Por Marcela López Serna Visión Suroeste visionsuroeste.com
La regeneración está alineada con las nuevas economías que consideran fundamental la reestructuración del actual sistema económico. Para la regeneración la prioridad no es el crecimiento sino el bienestar.
La regeneración es una manera de entender el mundo: una forma de crear soluciones basadas en el pensamiento sistémico, donde se ven las relaciones entre las partes que componen el todo. El término regenerativo se refiere a los procesos que cuidan, restauran, renuevan o revitalizan un sistema, y que permiten su estabilidad y resiliencia. Se usa en agricultura, arquitectura, economía, emprendimiento y planeación, entre muchas otras actividades; lo fundamental es que, al diseñar, se desarrollen ciclos cerrados, es decir, que imiten a la naturaleza, donde nada se desperdicia y donde cada fin es en realidad un comienzo.
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Esta manera de entender la vida es un norte, un faro para encaminar nuestra dirección como humanidad. El modelo económico tradicional nos ha traído hasta donde estamos, y aunque nos ha permitido alcanzar lo deseable en términos de calidad de vida, lo ha hecho a costa del equilibrio de los ecosistemas que soportan la vida en la Tierra. La ciencia lleva más de 60 años advirtiendo sobre las consecuencias de nuestro de actuar, empujando al límite variables claves para el desarrollo de la vida como la biodiversidad, el clima, los flujos biogeoquímicos, el ozono estratosférico, entre otros. Ahora que vemos los efectos que esto tiene, especialmente en la inestabilidad climática (recordemos que en febrero de 2020 el gobernador de Antioquia hizo declaratoria de emergencia climática), estamos pensando en el desarrollo sostenible, pero ¿Qué sostenemos? Mantenernos en los niveles en los que estamos hoy no es suficiente, hacer el menor daño posible no alcanzará para evitar las sequías prolongadas, seguidas de fuertes inundaciones, el aumento del nivel del mar o de los refugiados climáticos.
Somos la generación encargada de restaurar el balance, de ir un paso más allá de la sostenibilidad, de regenerar lo que nuestros antepasados degeneraron en nombre del desarrollo porque no tuvieron la visión completa, olvidaron que somos uno con el planeta, que somos naturaleza, que al cortar la rama que nos sostiene, caemos del árbol de la vida. En nuestras manos está rediseñar nuestra existencia, nuestras formas de estar en el planeta de modo que la vida, en todas sus formas, florezca en el proceso.
Ganadería regenerativa, caficultura regenerativa, citricultura regenerativa, educación regenerativa, salud regenerativa… caben todas las actividades que estén alineadas con los ciclos de la naturaleza y para saber cuáles sí y cuáles no, debemos tener un pensamiento crítico. Hacernos preguntas: ¿el sistema (completo) está mejor gracias a esta actividad: los suelos, el agua, la biodiversidad, la gente? ¿Hay buenas relaciones entre las personas que participan? ¿Las personas son más felices? ¿Los animales están bien? ¿Esta actividad promueve la soberanía y autodeterminación de los pueblos? ¿Favorece la conectividad del ecosistema y permite la movilidad de las distintas formas de vida: osos, campesinos, turistas, aves? Para la regeneración, la prioridad es el bienestar y no el crecimiento.
En el Suroeste antioqueño ya está sucediendo esta transformación: en municipios como Fredonia, Tarso y Jericó (entre otros) existen más de 40 emprendimientos como Agromandala, Peña Bonita y Café La Nohelia que le apostaron a resignificar sus actividades, dándoles un propósito superior. Más allá de la ganancias económicas, tienen en cuenta la salud del suelo, la biodiversidad, el agua y la equidad social. Ven como al dar, reciben, y se incorporaran con respeto, gratitud y amor a los procesos que permiten el ciclo infinito de la vida.
Ilustración: Lina Tabares Velásquez