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Al caer la tarde, Gustavo Palacio, nuestro anfitrión, camina hacia el bosque de guaduas para esperar a las seis martejas que habitan en la finca Palacio Verde. Cuando despide a los turistas que llegaron de visita, espera paciente a que estos monos nocturnos andinos salgan de su refugio a disfrutar la noche y a buscar mangos, guayabas o murrapos para alimentarse. Recuerda que cuando era niño, escuchó a una manada de animales saltando de árbol en árbol, haciendo mucho ruido, pero su abuelo lo tranquilizó y le contó que ese sonido representaba la llegada de las martejas. Estos monos acompañan la producción cafetera de Palacio Verde desde hace 45 años, cuando el abuelo de Gustavo decidió proteger el entorno natural de esta especie y así se convirtieron en guardianes de la fauna y la flora de la vereda El Zancudo en el municipio de Fredonia.

Gustavo es uno de los fundadores de la marca de café Luna llena. Sabiduría que ilumina. Junto a sus hermanos decidió crear esta marca hace tres años, cuando entendieron que su producción de café es especial porque su proceso es muy limpio, no contamina ni gasta tanta agua como el proceso tradicional, los cafetales y la zona boscosa alrededor hacen de este territorio el hábitat de muchos animales, microorganismos y plantas que generan materia orgánica, evitando así el uso de productos químicos que alteran la pureza del café. “Normalmente se usan 40 litros de agua para lavar un kilo de café, en Palacio Verde usamos 5 litros por cada kilo”, dice Gustavo aclarando que uno de los objetivos de este emprendimiento es entregar calidad y no cantidad.

Su compromiso también consiste en concientizar a la comunidad, tanto nacional como extranjera, de la importancia y los beneficios de cuidar los ecosistemas y sobretodo, de dar a entender que se puede tener una producción agrícola sin afectar el ciclo de vida de animales, plantas y fuentes hídricas. Así fue como a esta finca que fue construida desde 1915 y ha visto pasar seis generaciones de los Palacio, empezaron a llegar turistas curiosos por conocer más sobre uno de los productos más prósperos del Suroeste: el café, y a visitar ese “lunar de bosque en medio de este desierto que se está haciendo”, como lo nombra Gustavo, quien espera, junto a su familia, que en “50 años se siga conservando y al menos haya un poco más de vida”.

Recorrido por Palacio Verde

No podía faltar una taza de café para iniciar la jornada. Altitud: 1.450 metros sobre el nivel del mar. Variedad: castillo. Tostión: media. Molienda: media. Proceso: lavado. Secado: sol. Un sorbo ya nos deja con energías suficientes para emprender el camino hacia el bosque y los cafetales. A lo lejos se escuchan algunos cantos de pájaros y gallos. Los hermanos Palacio y sus hijas, Alejandra y Paulina, nos dieron la bienvenida con un desayuno típico: arepa de chócolo con quesito hecho en Fredonia. “En 1876 llegó el café a Fredonia. Primero llegó a Valdivia en 1830, pero como eran tierras muy cálidas, este fruto no prosperó allí, pero acá, como estamos en una altura media de 1.500 msnv, sí se pudo cosechar con facilidad”, relató Gustavo.

Se escuchaban algunos relámpagos que parecían avisar la llegada de un fuerte aguacero, pero eso no impidió nuestro camino hacia los cafetales. Primera parada: conocer los árboles de café que han adoptado muchos visitantes. Todavía no es tiempo de cosecha, pero Gustavo, en compañía de Paulina y Alejandra; quienes conforman la sexta generación de los Palacio, nos retaron a recoger los frutos más maduros de los árboles de café. Como no teníamos experiencia, recogimos frutos muy verdes e inclusive con la tetilla, es decir, con un fragmento de la rama del cafeto. Eso sí, entonamos algunas canciones como es costumbre entre las chapoleras del Eje Cafetero. Con la sabiduría que a lo largo de los años ha adquirido, Gustavo nos explicó que la recolección de café es una actividad que realizan con dedicación y cuidado para poder elegir los mejores frutos.

Dejamos a un lado nuestra recolección para ir a sembrar algunos árboles de cafeto. Fue una tarea más gratificante, aportar a la ampliación del cafetal generó una mayor satisfacción y una conexión más cercana con la naturaleza. Ahora sí estábamos preparados para entrar al bosque de guaduas, muy cerca donde habitan las martejas, y aunque el acceso no está permitido para no entorpecer su entorno, se sentía la armonía natural entre los árboles y el susurro lejano de la cascada: nuestro siguiente destino.

Debíamos descender por un sendero estrecho y algo resbaladizo por las lluvias de los últimos días, pero la ansiedad por conocer el afluente de agua cristalina que atraviesa la finca permitió que llegáramos rápido y sin ningún inconveniente. El paisaje es majestuoso: árboles por doquier rodeando la cascada que algún día estuvo colmada de basura y que gracias a las actividades de recuperación de la familia Palacio y la unión de la comunidad, lograron limpiar, regresándole su pureza.

Nos tomamos un momento para respirar, para sentir el agua, para agradecer a la tierra por todos los recursos naturales que nos brinda. Era hora de volver a subir a la finca. De regreso logramos avistar las huellas de algunas especies que los Palacio aún no han identificado, sonreímos por la emotividad de saber que hay más fauna por cuidar, pasamos por un lado de las pisadas para que el rastro de ese ser natural que no conocemos no se esfumara.

Volvimos a la casa de los Palacio, y después de beber un poco de aguapanela con limón, pudimos despulpar en el beneficio los pocos granos que recogimos. La última parada: taller sensorial de café. Allí reconocimos las diferencias entre el aroma y la fragancia, las texturas del café y las características para calificar una taza; y aunque no nos convertimos en expertos, entendimos que un café de calidad, como lo es el de Luna llena, solo puede producirse por las buenas prácticas que conocimos en ese lugar mágico. Y para despedir el día, bebimos otro café más. Esta vez la tomamos con más consciencia, con mayor conocimiento de cómo llegó a nuestras tazas.

Para conocer más sobre Café Luna llena 
Facebook: @cafelunallena
Instagram: @cafelunallena
Celular: 319 613 73 93
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