Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio) Ciudad Bolívar
Los primeros 60 años
Al culminar, al menos por ahora, el vistazo somero a los primeros 60 años (estamos en la década de los 80), años más años menos, del San Gregorio que un día fundaron nuestros hoy abuelos y tatarabuelos, con el nombre oficial de Alfonso López, muchos de los cuales ya no nos acompañan, es lícito que nos preguntemos qué lecciones nos han dejado estas primeras seis décadas. Como la historia es mucho más que una mirada nostálgica al pasado y a los personajes que lo protagonizaron; mucho más que un vistazo a las costumbres y creencias de los tiempos idos, y mucho más que una relación fría y sin espíritu de unos hechos, unos datos y unas estadísticas, tratemos entonces de escudriñar qué mensajes se esconden detrás de estas primeras 6 décadas, sin despojarlas de su potencial pedagógico y, sobre todo, de su valor como parte del acervo cultural y humano que hemos construido, para convertirlo en un instrumento que nos permita entender por qué somos lo que somos hoy y, finalmente, como podemos emplearlo para proyectar nuestro futuro. Una historia que está basada, hasta donde fue posible, en las pocas fuentes documentales auténticas que pude obtener, tales como material fotográfico, documentos oficiales o relatos de testigos presenciales y algunas biografías de personajes del corregimiento. Fuentes que pueden ser verificadas, contrastadas, inclusive cuestionadas, para estar seguros de que las mismas resisten cualquier análisis de los hechos, por riguroso que éste sea. Es lo que hemos tratado de hacer en esta corta historia del San Gregorio de los años 80.
Esta fotografía, publicada por Róguell Sánchez, muestra lo que es San Gregorio en el período en el que nos encontramos ahora, años 70 y 80. Tal vez muchos de los líderes del momento se preguntan ahora cómo será el San Gregorio de los años 2020.
Vistas las cosas dentro de estos parámetros, la pregunta lógica que nos debemos hacer ahora es qué enseñanzas podemos extraer de esta primera etapa de nuestra historia; a qué conclusiones nos puede llevar su estudio. En mi concepto, estas son dos de esas lecciones:
- Todo es posible cuando creemos que lo que estamos proyectando es posible. Tener Fe.
Es evidente que la decisión de lotear un terreno, trazar las calles y la plaza de lo que luego sería el corregimiento de Alfonso López allá en los comienzos de los años 30, no fue el resultado de un proyecto nacido al azar o caprichoso, así haya sido éste el fruto de la intuición de una o unas personas y no el resultado de un proyecto técnicamente elaborado por estudiosos de alto vuelo. Esas personas fueron Santiago Gil y José Félix Restrepo, secundados por otros miembros de la misma familia Gil y colonos ya establecidos en el lugar. En efecto, lo que uno deduce del relato de Miguel Herrera, es que fue la respuesta a una necesidad de crear un sitio en el que se pudieran tener servicios básicos de comercio, municipales y parroquiales y, muy probablemente también, servicios de educación básica. ¿Qué motivó a aquellos pioneros a tomar esa decisión? La respuesta es evidente: estaban seguros de que se trataba de un proyecto viable; en otras palabras, creían en el éxito de la idea y la historia posterior demostró que estaban en lo cierto. Decimos, pues, que nuestros fundadores tuvieron Fe, una actitud que nos enseña que todo proyecto es posible si creemos en él, si lo asumimos con la convicción de que es algo que podemos lograr.
- El Aprendizaje constructivo.
Como toda historia humana, la nuestra tiene éxitos importantes – el hecho mismo de existir hoy ya de por sí es uno de esos éxitos — pero lleva también sobre sus hombros la carga de las cosas en las que no hemos tenido éxito, o por lo menos no en el grado en el que hubiera sido lo ideal, así como la carga de las cosas en las que también hemos fracasado hasta ahora como conglomerado humano. Y una de esas cargas es la de no haber logrado crear una cultura de la paz o, si se quiere, de la no violencia, del respeto por la vida y las ideas de los demás; una cultura del trabajo con respeto por el medioambiente, la flora y la fauna, algo que se ha visto reflejado en la tala sistemática de bosques y la cacería indiscriminada de especies salvajes, entre otras cosas. Uno podría decir que eso no es culpa nuestra, que así es el país en el que vivimos; que muchos de los factores nefastos, como la violencia partidista de los años 48 al 57, las guerrillas, el paramilitarismo, el narcotráfico y su avidez por el dinero fácil y hasta la politiquería, vinieron de afuera y que en realidad somos sus víctimas, no sus causantes, y eso es cierto. Pero también es cierto que esos factores exógenos (externos) encontraron en nosotros un terreno en el que pudieron, sin grandes dificultades, echar raíces. Factores que nos cogieron desprovistos de los valores humanos capaces de darles a esas influencias nocivas una dirección diferente y haberlas podido transformar en oportunidades de crecimiento, de maduración. Y aquí todos tenemos algún grado de responsabilidad, por acción, por omisión o por las razones que sean: el sector educativo, la iglesia, las autoridades municipales, los partidos políticos, las organizaciones sociales (juntas de acción comunal, por ejemplo) débiles y la escasez de liderazgos individuales que, pese probablemente a su esfuerzo, se quedaron cortos en crear el clima de trabajo que facilitara los consensos y la motivación necesarios que le habrían permitido a la comunidad dejar atrás la etapa del asistencialismo para convertirse en autogestionaria de su propio destino.
Esta fotografía, publicada por J. David Herrera en las primeras décadas de los 2000, invita al silencio y al recogimiento. La hermosura de los árboles, el quiosco y el parque bien cuidados, todo cubierto por esa espesa capa de neblina que invita a la oración, es el producto de muchos años de trabajo, de luchas, de éxitos y también de duras experiencias y probablemente de fracasos.
¿Es esto malo y estamos fatalmente condenados a seguir en un estado como éste? Sí, si nos resignamos a que las cosas son así y no las podemos cambiar. Pero son buenas si las miramos, precisamente, como una razón para cambiar. Si miramos el pasado con la visión de un aprendizaje para construir: la visión del pasado con sentido constructivo.
Podríamos extendernos en el análisis de otros factores que podemos mirar como oportunidades de crecimiento, pero me gustaría que fueran los mismos habitantes de San Gregorio quienes me ayudaran a asumir la tarea de mirar nuestro pasado con la visión del aprendizaje constructivo y lo comentaran aquí, respondiendo a la pregunta ¿qué hubiéramos podido aprender de nuestro pasado si estuviéramos en la década de los 80? Todas las ideas, inclusive si son una crítica negativa a la propuesta que estoy haciendo, son bienvenidas; la crítica, aún la crítica negativa, es importante, porque nos ayuda a crecer y a madurar. Los comentarios los pueden hacer a través de la página San Gregorio 2060 de Facebook o en el Facebook personal de cada quien. Es la forma como podemos poner en marcha un nuevo proyecto: el del San Gregorio del futuro que queremos construir.
Les deseo a todos mis paisanos de San Gregorio un año 2023 lleno de éxitos.
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Por Rubén Darío González Zapata Nacido en la vereda La Lindaja Corregimiento Alfonso López (San Gregorio)