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Hay una actitud común en muchos colombianos, presente de manera generalizada, a la que podríamos llamar ceguera mental voluntaria. Ese estado mental generalizado produce apatía, o lo que es lo mismo falta de interés. Muchos no quieren ver ni entender, como si esa fuera la fórmula necesaria para vivir cotidianamente de manera más sencilla, menos complicada y feliz.

Pero, ¿qué tan efectiva es esta fórmula? ¿Funciona de verdad hacernos los ciegos, no ver ni entender? ¿Qué es lo que no quieren ver ni entender estos colombianos de bien? ¿Hay quienes no quieren que otros veamos y entendamos que la ceguera voluntaria nos seguirá marcando un destino crítico, difícil, cuando no trágico?

Abrimos el compás para invitarlos a responder esas preguntas, para ayudar a superar la ceguera y a desalentar la apatía. Ciudadanos, sujetos de derechos, somos todos los colombianos, no solo los votantes.

Entonces, si hablamos de nuestros derechos, de las garantías de lo que tenemos en común, por ejemplo: la dignidad humana, la educación, la salud, la propiedad, etc., y de las decisiones que afectan el alcance y goce de los mismos, como el aumento de impuestos, de la edad de jubilación, de la contaminación por la explotación del oro, cómo no interesarnos, cómo no ver reflexivamente qué es lo que otros están decidiendo en nuestro lugar.

¿Queremos vivir la vida que otros deciden en nuestro nombre, sin tener en cuenta nuestras reales necesidades?

No se trata de ver el vaso medio vacío, el panorama todo gris oscuro, de criticar por ejercicio de pura y dura depuración conceptual, de señalar todo lo que nos falta y aqueja y hasta nos afea. Tanto dolor, tanta violencia opaca el brillo inherente de la vida.

De lo que sí se trata es que, desde aquí, desde este medio seguimos abriendo otros caminos, apostándole a otros diálogos con ustedes, como el de la paz, como el de la esperanza, como el de cero corrupción. El diálogo como puente e instrumento de pedagogía ciudadana, entre ciudadanos que quieren ver y entender, hacerse conscientes de sus derechos y de la corresponsabilidad en el ejercicio y goce de los mismos.

El pobre y el rico, el que vive en el campo y el que vive en la ciudad, el empleador y el asalariado, los viejos, los grandes y los niños y niñas, el que tiene con qué pagar y al que no le alcanza, todos estamos invitados a participar de estos nuevos diálogos que nos permiten ver lo que tenemos en común, y reflexionar sobre el potencial que compartimos para construir un mismo destino, un mejor destino, una mejor sociedad, una Colombia de más y mejores oportunidades para todos.

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