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Edición 191

En nuestro contexto difícilmente la realidad es un reflejo cercano de las más bien intencionadas teorías que se han promulgado y establecido como horizonte de sentido frente a la necesidad de dignificar la vida de todos los seres humanos. Lejos de la apatía que puede producir esta brecha, como medio de comunicación desde nuestro inicio nos ha alentado la esperanza de un mundo mejor y de aportar desde donde sabemos hacerlo. 

Esa esperanza de la que hablamos tiene su fuente en el servicio, en la empatía, en la coherencia, en el persistir, en levantarse, en no quedarse quieto, en invertir los recursos y echar mano de la mano de otros para sumar esfuerzos, en la legítima confianza de que al mundo no solo lo mueve la competencia, sino también y sobre todo el cuidado mutuo. Hemos tenido la fortuna de encontrarnos siempre con vívidos y esperanzadores ejemplos de servicio, de humanidad. 

Elegimos comunicar desde la región y para la región. Constantemente nos seguimos preguntando qué motivó esta decisión, esta vocación. Y no lo hacemos como quien duda, sino como quien es consciente de una elección que ratifica desde dónde puede aportar para reducir esa brecha entre el mundo en que vivimos y en el que deberíamos vivir; un mundo en paz, sin hambre, con oportunidades para todos, donde la guerra, las armas y las drogas no sean la opción más cercana para los jóvenes. 

Nuestra vocación de servicio se ha orientado principalmente no sobre el deber ser, sino sobre la acción de evidenciar y hacer de conocimiento público las ideas, los prejuicios y las relaciones de poder que gobiernan cotidianamente nuestras vidas, para que en lugar de validar que las cosas son como son, según la voluntad de los poderosos de turno, validemos nuestra humana condición de manera activa en la vida y el destino que tenemos en común como ciudadanos conscientes. 

Desde la práctica cotidiana de nuestro quehacer periodístico hemos verificado que no hay un curso natural de las cosas si se trata de la vida en sociedad, que la verdad se construye intersubjetivamente y la libertad de prensa la hace posible. 

Jeremy Waldron, un gran filósofo, afirmó que el derecho a la participación es el derecho de los derechos. Creemos firmemente en lo que representa este postulado. La libertad de prensa es una garantía fundamental de la vida en sociedad, de todos y no de unos cuantos; específicamente, es una de las formas posibles, concretas y necesarias para la participación de todos, para que conozcamos y ejerzamos responsablemente nuestros derechos, en una sociedad que se va haciendo más consciente de la íntegra dignidad de los seres humanos que la constituyen. 

No todo está dado. Tenemos las herramientas, hemos de seguir aprendiendo a utilizarlas como conjunto social. Aunque teóricamente es un planteamiento muy básico, en el contexto colombiano y específicamente en nuestra región su implementación es inminentemente necesaria. La libertad de prensa es una garantía fundamental para la vida digna.

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