Por Lucila González de Chaves “Maestra del Idioma” lugore55@gmail.com
Manuel Mejía Vallejo,
el conocedor de la idiosincrasia antioqueña
Hace cuarenta años fue recibido con éxito y regocijo el libro El viento lo dijo del brillante escritor antioqueño nacido en Jericó (1923 – 1998). Periodista de profesión, fue entrevistador, columnista, supervisor de radio y director de imprenta; y, con excelencia, un catedrático de las letras en la Universidad Nacional (Medellín) y colaborador de varias publicaciones: El Pensamiento Colombiano, Ediciones la Tertulia, periódicos El Tiempo y El Espectador de Bogotá. Fundador y mantenedor de talleres literarios, con exclusividad, en la Biblioteca Pública Piloto.
Excelente narrador especialmente en esa valiosísima saga La casa de las dos palmas, relato novelesco que abarca las vicisitudes de varias generaciones de una familia. Por tan extraordinario relato, nuestro escritor antioqueño recibió el premio “Rómulo Gallegos”.
Obras de mucho éxito entre los buenos lectores y los críticos literarios: Tiempo de sequía, El cielo cerrado (colecciones de cuentos); las novelas La tierra éramos nosotros, Al pie de la ciudad, El día señalado.
Esta última novela citada se destaca porque los personajes están presentados con un vigor incomparable en la palabra y una hondura que lo acreditan como el autor “buzo de las almas”.
El día señalado es novela que reproduce el ambiente de la violencia en el pueblo de Tambo (nombre ficticio) en donde, a pesar de la cristiana manera de ser del señor cura párroco, no hay tranquilidad; las gentes están llenas de vicios e impera la pasión de la venganza. Algún crítico de su época lo catalogó como el novelista de la complejidad del alma nacional. Por esta obra sobresaliente de la narrativa recibió el premio “Nadal” de España.
Entre sus últimas producciones está Aire de tango; en esta obra Mejía Vallejo recrea buena parte de la ciudad de Medellín, la más concurrida en su tiempo por poetas, escritores, críticos, y en donde podían verse y apreciarse claramente los caracteres y costumbres de los habitantes de Medellín, y muy especialmente la preeminencia del tango en todos los sectores urbanos.
Al evocarlo como un gentil hombre-amigo, dueño de la más extraordinaria capacidad de encantar con la palabra hablada y escrita, lo destaco como un gran poeta. De su hermoso libro de décimas El viento lo dijo, transcribo algunas de ellas:
El pasado es un invento
de quien no quiere morir:
nunca deja de fluir
lo que fuera en su momento.
Si se empieza un movimiento
no terminará jamás,
y con él siempre andarás
así tu cuerpo rehuyas;
quieras o no, las tendrás.
Algún día fallarás
corazón de ritmo lento,
fracasado en el intento
de vivir edad atrás.
Por donde camine, irás
rezumando en las auroras
el zumo con que me llora
tu caminar, detenido
entre el amor y el olvido
que van marcando mis horas.
Que vivir es ir muriendo
nos lo repite la muerte:
está escrita la partida
desde que íbamos naciendo.
Hace mucho lo comprendo
por bien o mal de mi suerte,
que la vida se nos vierte
en enseñanzas agudas;
pero, preguntan mis dudas
qué nos enseña la muerte.
Las anteriores décimas pertenecen a la primera parte del libro citado (Ediciones Literatura, Arte y Ciencia. Universidad de Antioquia, 1981). Esta primera parte tiene por título “Al nacer vino la muerte”. La segunda parte es “Intermedio para el amor”.
De esa segunda parte transcribo:
Por tanto cantar la pena
llegué a olvidar el amor;
y en esa pena el agror
del amor y su cadena.
Puede ser que lo que suena
disuene en mi eternidad,
o el silencio sin edad
aturda en la noche sola
– contra un mar de vieja ola –
esta sola soledad.
Amor decían sus manos
y el claror de su mirada:
amor su voz apagada
Y sus deseos tempranos.
Que siempre fueron hermanos
sus sueños y su sonrisa
cuando amábamos de prisa
con rienda suelta al amor,
y en el amor el dolor
del fuego que nadie atiza.
La tercera parte del libro tiene como título “Recordará el olvido”. Algunas de las décimas de esta parte son:
La voz de amor dice amor
pero también su caída,
como la palabra vida
vive de muerte y temor.
Arde la llama al rumor
de lo que va clausurando
solo por ir comprobando
que vivir es alumbrar,
y alumbrar es acabar
de la luz que vamos dando.
El amor se hace recuerdo
de lo que amé sin sentido;
mi vida es ya lo vivido
mi ganancia lo que pierdo.
Sin embargo, estoy de acuerdo
con la muerte en su reclamo:
si el amor que siempre llamo
trae son de despedida,
está la canción vertida,
sobre lo que amé y lo que amo.