Narrativas pedagógicas – Los maestros del Suroeste
Investigación de Daniel de Jesús Granados Rivera Maestro investigador, formador de formadores de la I.E.NS.A. Magister en Educación en la línea de Formación de Maestros U de A.
Mi nombre es Blanca Restrepo Ortiz, estudié en la Normal de Jericó y en la Normal Victoriano Toro Echeverri de Amagá, realizando el ciclo de profesionalización docente optando por el título de Normalista Superior. Estudiábamos en la noche y fines de semana, algunas de nosotras veníamos de Bolombolo, Andes, Titiribí, entre otros pueblos. Después de graduarme como maestra rural laboré en los municipios de Támesis y Valparaíso, luego fui maestra consejera en la anexa de la Normal de Caramanta y en Pueblorrico.
Fui directora de la Escuela Urbana María Auxiliadora de Amagá en el año 1972, recuerdo el edificio de tapias y de techos altos, el piso de tabla donde el taconeo era el sonoro saludo de quienes llegábamos diariamente, el pasamanos de macana, el árbol de naranjas, el jardín de la virgen y la fuente de agua. En esa hermosa época la rectora de la Normal de Amagá era la señora Regina Salinas, persona exigente y muy organizada, también fueron rectoras la señorita Trinidad Abigail Gómez, la señorita Rubiela Giraldo y la señora Consuelo Lopera Mayo. Entre las coordinadoras de práctica, recuerdo a Nelly Bustamante, Genoveva Córdoba, Blanca Eliza y Lucy Ramírez Giraldo.
Estuve en los inicios de mi labor en esta hermosa población de Amagá como directora con un grupo en la escuela anexa afiliada a la Normal y luego como directora técnica con funciones de dirección administrativa, hecho que se hizo realidad por la colaboración de la señorita Gloria Cecilia Avendaño, quien era la jefa de Normales del departamento de Antioquia y segunda rectora de la Normal de Amagá, me ganaba el 10 % demás de mi asignación salarial.
Tuve la oportunidad de compartir experiencias pedagógicas con un grupo admirable de maestras consejeras, como Flora Sánchez Rivera, Genoveva Betancur González, Luz Helena Correa Restrepo, María Teresa González Vélez, Inés Gonzáles Herrera, Rosalba Rico Mesa, Blanca Rúa, Aracelly Restrepo, Ligia Álvarez Agudelo, Margarita Álvarez Agudelo, Teresita González Loaiza, Flor María González Loaiza, Cruz Helena González Loaiza, Luz Elena Restrepo, Marina Ocampo, Aida, Consuelo Garzón, Mariela Rivera Gallego, Libia Echavarría Montoya, Luz Marina Zapata Quiroz, Margarita Acevedo, Nohelia Vanegas, Luz Mery Álvarez Quintero, Dioselina Moncada, Rosalba Taborda Trujillo, Socorro Tangarife Sánchez, Luz Mery Fernández Bolívar, Beatriz Sánchez Sánchez Gabriela Gil, entre otras .
Fuimos maestras dedicadas a la formación de niñas y luego también de niños en pro del bienestar de las familias y la comunidad amagaseña, además acompañantes del proceso de formación de maestros y maestras, denominados a través del tiempo como maestros practicantes, alumnos maestros y practicantes. En nuestro rol de maestras consejeras, cooperadoras y más adelante formadoras de formadores, guiamos a las futuras generaciones de maestros esparcidos por nuestro país Colombia, nuestro departamento Antioquia, y en el llamado el Valle de las Peras, la Puerta de Oro del Suroeste antiqueño, tierra de maestros y mineros: Amagá.
Dentro de este proceso formativo nos correspondió la observación de los alumnos como modelos de clase, orientando las didácticas de las áreas correspondientes al currículo estipulado por el Ministerio de Educación Nacional, el proceso de ayudantía, donde los practicantes elaboraban materiales para la clase, la orientación de clase, frente a la planeación, revisión y evaluación configuradas en actividades motivacionales, centrales, de finalización y evaluación, los actos cívicos de fechas patrias, de actividades
curriculares complementarias, el acompañamiento en la biblioteca, restaurante escolar, civismo, Cruz Roja, jardinería, deportes y tienda escolar.
Era muy exigente la formación de maestros, tanto en lo académico, como en sus prácticas semanales y semestrales, y cómo no recordar las prácticas de un mes al inicio y al final, donde el despliegue de las habilidades, las actitudes, aptitudes, la lúdica y la recreación hacían de este lugar un resplandor de alegría. Recuerdo que unos iniciaban las prácticas desde tercer grado de bachillerato, lo que cambió en la renovación curricular en 1978.
Los maestros estaban con sus practicantes, desde el momento de orientar la clase hasta cuando la dictaban, para darles la calificación cualitativa y cuantitativa, que se establecía en una pauta, donde se enunciaban uno ítems , que correspondían al modelo de esta época, al final de la clase las maestras se reunían con los practicantes y les daban las observaciones positivas, negativas y las estrategias para mejorar sus procesos de formación docente, algunos iban de uniforme de acuerdo a la ocasión; de gala, de educación física o de ropa normal, además de acuerdo con la legislación educativa vigente recibían el título de maestra, maestro superior, maestro bachiller y bachiller pedagógico, la práctica no se podía perder, quien no la aprobará debería, repetir o cambiarse para otra institución, y era el Consejo de Práctica el que tomaba la decisión, integrado por la rectora de la institución, la coordinadora de práctica, las maestras consejeras y un representante de los practicantes, se realizaba un análisis de alumno por alumno, teniendo presente aspectos profesionales, físicos, familiares y académicos, esta evaluación quedaba registrada en el libro de actas del Consejo de Práctica.
Otro de los aspectos significativos en mi estadía como directora de la Escuela Anexa María Auxiliadora fue, como ya había dicho, la renovación curricular, porque fuimos centro experimental piloto del departamento de Antioquia, las maestras tuvimos ascensos, los supervisores de distrito educativo venían y nos revisaban los libros reglamentarios, de planeación, el observador de práctica y de los alumnos, el registro de asistencia de matrícula y calificaciones de los alumnos.
Trabajé hasta 1990, estuve 20 años trabajando con niños y niñas de todos los extractos, hijos de mineros, agricultores, comerciantes, de la Administración Municipal, del hospital, de bancos y supermercados, que trabajan formal e informalmente.
No puedo desconocer que en la cotidianidad de la escuela, en el día a día, también hubo muchas dificultades que nos ayudaron a fortalecer los procesos educativos y administrativos de la tan recordada Escuela María Auxiliadora.
Hoy doy gracias a Dios y a las comunidades educativas donde me desempeñé como maestra y como directora de escuela, en pro de la calidad de vida de las familias y los procesos educativos.
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