Sobre la equidad o la paz social desde el Suroeste antioqueño
Decía la Maestra Beatriz Restrepo Gallego: “a los gobiernos les corresponde, primero, reformas tributarias que vayan orientadas hacia la redistribución de la riqueza; en segundo lugar, es muy importante redistribuir la tierra; en tercer lugar, es también muy importante trabajar en el acceso a las oportunidades, fundamentales para la equidad, esencialmente salud y educación; y, por último, el tema de la formalización del empleo. Esas son las cuatro tareas fundamentales que tiene el Estado y que debe acometer a través de reformas drásticas del ordenamiento jurídico”.
Esta cita de la maestra Beatriz nos permite ver algo más. Que hoy el debate político sobre las grandes y necesarias reformas esté ocupando gradualmente el cotidiano lugar de la guerra, significa un importante avance, necesario para construir la paz social.
Son tiempos de especial atención en las acciones prometidas, presuntas y declaradas del Gobierno Nacional de turno. Hay, si se quiere, un interés genuino en gran parte de la población en saber qué está pasando con el país y qué va a pasar. En todo caso, esto es sano para una democracia. La visibilidad de las reformas propuestas, su discusión a fondo, en todos los escenarios, es un paso apenas necesario, y aunque no suficiente, sí superador de lo conseguido por gobiernos anteriores; una sociedad civil más activa, más empoderada de sus derechos y haciéndose cargo de su obligación básica: estar bien informados.
Parece ser entonces que frente a las diferentes posturas que plantean cómo queremos vivir y qué garantías mínimas necesitamos para hacerlo dignamente, estamos comprendiendo que es mejor la contienda política; que es este el escenario deseable y menos dañino para darle trámite a nuestras diferencias, que lo electoral es un momento importante de la vida pública, pero que es más importante el trámite institucional y la masificación de la discusión de los proyectos de ley, para que no sean de exclusivo conocimiento y deliberación del Congreso y de las charlas privadas.
Sin embargo, siguen siendo muchos los desafíos y no sería razonable esquivarlos en esta reflexión. Como bien dicen: no se tapa el sol con un dedo, precisamente por eso es pertinente mencionar unos cuantos de esos desafíos para dilucidar la complejidad en la que nace la esperanza: la desinformación, los intereses no declarados de algunos sectores económicos y la que pareciera inquebrantable cultura corrupta, prebendas particulares en detrimento de la prevalencia del interés general, la falta de educación política y financiera, el aumento del microtráfico y el consumo cada vez más temprano de estupefacientes, las heridas de la guerra que no terminan de cicatrizar y que amenazan con inundar de sangre el más reciente porvenir, una anunciada e inminente crisis económica mundial, una guerra en ciernes que amenaza con dividir el mundo en dos.
Ante este panorama nacional, que nos permite ver más y mejor lo que somos, las oportunidades y desafíos que tenemos, hacemos nuestra la reflexión compartida por la maestra Beatriz, y los invitamos a integrarla a su sano criterio sobre las cuestiones públicas. Y lo hacemos en este preciso momento porque estamos invitados nuevamente a una contienda electoral. Las elecciones populares en el nivel territorial, regional y local, deberían mover, más que las pasiones ideologizadas; el interés genuino de informarnos más y mejor, de tener más incidencia en la construcción de la esperanza en medio de esos desafíos que se han sentido con mayor intensidad en los territorios aledaños o más alejados de las grandes ciudades.
La tarea es pues masificar el interés ciudadano y la formación política, apropiarnos del debate electoral y consagrar nuestras demandas de más y mejores oportunidades en los planes de desarrollo. Seguir reduciendo los índices de indiferencia ciudadana.
El difícil camino que transitamos a nivel nacional también lo podemos transitar en el nivel local. Vale la pena que desde el Suroeste alimentemos la esperanza de una Colombia en Paz. Aquí han nacido muchos de nuestros grandes recuerdos y queremos, igual que ustedes, lo mejor para los nuestros: una vida digna y próspera, y una sociedad equitativa, una Colombia que disfruta y goza en cada uno de sus hogares de la paz social.
Foto. José Santos