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Reflexiones filosóficas sangregorianas

–¿Te diste cuenta, hombe Sócrates, de que en estos días se llevó a cabo en San Gregorio la IV versión del Festival de la Mula y el Café? — Un tono cálido, casi confidencial, se adivina en las palabras de Linda, la mula pensadora. Desde aquel día, talvez siete u ocho años atrás, en el que, en desarrollo de una conversación altamente emotiva con su amigo el buey Sócrates, había quedado claro para ambos que la contribución de sus respectivas especies a la consolidación de la comunidad de Alfonso López era algo que, por justicia, debía ser reconocido oficialmente por la institucionalidad del municipio de Ciudad Bolívar. Linda ha seguido con especial atención el desarrollo inicial de la idea, así como la manera como el evento resultante (el Festival de la Mula y el Café) se ha venido celebrando anualmente, con excepción de los años de la pandemia. Este es, pues, piensa ella, un momento oportuno para hacer una reflexión al respecto.

–¿Cómo ves las cosas, sabio amigo? — pregunta de nuevo Linda. Sabe que puede confiar en las reflexiones que sobre las cosas de la vida hace Sócrates, porque son producto de una sabiduría acumulada a través de largos años de constante meditación mientras rumia en las tardes, igual que la hierba recolectada en las mañanas, sus pensamientos y profundas disquisiciones. –Vea hombe linda– responde Sócrates, luego de un prolongado silencio –vos debés recordar que la idea de pedirle al espíritu de la Naturaleza su intercesión ante nuestros hermanos humanos para que tomaran conciencia acerca de la conveniencia de que el aporte nuestro y el de nuestros antepasados a la consolidación de lo que es hoy la comunidad de San Gregorio es un hecho histórico que, por justicia, debería quedar oficialmente reconocido mediante un acto oficial emanado de las autoridades municipales, fue algo que finalmente tuvo éxito–, respondió Sócrates. –Sí, lo recuerdo– repuso Linda, y añadió: –afortunadamente, el llamado fue escuchado por el grupo de humanos llamado Concejo Municipal, con el impulso que le dio en el año de 2018 a la propuesta una de sus integrantes en ese entonces, la señora Luz Adiela Guerra, la cual ha seguido siendo en San Gregorio una de sus principales puntales, con otros líderes del corregimiento, para mantener vivo y cada vez más activo este festival, algo que todas mis hermanas mulas agradecemos–. Una vez hubo terminado el comentario, Linda hace el ademán de retirarse. La conversación, piensa, ha terminado.

–Espera, Linda; tengo algo más que decir– dice el buey. La voz de Sócrates, serena y revestida a la vez de una solemnidad inusual, hace que todos los sentidos de la mula se pongan en estado de alerta. Conoce ese tono característico cada vez que su amigo se dispone a hacer una de sus acostumbradas reflexiones. –Te escucho, viejo amigo– respondió Linda. El día se acerca a su final y en el costado opuesto, más allá del río San Juan, las suaves manchas de luz moribunda del sol de los venados se niegan a retirarse; las aves, presintiendo la solemnidad del momento, han suspendido sus trinos; el cañón de La Lindaja ha adquirido el tono verde oscuro usual cuando las sombras precursoras de la noche se acercan; a lo lejos se alcanza a escuchar el sonido de las campanas de la pequeña iglesia llamando a los feligreses a la oración de la tarde. La Naturaleza, aliada de las aspiraciones de estos dos amigos, parece disponerse a escuchar con profundo respeto las palabras del sabio buey, quien, dirigiéndose a Linda, manifiesta:

“Estas tatarabuelas mías, en compañía de nuestros fieles compañeros los arrieros, 
contribuyeron a consolidar lo que es hoy la comunidad de San Gregorio; 
ahora nuestro legado contribuirá a consolidar también la futura comunidad”. 
(Linda, la mula pensadora de San Gregorio) Pintura de Álvaro Fernández.

–La cosa es así, hombe Linda. Con la creación de una festividad como la de la mula y el café se les está dando a los hermanos humanos de nuestro corregimiento y a los que lo visitan en estas ocasiones unos días de alegría y jolgorio, con las usuales actividades del reinado de la chapolera, las competencias de baquía en arriería, en las que vos también has competido con los arrieros que aún quedan en San Gregorio, más los espectáculos de música, baile y otros entretenimientos que son usuales en esta clase de eventos. Pero, ¿querés que te diga qué es lo realmente importante del festival?–. En la mirada de la mula hay una gran intriga: ¿qué cosas podrán ser tan importantes aparte de las ya dichas? Toda su atención está centrada en la expresión sosegada y flemática de su amigo. ¿Qué enigmáticos pensamientos se esconderán detrás de aquella mirada reposada y tranquila? Sócrates, que conoce muy bien aquella expresión dubitativa en la mula, sabe que Linda espera impaciente una respuesta a la pregunta que él mismo acaba de formular.

El momento dentro del cual se está desarrollando la presente escena no puede ser más propicio. Luego de cuatro versiones consecutivas del festival, con excepción de los años durante los cuales los hermanos humanos se encontraban atravesando por la crisis de la pandemia Covid-19, tres personajes, que creen tener suficientes elementos de juicio para hacerlo, se encuentran llevando a cabo una reflexión sobre la naturaleza de este evento y el impacto que el mismo puede tener para el futuro de su comunidad; la comunidad de San Gregorio: la mula Linda (ella escogió ese nombre porque nació y ha vivido toda su vida en La Lindaja); el buey filósofo (filósofo porque dedica mucho tiempo a pensar y a reflexionar sobre las cosas de la vida) y la Naturaleza, que es la fuerza universal que aviva en los buenos seres humanos que saben leer y entender sus mensajes.

Luego de un espacio de tiempo y un silencio casi sagrado que rodea el ambiente, Sócrates hace uso de la palabra: —hombe Linda, poné cuidado a lo que quiero decir: los eventos que se han llevado a cabo dentro de la celebración de los cuatro festivales ya celebrados son importantes y adecuados, pero hay también algo muy importante, ¿lo entendés?– La mula asintió con profundo respeto y Sócrates tomó nota atenta de ese gesto antes de continuar: –Lo que me propongo decir es que hay aquí un elemento de importancia estratégica para una comunidad como la nuestra. En efecto, al institucionalizar este festival, lo que se hizo, de manera más o menos consciente, fue poner al alcance de nuestros hermanos, los humanos, una herramienta muy valiosa al servicio del desarrollo social y económico de nuestro corregimiento. Es, digámoslo así, una oportunidad que le permitirá a la comunidad, incluidos sus líderes y las autoridades municipales, impulsar proyectos de desarrollo dentro de una perspectiva de largo plazo con resultados que pueden ser profundamente transformadores: oportunidades empresariales, educativas, tecnológicas y muchas más, que conllevan el surgimiento de nuevos liderazgos y, sobre todo, oportunidades para las nuevas generaciones. Por lo pronto, no te digo más y te dejo para que tanto vos como yo, con la compañía de nuestra amiga la Naturaleza, sigamos rumiando sobre estas ideas. Ya encontraremos otro momento para continuar con estas reflexiones. Ahora me siento agotado y me voy a descansar. Descansá vos también.

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Por Rubén Darío González Zapata 
Nacido en la vereda La Lindaja 
Corregimiento Alfonso López 
(San Gregorio) - Ciudad Bolívar 



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