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Desde el ángulo de la educación

Primera etapa

Uno de los motores más determinantes para modelar la cultura, el desarrollo económico y los valores humanos con los que se relacionan entre sí los integrantes de una comunidad, es la educación. Si bien para Colombia la calidad de la educación sigue siendo muy baja y bajos también los niveles de alfabetismo, (nuestro país ocupa el puesto No. 91 en el ranking mundial, con un 94.7 %), no podemos desconocer que lo que muchos somos hoy se lo debemos en gran parte a un grupo de hombres y mujeres que dedicaron su vida, o al menos parte importante de la misma, a la encomiable tarea de educar: nuestros profesores y profesoras. Seres humanos que, igual que una Tulia Agudelo, un padre Zapata y un Soto, para señalar solamente los casos más emblemáticos, contribuyeron a sentar las bases de nuestros actuales valores humanos. A ellos quiero dedicar este artículo y otros que siguen, como un homenaje de cariño y agradecimiento a estas personas que, con su esfuerzo, carisma y amor, contribuyeron a cimentar las bases de la educación y la cultura del San Gregorio actual.

No tenemos un dato preciso sobre el año en el que se dio inicio a la educación formal en San Gregorio. En el libro Con la mirada en el porvenir, capítulo Alfonso López (San Gregorio), Primera etapa de su historia, hago un estimativo, según el cual esta tarea debió iniciarse tal vez a partir del año 1945, a cargo de María Soto, hermana del arriero Soto, según se desprende del relato de Miguel Herrera, que es el único documento escrito conocido hasta este momento, que habla sobre esta parte de nuestro pasado, a la cual le siguieron, siempre según Herrera, una profesora de nombre Deyanira y otra de nombre Esperanza Gutiérrez, esposa del señor Pablo Emilio Gil. A dichas profesoras les debieron seguir en orden cronológico Herminia Cañas y Aura Viana, afirmación que hago basado en mi propia experiencia, ya que a estas maestras las conocí personalmente a comienzos de la década de los años 50. Estando Aura Viana en ejercicio de su trabajo docente, se dio el paso de separar a los chicos por sexo; así que, probablemente alrededor del año 1954, los varones pasamos a estudiar en una sede escolar diferente a la de las niñas, que estaba ubicada en el sitio donde hoy funciona el colegio Juan Tamayo, mientras que la sede de los chicos pasó a ser una casa construida con paredes en tablones de madera, ubicada en la ruta que conducía a Cristo Rey en aquella época, probablemente tomada en arriendo. La labor de la profesora Viana llegó hasta el 1958, año en el que fue sustituida por la profesora Bertalina Berrío, tal como lo narra la propia Bertalina en un escrito inédito de su puño y letra, copia del cual me fue amablemente suministrada por su hija Silvia Herrera. La profesora Berrío venía de ejercer para ese entonces su trabajo en una escuela rural en la vereda Remolino y para nuestro regocijo, continúa hoy con su vida al lado del amor de su familia. Tuve el honor de conocer personalmente a este símbolo de la educación el año pasado, aunque por información suministrada por su hija, en estos momentos desafortunadamente se encuentra en muy mal estado de salud. ¡De todas formas, ese encuentro fue un hermoso e inesperado regalo del destino!

Por lo que a la escuela de varones hace referencia, los primeros profesores que llegaron a ejercer su labor docente fueron, en su orden, un señor de nombre Guillermo González, proveniente, según tengo entendido, de Andes; alguien con una personalidad muy curiosa, dada su condición de maestro, porque era una especie de militar, amante de los caballos y profundamente machista. Le siguió un profesor de nombre Javier Sánchez, cuyo perfil respondía mucho mejor a la condición de docente. No recuerdo con exactitud cuánto tiempo duraron estos primeros profesores ejerciendo su trabajo en San Gregorio, pero en todo caso, fueron períodos muy cortos. Llegó entonces el profesor José Rúa, tal vez hacia el año 1957; una persona con una formación pedagógica y metodológica mucho más sólida, con quien culminaron mis estudios de primaria (primero y segundo), estando todavía en funcionamiento la escuela ubicada en la ruta a Cristo Rey. A José Rúa le debo la parte más importante de mis primeros conocimientos escolares.

Probablemente, entre los años 1959 y 1960, la escuela para varones se trasladó a una sede propia, en un terreno donado por el señor Gumersindo Galeano, según información suministrada por la señora Silvia Herrera, quien posee los documentos notariales del caso. Se trataba de una construcción hecha en material de aluminio, que en verano era una especie de sauna y en invierno una nevera, como lo recuerda Róguell Sánchez, pero probablemente con una distribución de espacios más adecuada y con acceso aledaño a una pequeña explanada, adecuada para actividades lúdicas de los escolares.

Esta etapa de la labor docente, que va del año 1945 hasta comienzos de la década de los años 60, es lo que yo calificaría como la primera fase de la historia de San Gregorio, vista desde el ángulo de la educación, y sus características, en mi opinión, son: 1) Baja cobertura, por cuanto sólo se trabaja con dos grados, primero y segundo de primaria, y muy probablemente en un medio con una elevada desescolarización. 2) Precariedad en los recursos pedagógicos y de infraestructura física. Quienes estudiamos en aquellos años sabemos lo escasos que eran los medios para el adecuado aprendizaje, de tal manera que estos se limitaban en gran medida a los dictados que hacía el profesor o la profesora, los que debíamos aprender para luego recitar textualmente, y 3) Ausencia de actividades extracurriculares, tales como actividad deportiva debidamente organizada y trabajo con la comunidad. En medio de tantas carencias, los logros educativos de los maestros y maestras de aquellos tiempos resultan ser, vistas las cosas a la luz de los actuales niveles de desarrollo de las técnicas de educación, un verdadero milagro, talvez porque lo que les faltó en medios materiales lo suplieron de sobra con el amor con el que desempeñaron su trabajo.

Fondo de portada: Bertalina Berrío, posando en la que fuera la primera escuela que funcionó en San Gregorio hasta comienzos de la década de los años 60. (Foto suministrada por la señora Silvia Herrera).

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