gobierno quiere brillar con luz propia, pero para eso, como en la fábula de La serpiente y la luciérnaga, no es necesario intentar apagar el albor del otro. El poder es efímero y circular. Es mejor reconocer, sin esperar ser reconocido.

Nota: Desde que Álbaro (+) se embarcó en este gran proyecto periodístico, de tener un periódico para la región, que sirviera de encuentro de voces y culturas, que permitiera exaltar todo lo bueno que pasa en ellos, me permitió que lo acompañara. Aún era estudiante de periodismo en la Universidad de Antioquia y las páginas del periódico siempre estuvieron disponibles para hacer la tarea. Muy dolorosa su partida, pero muy gratificante saber que su legado se preservará en la región, como él siempre lo quiso.

 

 

 

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