Por Nicolás Antonio Vásquez López Cronista
Salí de su casa con una cubeta de huevos y una cuota inicial para escribir la crónica. Llevaba días buscando la posibilidad de hablar con él, conversar sobre su vida. Que a la vez es la vida de todos. Los últimos días en Amagá han sido plomizos, agazapados por el cordón flotante nebuloso sobre el espinazo de las montañas; centinelas del valle. Un derrumbe, dos derrumbes; derrumbito en derrumbito se nos desliza la vida. Una lluvia imperdonable azuza copiosa por los tristes tejados. Ese día conté con suerte, inopinada suerte; algunos piensan distraídamente que la suerte se puede contar como billetes o historias. A falta de huevos en la casa para desayunar, cogí rumbo por la Calle La Pola, la calle más refrescante de Amagá. Por fin encontré a Jhon Jairo Hincapié. Inmediatamente las fisonomías cercaron la familiaridad, sellada con un saludo propio de días sin vernos. Él no volvió a sentarse debajo del dintel de aluminio en la puerta principal de su casa. Un robo a plena luz del día los tiene recogidos bajo la seguridad de una cerradura. Esa cerrazón del cielo y sus nubes cabalgantes pueden ser el paisaje preciso para el sentimiento contrariado de la “buena vecindad”.
“Cuando trabajaba en La Tertulia, el bar, bailaba hasta con la escoba y la trapera. Subía todas las noches los taburetes a las mesas”. Jhon Jairo trabajó 44 años, ocho meses y 1 día. 30 años en el bar La Tertulia, dos años en La Social y 12 años en el extinto Palatino, años ha en el marco del parque. ¡Agua bendita, años que no se olvidan!… “Había noches muy duras; me robaban, se iban y no pagaban. Un día me dijeron que me iban a matar, lo hacían por mi invalidez” … Jhon Jairo tiene una condición en sus piernas, congénita. “A pesar de mi problema, desde los 18 añitos salí a trabajar. Aquella vez, cuando me dijeron en el negocio que me querían matar, yo le conté a mamá… no quiero volver. ¡Eso es muy duro!”. Él tiene la capacidad de la bondad, armonía estoica, sufrimiento cristiano y nostalgia antioqueña. Ahora, su faceta doméstica, la lleva a cuestas porque quiere trabajar. ¿Recuerdan los derrumbes? Derrumbito en derrumbito se nos va la vida. El derrumbe de la vida. Su mamá nonagenaria, sus hermanos gregarios en el clan y su casa cerrada, ¡pillo inescrupuloso! Cleptómanos en la calle, en la iglesia, en la alcaldía. “Así, Nico, sin foto, así nomás”.
Hincapié. 13 de junio de 2025.