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Por Idy Catalina Vanegas Bermúdez

A las siete de la noche del 25 de junio empezó a llover en Venecia.

La llovizna del día cogió fuerza. En la cocina, en la vereda El Rincón, Sor María Bermúdez lavaba los platos, bien podría estar durmiendo huyendo del frío helado. Pasadas las nueve de la noche, un ruido más fuerte desplazó el sonido de la lluvia. Sor María creyó que caía granizo, pero salió al patio y vio las piedras encima del techo y sintió el olor a lodo. Alcanzó a llamar a su esposo y salieron corriendo. Arrasada quedó la casa.

 

Entre relámpagos y con el alma en vilo, buscaron un lugar seguro.

En la zona urbana los gritos de alarma pedían evacuar las casas. El lodo venía desde El Rincón, El Cerro y La Amalia. Corrió con la fuerza suficiente para arrasar otras cuentas casas y dejar las calles como nunca imaginamos.

A la medianoche la lluvia mermó.

Todos hacían lo posible para estar a salvo, para saber si el vecino, el familiar, el conocido estaban bien. Los primeros rayos de luz del 26 de junio nos mostraron la tragedia. Al Cerro Bravo se le veían las heridas. La realidad era desoladora: casas destruidas completa o parcialmente y otras llenas de lodo; sectores completos se convirtieron en campos de piedras, lodo y árboles caídos; motos y carros arruinados; animales perdidos; vías de acceso bloqueadas; telecomunicaciones, redes de energía y acueductos fuera de servicio.

Pero lo más triste es la pérdida irremediable.

Ovidio Herrera, más conocido como Ovidio “Coco”, y Margarita del Santísimo Giraldo Berrío, perdieron la vida.

El espíritu de unidad trajo la fuerza

Había que evacuar personas que quedaron en peligro; determinar las afectaciones y los riesgos que persistían; organizar los albergues comunitarios, establecer un plan de trabajo. Y quienes no habían sufrido tanto, albergaron en sus hogares a los más necesitados. Las ayudas no tardaron en llegar: comida, agua y ropa. Apoyos que los venecianos jamás olvidaremos.

Duván Aníbal Bermúdez, el comandante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Venecia, explicó que una fuerte precipitación en Cerro Bravo ocasionó el desprendimiento de rocas y tierra que al bajar por la pendiente crearon la avenida torrencial.

Y seguimos

Pasados quince días, el riesgo persiste. Las autoridades y expertos nos siguen acompañando. Algunos ya regresaron a sus casas y otros permanecen en albergues. La tristeza, acompañada de incertidumbre se siente en cada rincón del pueblo. Pero aquí seguimos; no perdemos la esperanza y el entusiasmo por reconstruir Venecia.

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