Por Beatriz Restrepo (Q.E.P.D.)
Entre los acuerdos logrados en La Habana hay uno muy importante -especialmente para las regiones del país- que merece la mayor atención: se trata de la descentralización como el reconocimiento por parte del Estado colombiano de la riqueza que conlleva la diversidad física y ambiental, humana y cultural de las regiones del país, y la necesidad, por tanto, de respetarla y tenerla en cuenta en términos de equidad según sus potencialidades, necesidades y grado de desarrollo.
Pero la descentralización también conlleva el reconocimiento, por parte de la sociedad que habita esas regiones, de la existencia de un Estado único, sustentado en un acuerdo fundamental como es nuestra Constitución, carta de navegación de nuestra vida política que se concreta en el gobierno y sus instituciones a los que los ciudadanos debemos reconocimiento y respeto, por tanto, acatamiento y participación.
La educación tiene que dar un vuelco desde la primera infancia y ser entendida más como formación que como transmisión de conocimientos.
Es sabido que Colombia es un país de regiones y Antioquia da buena cuenta de ello: nueve subregiones la componen y en ellas se encierra una gran diversidad y riqueza biótica y mineral, pero sobre todo, humana y cultural. Es por ello que casi desde el comienzo de nuestra vida independiente de la corona española, el federalismo como forma de gobierno ha gozado siempre de mucha aceptación en nuestro Departamento, no así en el resto del país. Hoy en día, en muchos lugares del mundo soplan aires de federalismo; no es bueno dejarnos llevar por ideas que en otros contextos parecen favorecer esta forma de organización política.
Dado que en nuestro país requerimos antes, recorrer otras etapas de mayor urgencia (a las que los Acuerdos de La Habana quieren dar respuesta: inclusión, equidad, justicia, descentralización, reconciliación, fortalecimiento de las instituciones del Estado y otras), en las que Antioquia tiene aún mucho por hacer.
No es de extrañar que haya sido en nuestro Departamento donde por primera vez en el país se instaló el concepto de Desarrollo local, pensado a partir del territorio y sus habitantes (PLANEA, 1999, iniciativa público privada) no ya desde el gobierno central (ministerios y otras oficinas), sino desde los recursos y especificidades de la región y desde los potenciales y sueños de sus moradores.
No es tarea fácil, porque también Antioquia es un departamento que forma parte (según la última clasificación del país en cinco grandes regiones) de la región Andina y es a su vez, un territorio conformado por nueve subregiones de gran diversidad: Bajo Cauca, Magdalena Medio, Norte, Nordeste, Occidente, Oriente, Suroeste, Urabá y Valle de Aburrá. En muchas de ellas se han hecho esfuerzos por avanzar en procesos de descentralización. En la subregión Suroeste, el grupo Encuentro de Dirigentes que funciona desde hace varios años, y la reciente creación de la Provincia Cartama, propuesta productiva y social de grandes aspiraciones.
Solo si nos ponemos en la ruta de la confianza que conduce a la cooperación, a la participación y a la compasión entenderemos lo fundamental en los procesos de descentralización y su importancia.
En fin, que el tema de la descentralización es nodal dentro del proceso que el país inicia, que hemos llamado “de paz” para significar que sin él, el futuro de nuestra nación no se ve claro. Pero es importante señalar que para avanzar en esta dirección es necesario atender tres asuntos de importancia: la educación tiene que dar un vuelco desde la primera infancia y ser entendida más como formación que como transmisión de conocimientos y en cuanto tal tiene que atender una formación que permita un desempeño adecuado en los tres escenarios del mundo de la vida: el social, el político y el moral; solo si nos ponemos en la ruta de la confianza que conduce a la cooperación, a la participación y a la compasión entenderemos lo fundamental en los procesos de descentralización y su importancia.
El segundo asunto es prestarle atención al territorio, su concepto y realidad. Ni el Estado ni los ciudadanos le han dado la importancia que se merece y, por tanto la relevancia que tiene en los procesos de descentralización.
Para empezar, no puede haber Estado sin territorio internacionalmente reconocido sobre el cual ejerce su soberanía, como tampoco puede haber ciudadanos que no estén adscritos a ese territorio al cual pertenecen y del cual reciben sus primeros lazos identitarios, valores culturales y morales y del cual esperan recibir su identidad ciudadana.
La gravedad de los desplazamientos durante el conflicto armado da cuenta de la precariedad de la vida política de quien ha sido obligado a abandonar su referente identitario y que no se siente ciudadano en ningún lugar. Mientras los ciudadanos, particularmente los campesinos, no vuelvan a tener sentimientos de arraigo a su territorio, no se sentirán movidos a participar en la construcción de un país al que no sienten pertenecer.
Mientras los ciudadanos, particularmente los campesinos, no vuelvan a tener sentimientos de arraigo a su territorio, no se sentirán movidos a participar en la construcción de un país al que no sienten pertenecer.
El tercer asunto de importancia es la necesidad de alcanzar condiciones de gobernabilidad para que haya descentralización. Este concepto que ha sido muy manoseado, significa simplemente que el Estado y la ciudadanía se relacionan de tal manera que pueden lograr entre ellos acuerdos armoniosos sobre bienes públicos, de bienestar económico o de justicia social. Es decir, que en un contexto de gobernabilidad el Estado y la sociedad logran acuerdos en asuntos políticos, de desarrollo o morales de interés para todos.
La descentralización es una de las grandes tareas que nos espera en este proceso de búsqueda de la paz y sus condiciones. Lograrlo no es solo esfuerzo del Estado central o local sino también de los ciudadanos; ojalá todos le pusiéramos el hombro, es esta la tarea.
Texto publicado en la sección Grupo Puentes en la edición 154 del Periódico Regional El Suroeste: https://periodicoelsuroeste.com/edicion-154/
