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Ciudad Bolívar, Antioquia

“¿Foco de la violencia en el suroeste antioqueño?”

  • Título: Ciudad Bolívar, Antioquia, “¿Foco de la violencia en el suroeste antioqueño?”
  • Autor: Horacio Puerta Cálad
  • Naturaleza: Historia
  • Edición: Palatina 85. Primera edición junio de 2021

¿Por qué los colombianos somos como somos? ¿Por qué la violencia en Colombia, con sus secuelas de odio y ciego fanatismo, se ha convertido prácticamente en la principal (con frecuencia, la única) herramienta para solucionar nuestras diferencias? ¿Por qué no hemos sido capaces, a través de nuestra historia como república, de quitarnos de nuestros hombros esa cruz a la que un destino ciego y fatal parece habernos condenado a cargar eternamente? ¿Podremos algún día liberarnos de las cadenas de este demonio cruel que es la violencia? Son preguntas cuyas respuestas busco con ansiedad, y un primer paso para encontrarlas es empezar por entender cuál es la naturaleza del fenómeno, su razón de ser, sus orígenes y el porqué del inmenso poder que, al parecer, ha tenido históricamente sobre nosotros. En nuestro caso, sobre los nacidos en las tierras San Gregorio –oficialmente, Alfonso López– y el municipio al que pertenece: Ciudad Bolívar.

Fue precisamente dentro de este propósito de búsqueda que llegó a mis manos, por generosidad de su autor, el libro que me propongo comentar aquí, en el cual Horacio Puerta Cálad busca quitarle a Bolívar esa especie de INRI que la escritora Mary Roldán, en su obra A sangre y fuego: la violencia en Antioquia, 1946 – 1953, le colgara a nuestro municipio, al sentar la tesis según la cual este pueblo había sido el foco de la violencia en el Suroeste antioqueño durante aquellos aciagos años. Un propósito en el que estoy de acuerdo con el autor, porque tengo la certeza de que la violencia no fue patrimonio predominante, ni mucho menos exclusivo, de Bolívar, sino que, por el contrario, fue un estigma con el que cargaron sobre sí, y talvez con mayor virulencia, otros pueblos como Salgar, Urrao e, inclusive, Concordia, para mencionar solamente estos tres casos.1 Pero, aparte de esta observación, lo que hace que el libro de Puerta Cálad sea un documento de vital importancia para comprender el fenómeno de la violencia en la región del Suroeste antioqueño es el cúmulo de información que aporta sobre los acontecimientos de violencia partidista ocurridos en nuestro municipio entre los años 1946 y 1953, con un esfuerzo muy meritorio por soportar dicha información con documentos verificables y contrastables. Muy útil resulta igualmente el esfuerzo realizado por el autor por situar los hechos dentro de una amplia perspectiva y contextualización histórica nacional y departamental, lo cual es una ayuda muy valiosa que le permite al lector tener una adecuada comprensión de los hechos para sacar sus propias conclusiones.

¿Cómo enriquece este libro la percepción que sobre el fenómeno de la violencia tiene una persona interesada –como es mi caso– en conocerlo a fondo? En lo que a mí concierne, ese enriquecimiento se da en varias dimensiones, una de las cuales es la que me permite identificar la dimensión del miedo como herramienta de control por parte de la clase política, que subyace entre líneas a lo largo de su lectura. Las otras dimensiones seguramente las trataré en otros artículos sobre este mismo tema de la violencia.

En efecto, la lectura del libro confirma la certeza ampliamente reconocida por los estudiosos del tema, según la cual, cada partido (el conservador o el liberal) en el poder veía en el adversario, no una opción política con derecho a gobernar, sino una amenaza para sus intereses, de manera especial, el interés por la posesión y control de la burocracia; la oposición es, por tanto, un enemigo al que hay, sencillamente, que liquidar; es una cuestión de supervivencia. El Estado es, asimismo, el gran proveedor de cargos burocráticos, la fuente de ingresos para quienes viven de sus arcas (sin que eso signifique necesariamente corrupción como la conocemos hoy) y perderla, en consecuencia, es poner en peligro los ingresos y otros beneficios que dan el ser funcionario de una entidad oficial a las familias del partido perdedor. Por ello resultaba tan fácil enardecer a un pueblo, al que bastaba con decirle que, si el oponente llegaba al gobierno, su fuente de ingresos se acabaría. Si a eso se añadía el ingrediente según el cual, una vez en el poder, el partido oponente, al calificarlo de comunista (caso del Partido Liberal), pondría en riesgo los valores tradicionales y religiosos que habían recibido de sus antepasados, se tenían los ingredientes más que suficientes para llevar a las gentes agredirse y matarse mutuamente. El miedo, en consecuencia, fue una herramienta muy eficaz de la clase política para para mantenerse en el poder, aunque con un costo muy alto para el pueblo.

Es interesante observar hasta qué punto la estrategia de utilizar el Estado como una torta que se reparte entre quienes tienen el poder llegó a ser tan arraigada; tanto que Colombia sólo pudo lograr la paz cuando, con la reforma constitucional del Frente Nacional (1957), se convino en que esa torta se repartiría milimétricamente entre la burocracia conservadora y la burocracia liberal.2 En los sucesivos cambios de administración en Ciudad Bolívar y sus consecuencias, según se desprende del libro de Puerta Cálad, esta dinámica, de una u otra forma, siempre estuvo presente como sustrato del estado de violencia de los años 1948 – 1953.

Muy interesante es lo expuesto por el autor en el aparte del libro Enfoques conceptuales (Pgs. 104 – 107), que responde a una reflexión que él mismo se hace, sobre lo difícil que resulta entender cómo la forma emocional de militancia política que caracterizó al partidismo estilo Colombia, pudo arrastrar a los habitantes de este país a un nivel de violencia tan radical, en el que ni siquiera los lazos de consanguinidad se respetaron. La respuesta a un interrogante como este, en mi opinión, va mucho más allá de la de haber sacrificado la razón para darle vuelo a la pasión y el sectarismo; en realidad tiene que ver con problemas de orden estructural mucho más profundos, dentro de los cuales la nueva violencia (años 1957 en adelante) y la aparición de los grupos armados de izquierda (las guerrillas e incluso el paramilitarismo) son apenas unas de sus manifestaciones más preocupantes.

Lo anterior me hace pensar que el libro aquí comentado es apenas el abrebocas que nos pone a las puertas del estudio de otras dimensiones de la violencia que nos afectan como región, incluidos fenómenos colaterales, el caso del desplazamiento forzado, por ejemplo, sobre el cual hay estudios muy detallados, entre ellos la publicación Desplazamiento forzado en Antioquia de la Conferencia episcopal de Colombia, en cuyo cuaderno número 7 se trata específicamente el fenómeno del desplazamiento forzado en el Suroeste antioqueño. El tema, por consiguiente, queda abierto.

Nota 1. En la novela El paraíso de los desterrados, de Fernando Restrepo, el clima de violencia de los años 1948 – 1953 en los municipios de Salgar y Urrao son muy evidentes.

Nota 2. En la página 94, citando a Daniel Pécaut (Orden y violencia en Colombia, 1930 – 1953), el libro deja muy clara esa realidad.

Lea también: En el nombre de Bolívar El porqué del nombre y su apelativo de Ciudad



Por Rubén Darío González Zapata 
Nacido en la vereda La Lindaja 
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar 


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